Entre mis manos, el Pequeño Larousse parecía más bien un duende enano y gordinflón que guardaba cientos de historias en su interior. Sus páginas me revelaban en silencio formidables secretos del pasado y del presente. Podía pasar horas enteras hechizada con las estampas a color de los tipos de transporte, los mapas del mundo, las partes de la flor, las edades de la tierra, el Sistema Solar, las banderas de los países y mucho más.
El Pequeño Larousse no era un libro para tomar a la lige...
Entre mis manos, el Pequeño Larousse parecía más bien un duende enano y gordinflón que guardaba cientos de historias en su interior. Sus páginas me revelaban en silencio formidables secretos del pasado y del presente. Podía pasar horas enteras hechizada con las estampas a color de los tipos de transporte, los mapas del mundo, las partes de la flor, las edades de la tierra, el Sistema Solar, las banderas de los países y mucho más.
El Pequeño Larousse no era un libro para tomar a la ligera. Había un estricto protocolo para usarlo. Para abrirlo, tenía que colocar su lomo en mi mano izquierda mientras la derecha se encargaba de separar cuidadosamente sus páginas. Ya abierto, el pequeño regordete cubría todo mi antebrazo. Además, debido a su peso, tenía que reposarlo sobre mi barriga para que no se me cayera. Sus páginas eran finas como las alas de una mariposa y por eso había que tratarlas con mucho cuidado. El abrazo a aquel diccionario era solo para expertos. Nada de juegos rápidos o movimientos bruscos porque un pedazo de página podía quedar entre mis manos, y no sería yo la responsable de mutilar aquel ejemplar extraordinario.
Recuerdo la primera vez que traté de olerlo. Con ese gesto que hacemos aquellos seres a quienes nos gusta olfatear los libros, coloqué mi cara frente a sus páginas para sentir su aliento. Doblé su cuerpo dejando que sus hojas desfilaran rápidamente sobre mi pulgar mientras acercaba mi nariz. La misión fue un fiasco porque aquellas hojas livianas se desplomaron casi de inmediato. Fue un desmayo en masa. Para olerlo había que abrir sus entrañas y sumergir la nariz en el centro de su alma. En sus profundidades estaba intactamente conservado aquel aroma a madera vieja, a casa de los abuelos cuando le pega el sol de la tarde.
[frasepzp1]
Una vez se me ocurrió que lo leería completo, de la A a la Z, sin omitir ni una palabra. Comencé con entusiasmo, pero al poco tiempo me ganaron las ganas de saltar a conocer el origen del universo, la extinción de los dinosaurios, la invención de la rueda, o de descubrir al genial escritor de La sirenita y El patito feo. Bien decía María Montessori que «la primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejándola libre para que se desarrolle». Aquel Pequeño Larousse agitaba mi mente y mi alma y dejaba que yo libremente lo esculcara.
Se calcula que en el mundo existen hoy en día 150 millones de libros, muchos de los cuales están disponibles gratuitamente en la Web. Con semejante cantidad de estímulo, nadie debería quejarse de aburrimiento. Nunca como ahora la vida tuvo más terreno fértil para agitarse.
Pero, si prefiere el abrazo íntimo de un libro de papel y portada o si gusta de meter la nariz en sus entrañas, entonces tome nota de que entre el 11 y el 21 de julio de 2019 se realizará en Fórum Majadas la XVI Feria Internacional del Libro en Guatemala. Este año F&G Editores desea liberar espacio en sus bodegas para poder darles lugar a los nuevos títulos y está ofreciendo descuentos que van del 15 al 80 %. Además, habrá muchas actividades interesantes que agitarán su vida. En este enlace puede encontrar información puntual sobre la feria: actividades, foros, seminarios, presentaciones de libros, autores invitados, etc.
Más de este autor