Entre nosotros, quienes estamos entre los 30 y 40 años, y a quienes nos tocó, por suerte, nacer en una familia que nos podía permitir jugar, ir a la escuela, comer los tres tiempos y de vez en cuando ver la televisión, pasaron desapercibidos cientos de vejámenes que ocurrían desde ese entonces a personas menores de edad (y que se recrudecen en ciertas épocas de la historia, como durante la guerra civil). Ahora es cuando sabemos, gracias a las narraciones de los sobrevivientes, cómo las fuerzas militares asesinaban, a través de la tortura, a bebés, niñas, niños y adolescentes, también conocemos de las adopciones ilegales de pequeñas y pequeños que fueron robados, vendidos y entregados a otras familias, como un objeto cualquiera con el que se negocia, y también sabemos que, hace apenas cinco años, encerraron a 56 niñas en un cuarto y las dejaron quemarse vivas. La crueldad en su máxima expresión.
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Sólo en el año 2021, el promedio de niñas, niños y adolescentes desaparecidos fue de 20 diarios. Mientras que, en los primeros tres meses de este año, ya se reportaron 1,647 menores desaparecidos. Además, el Observatorio en Salud Reproductiva[1] reportó que para el 2021, se registraron 72,077 nacimientos por niñas-madres y adolescentes-madres en la faja etaria de 10 a 19 años, muchos de esos casos surgieron de violaciones sexuales que tanto la ignorancia, como la sociedad y el Estado, ha obligado esas maternidades forzadas. Las niñas del futuro, son madres en el presente.
En el estudio publicado en julio de 2020 por Changing the way we care[2], se evidenció que el gasto público (los recursos económicos que el Estado destina) dirigido al cuidado y protección de la niñez y adolescencia, durante el período de 2015 hasta el 2019, fue únicamente del 1 %. Es Guatemala, también, el país donde el 52 % de las adolescentes sufren un retraso en el crecimiento y que para el año de 2017 ocupaba el puesto 147 de 172 países en donde la niñez no tiene las condiciones para gozar de su infancia[3]. Tan solo algunas semanas atrás rondaba en las redes sociales una cruel y dolorosa fotografía: una niña con su indumentaria indígena, de aproximadamente siete años yacía fallecida al lado de su venta de hojas para envolver tamales. Una escena dantesca y dolorosísima. Una niña, que muere trabajando. Una niña. Solamente una niña.
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Asimismo, en este país de lo absurdo y de los atrevidos, el médico y director del hospital San Juan de Dios, Gerardo Hernández, despotricaba contra la periodista que contó una historia ya común: la muerte de un bebé que cumpliría cuatro meses de edad, quien no fue atendido por el hospital y murió por un terrible cuadro de desnutrición. Un pequeño que el azar lo llevó a nacer en la pobreza y en este esbozo de país, donde un médico prefiere pelear con una periodista, alinearse a un gobierno que mantiene desabastecidos los hospitales y la precariedad de sus trabajadores y que ni siquiera puede tomarse el tiempo para solidarizarse con el dolor y la pena de una familia, a la que ahora le toca enfrentar su pérdida y además buscar las formas de poder pagar el sepelio. Uno de miles de niños que mueren de hambre. En pleno 2022, la niñez sigue muriendo de hambre en Guatemala. Pero no solamente muere de hambre, también muere asesinada. Es Guatemala, uno de los diez países con una alta ocurrencia de homicidio infantil en América Latina y El Caribe, con una tasa de 16 por cada 100,000 menores de edad[4]. Este es el país que asesina a su futuro.
El desprecio por la niñez es el cruel reflejo de esta tierra que se sigue construyendo sin que la vida importe. Niñez cooptada para el crimen. Niñez robada por la violencia sexual. Niñez ultrajada. Niñez sin educación. Niñez sin vacunas. Niñez sin la debida alimentación. Este discurso sobre la niñez y el futuro del país que, muchas veces se repite sin analizarse, poco tiene que ver con su realidad y con el futuro que les espera (a quienes logren sobrevivir). No solemos pensar en un futuro devastador. Hablamos de un futuro como si este fuera un premio por aguantar un mundo tan injusto, hablamos de futuro con optimismo y lo hacemos mientras somos protagonistas de las peores violencias contra las niñas, niños y los adolescentes y no hacemos nada para impedirlo. Parece que solo somos espectadores de un país sin futuro.
[2] Changing the way we care (2020) Revisión del gasto público asociado al cuidado de la niñez y la adolescencia en Guatemala 2015-2019. Guatemala.
[3] Save The Children (2018) Infancias Robadas. Conneticut. Save The Children
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