En el caso de Guatemala, existen razones de fondo más allá del cambio climático que provocan mucho daño y que urge analizar para mitigar los efectos de este e intentar subsanar los perjuicios provocados. La diversidad y riqueza natural del país es tal que son incoherentes la escasez de agua, la mortalidad infantil a causa del hambre, la emigración por la miseria y la destrucción de bosques y de selvas para el ganado, la caña de azúcar, la palma o la actividad minera, entre otros problemas.
Guatemala tiene características naturales y climáticas particulares que deberían valorarse, cuidarse y protegerse, que deberían ser vistas como una ventaja para enfrentar los efectos del cambio climático. Por ejemplo, las selvas lluviosas o bosques cálidos húmedos de la ecorregión Lachuá, en el norte de Cobán, Alta Verapaz, un área que, para el biólogo, investigador y docente de la Escuela de Biología de la USAC Claudio Méndez, representa «una zona verdaderamente lluviosa porque sobrepasa los 3,000 mm al año y que solo dos o tres meses al año es relativamente seca. Estas condiciones de lluvia tienen diversos efectos, entre los que destaca un mayor crecimiento de las plantas, incluso mayores que las que crecen en el centro del Petén».
El valor de esta zona, ubicada al sur del Petén, es histórico y geológico y por sus características forma parte de un arco húmedo. Ello parece imponer ciertas ventajas en el clima e incluso en el proceso evolutivo del desarrollo de las selvas lluviosas cálidas de Tikal. Es decir, las áreas húmedas del sur permitieron la recolonización de las selvas peteneras después de la última glaciación.
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Para Méndez, en este arco húmedo, especialmente en las partes más hacia el sur, está la mayor riqueza del país. Según sus registros de mariposas, «la mayor riqueza de varios géneros, en toda Guatemala, ocurre en la ecorregión Lachuá, por ejemplo de los géneros Parides, Battus y todos los Morphine […] es un patrón que se repite con muchísimos géneros y aun en familias, así que es obvio que ese arco húmedo es importantísimo: hay cosas que solamente se han encontrado ahí».
No obstante, estas condiciones excepcionales de diversidad no han sido muy bien consideradas ni en la planificación ni en la conservación de la diversidad. ¿Ignorancia? ¿Falta de voluntad política? No importa. Lo cierto es que ha sido y es un error. Méndez señala que las selvas de este tipo son las más fragmentadas de Guatemala, contrario a la gran reserva de Montes Azules del sur mexicano, donde muchos de sus remanentes no están tan fragmentados y forman un continuo que, de hecho, se extiende hasta la frontera con la selva del Parque Nacional Sierra Lacandón, que es el límite de las condiciones de selva lluviosa verdadera en Guatemala. Méndez explica que es muy probable que el desarrollo de estas mismas selvas, que continúan en México, haya dependido siempre de la existencia de estos remanentes del sur. No obstante, las 14,500 hectáreas del Parque Nacional Laguna Lachuá (PNLL) son el único remanente de ese tipo.
Así pues, estas zonas son un centro de diversidad biológica, reservorios históricos que permiten la repoblación y la regeneración, un hotspot (es decir, un sitio que presenta un patrón de riqueza de especies que se repite, como ocurre con las mariposas y también con otros organismos como los peces).
De esa manera, el PNLL y su área de influencia tienen gran valor para mitigar los efectos del cambio climático. Los estudios, la experiencia y los conocimientos de profesionales como Méndez y otros biólogos deberían considerarse en las decisiones que comprometen a la sociedad guatemalteca. El conocimiento de estos profesionales y sus recomendaciones deberían ponerse en diálogo y en debate con aquellas propuestas empresariales con intereses cortoplacistas, que benefician a un sector y que no contemplan procesos históricos ni escalas espaciales y menos temporales.
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