Los representantes de la academia del país: todos los decanos de las facultades de Derecho. Junto a ellos, los representantes del colegio de abogados, un triste gremio venido a menos en este país de litigio malicioso. Han entrado estudiantes aturdidos por una tabla de gradación que ha dejado afuera —junto con los candidatos a fiscal general y jefe del Ministerio Público más cuestionados— a abogados que han fisurado valientemente la corrupción de diputados y políticos. Se han sentado hasta adelante, donde es su lugar, las autoridades indígenas, que no dejaron en ningún momento de acompañar el proceso de conformación de la nómina, como lo prometieron. Aun a sabiendas de que el Ministerio Público las ha perseguido y que han sufrido en carne propia las injusticias de un sistema de justicia corrupto. Pero la sala está llena, como se dijo que debía estar.
Unos días antes, un juez estuvo delante de ellos. Presentó su plan de trabajo, una estrategia para un período de gestión que incluía transparencia y apoyo a la lucha contra la corrupción. ¿Su respaldo? Toda una carrera, pero con más importancia en los tres años que lo hemos visto de cara al poder político que hoy está en el banquillo de los acusados. Ha visto a los ojos a un presidente señalado de corrupción y le ha presentado otra cara de la justicia. Una más fiel a los principios de una democracia que nos deben. No es un héroe: es un hombre de carne y hueso, uno que se la juega.
Al momento de la votación, el primer decano aseguró que podía basarse en su examen, en el punto que le diera en cada uno de los aspectos a evaluar. Pero lo más importante, aseguró, era el récord intachable reconocido por la sociedad. El segundo, en la misma línea, dijo que el juez tenía la legitimidad de la sociedad. Así, salvo un voto, todos los comisionados afirmaron que el juez era un hombre íntegro, intachable, honorable, honesto. Es lo mismo que saben los guatemaltecos en la colonia San Juan de Dios, en la zona 6, o en la Juana de Arco, en la zona 18. Así lo saben los estudiantes de la zona 16. Así lo sé yo y seguramente lo sabe usted también.
El candidato Miguel Ángel Gálvez Aguilar es el juez. Es quien no ha cedido ni un milímetro en su ética, quien no ha dejado de ser el juez sencillo, seguro del valor de la justicia. Entre tantas malas noticias, entre tantas prácticas inadecuadas que cuestan las vidas de tantos, entre la política diaria que intenta robarnos la perseverancia y nos impone la desesperanza, le debo uno o varios gracias públicos. Gracias por presentarse a la comisión y a la sociedad como candidato. Gracias por demostrar que la justicia puede ser diferente. Gracias por estar a la altura de las circunstancias y por sostener desde otro frente la lucha por la corrupción, hoy la manera que hemos encontrado algunos de nosotros de encaminarnos a las luchas más grandes de este país. Gracias por no dejar de lado la ética. Gracias por comenzar la presentación de su plan de trabajo con la idea de la recuperación del sentido del bien, del bien para todos y de cómo la justicia defiende ese bien o no es justicia. Gracias por dotar de sentido democrático una posible gestión. Gracias por recordarnos que el mejor juez no es solo quien más ha estudiado, sino quien conoce la justicia porque la vive. Gracias, también, por no dejar los tribunales de este país.
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