En 1986 Bernard Tapié fue nombrado presidente del Olympique de Marseille (OM) y a partir de ese momento juró convertir al equipo en el mejor de Francia y uno de los mejores del mundo. Fue así como empezó a adquirir a muchos de los mejores jugadores y entrenadores de la época. Tres años después de asumir la presidencia el equipo, inició una racha de victorias que lo llevó a ser tetracampeón francés, pero su gran éxito llegó en 1993, cuando Olympique se convirtió en el primer equipo de Francia en ganar la Liga de Campeones. Tapié llevó al OM a la máxima gloria futbolística, pero los medios utilizados no fueron los adecuados. Semanas después de la victoria europea la prensa hizo pública la investigación sobre jugadores y directivos del OM acusados de soborno y arreglo de partidos. La investigación concluyó en que el presidente Tapié fue el gran responsable de sobornar a otro equipo para lograr el título francés y concentrarse en la Liga de Campeones.
Tapié tenía un objetivo y se valió de cualquier medio para alcanzarlo, pero dejó destrozos en el camino. La política exterior de Francia en África se puede resumir en la misma línea. Bien lo dijo en 1978 el entonces ministro de Exteriores, Louis de Guiringaud: “África es el único lugar en donde Francia se puede considerar un superpotencia”. Durante los años 50 y 70 del siglo pasado, Francia tuvo una fuerte presencia en varios países africanos que en algún momento fueron sus colonias. Dicha presencia tenía fines de cooperación para el desarrollo, pero resultó ser más una influencia política para contar con gobiernos y líderes políticos afines a los intereses franceses.
Muchos analistas consideran que hubo casos en los que algunos países africanos lograron beneficios y sus ciudadanos mejoraron su nivel de vida gracias a la ayuda de Francia, pero estos nunca se compararon con los beneficios económicos que Francia obtuvo de ellos. Incluso, después de la ola de independencia de muchos países africanos en los años 60, la dependencia económica, y en algunos casos política, con Francia se mantuvo. Desde entonces, con un alto nivel de ambivalencia, la frontera geopolítica de Francia se ha definido en África, pero ahora con Sarkozy esa ambivalencia parece resolverse y la política exterior de Francia en África parece tener fines más explícitos.
A menos de un año de las elecciones en aquel país, la popularidad de Nicolás Sarkozy es la más baja en la historia de la Quinta República. Es menos popular que la hija de Jean-Marie Le Pen, Marine, quien es la candidata del partido de extrema derecha Frente Nacional. De acuerdo con una encuesta del diario Le Parisien publicada en marzo de este año, entre ella y Sarkozy, Le Pen ganaría las elecciones en la primera vuelta.
A pesar de esto, Sarkozy mantiene una plataforma electoral centrada en el combate de la inmigración ilegal que ha trascendido a un debate nacional contra el Islam. El reto de cambiar las políticas domésticas para mejorar su imagen es largo y arriesgado, pero mejorarla según su política exterior puede ser más fácil y seguro. Libia no es una colonia francesa, pero Francia fue el principal promotor de la intervención en aquel país, en la que no está sola sino acompañada del poderío militar de Estados Unidos y el Reino Unido. Las acciones de Francia en Costa de Marfil llevan un sello muy similar al de la vieja Françafrique.
Mi lectura de estos hechos es que, sin duda, van de la mano de los intereses personales del actual presidente francés. Alguien que tiene como fin mantenerse en el poder y está dispuesto a emplear los medios necesarios con tal de conseguir ese fin, cual príncipe maquiavélico. El problema serán las tempestades que está cosechando para Francia que, seguramente, vendrán en medio del debate sobre inmigración e Islam y aumentarán debido a la intervención en estos países. Lo grave del asunto es si Sarkozy sigue el ejemplo de Bernard Tapié, quien se valió de medios corruptos y sucios para lograr sus objetivos. Fue arrestado, pagó millonarias multas y perdió su prestigio como empresario y como persona, pero su equipo, el Olympique de Marseille, es —y de momento seguirá siendo— el único equipo francés campeón de campeones europeo. El precio que está dispuesto a pagar Sarkozy es claro, la pregunta es: ¿Qué precio estará dispuesta Francia a pagar por reelegir a Sarkozy?
Para comentarios: roberto.antonio.wagner@gmail.com
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