La democracia no es gratuita en ninguna parte del mundo ni de la historia. Para que hoy pudiéramos tener democracia, libertad de expresión y otros derechos, mucha gente ha dedicado o sacrificado su tiempo y su vida. Por si a alguien se le pasó, en nuestro país, especialmente entre 1978 y 1987, cuando teníamos 7 millones de personas, se mataron a 200,000, desaparecieron a 50,000 y 1 millón tuvieron que salir corriendo de sus casas para refugiarse.
Y luego de que la alcanzamos nominalmen...
La democracia no es gratuita en ninguna parte del mundo ni de la historia. Para que hoy pudiéramos tener democracia, libertad de expresión y otros derechos, mucha gente ha dedicado o sacrificado su tiempo y su vida. Por si a alguien se le pasó, en nuestro país, especialmente entre 1978 y 1987, cuando teníamos 7 millones de personas, se mataron a 200,000, desaparecieron a 50,000 y 1 millón tuvieron que salir corriendo de sus casas para refugiarse.
Y luego de que la alcanzamos nominalmente, una democracia tan débil no ha servido para evitar que tengamos una mitad de guatemaltecos en pobreza, que se roben niñas para el crimen organizado, que haya más armonía (e igualdad) para ser más prósperos. Desacreditamos la democracia.
Con este marco, es frustrante que los tres ciudadanos con más poder político hayan llegado por mucho trabajo clientelar y partidista, pero también porque tuvieron “la virtud” de recolectar millones de millones de financistas lícitos e ilícitos, con ganas de cobrar su cuota de picaporte.
Entonces no sólo llegaron a ser los tres más influyentes de la política principalmente por conseguir dinero, sino que los tres, el presidente Otto Pérez, la vicepresidente Roxana Baldetti y el pre-candidato Manuel Baldizón –cada uno aportando su cuota– están traicionando a la democracia, a nuestra historia y a nuestra sociedad.
Tres ejemplos recientes. El Presidente bloquea una reforma electoral que permitiría que los partidos fueran más democráticos y autónomos de los financistas. La Vicepresidente –con todas los injustos chismes, clasismos y misoginia que ha recibido–, que sigue desacreditando a la política al negarse a explicar cuál es su patrimonio y cómo es que creció tanto siendo política. Y ambos nombran a un exprófugo de operador. Y eso que las promesas de ambos eran independizar al Estado y transparentarlo. Y finalmente, Baldizón secuestra al Congreso por segundo año consecutivo y lo deja respirar sólo cuando consigue sus cuotas. Le importa un bledo la opinión pública, la democracia, la transparencia, la ley electoral (nunca paró de hacer campaña) y sigue vendiendo candidaturas para puestos de elección popular.
No sé si es muy tarde para que reflexionen. Si lo es, los únicos que podemos detenerlos somos los ciudadanos, la sociedad civil, el Ministerio Público y las cortes. Ojalá que no sea tan tarde como para hacer que la gente deteste definitivamente a la democracia.
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