A Edvin Ronaldo Molina Felipe (o no) nadie lo reclama
A Edvin Ronaldo Molina Felipe (o no) nadie lo reclama
Lo hallaron en el desierto de Arizona con una identificación de donde los forenses tomaron su nombre y nacionalidad: Edvin Ronaldo Molina Felipe, guatemalteco, o tal vez no. Son datos sin confirmar. Podrían ser falsos, una estrategia por si la patrulla fronteriza los detiene en su intento por cruzar la frontera con Estados Unidos de manera irregular. Nadie lo reclama, pero ahí está su ADN para cuando alguien decida buscarlo.
Cuando encontraron el cuerpo de Edvin Ronaldo Molina Felipe, el 18 de febrero de 2024, era ya un esqueleto. Quedó debajo de un arbusto seco en el desierto de Sonora, a dos horas de Arivaca, un pueblo de 695 habitantes, en el condado de Pima, Arizona.
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Puede que sea guatemalteco, o no; puede que se llame Edvin Ronaldo Molina Felipe, o no, pero eso se lee en la tarjeta de identificación hallada cerca de sus restos. «El difunto aún no ha sido identificado», aseguran los forenses, lo que supone un desafío para las autoridades estadounidenses. Suelen portar documentos falsos para que no los identifiquen en caso los detengan las autoridades migratorias y quede constancia de ese intento por cruzar la frontera.
Del 2000 al 2024, al menos 4,003 personas murieron en condiciones similares a las de Edvin Ronaldo Molina Felipe, solo 2,600 fueron identificadas, según registros de la Oficina del Médico Forense de Pima. De estas, 423 personas eran guatemaltecas y más de 1,900 mexicanas.
El dato no se acerca a la cifra real. Las autoridades migratorias y forenses tienen claro que se cuentan por miles los cuerpos en el desierto sin recuperar, debido a la inmensidad del territorio.
El desierto no perdona
¿A qué se enfrentan las personas que cruzan este desierto? A la muerte, responde al instante, Daniel Angulo, comandante de Búsqueda, Trauma y Rescate de la Patrulla Fronteriza (Borstar). Es una dependencia de la agencia de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP en inglés), dedicada al rescate de personas en el desierto de Sonora, desde Nogales. En más de 10 años de trabajo, Angulo ha visto a incontables personas a punto de morir: sin comer por varios días, deshidratados, expuestos a las altas y bajas temperaturas del desierto. «Es imposible cargar suficiente agua y comida para hacer ese viaje», asegura.
Sumen las heridas ocasionadas por animales venenosos y las lesiones en sus pies por caminar en zonas montañosas.
«Aquí las temperaturas son extremas. No es posible cruzar el desierto sin la ayuda adecuada. No se atrevan a cruzar la frontera de manera irregular, les puede costar la vida», pide Roberto Ortiz, vocero de la Patrulla Fronteriza de Tucson, Arizona. Es el sector más transitado por personas con la intención de llegar a territorio estadounidense. Le siguen El Paso, Texas, y San Diego, California.
Aunque la Patrulla vigile la frontera, la migración jamás se detiene. Tampoco las redes de tráfico de personas. Los coyotes evolucionaron en sus formas de guiar a las personas por el desierto. Con celulares, ropa camuflada, zapatos cubiertos de alfombra para evitar dejar huellas en el camino y escaleras improvisadas para saltar el muro fronterizo, entre otras argucias. Las patrullas colocan botones de pánico en postes plantados en medio del desierto, de la nada, para que los migrantes en situación crítica, pidan auxilio. Los agentes llegan, los detienen y los procesan para ser devueltos a sus países.
El agente Ortiz ha visto cientos de familias en su intento por cruzar; adultos, niños, acompañados y no acompañados, expuestos al calor despiadado durante el día y frío insoportable por las noches. Son condiciones climáticas que provocan golpes de calor e hipotermia en las personas que se someten a ellas. Al igual que Edvin Ronaldo Molina Felipe mueren bajo un arbusto, sin que haya certeza de su identidad. El agente Ortiz cumplió 10 años de trabajo en CBP. Se esfuerza por recordar palabras en español, a pesar de que nació y creció en México, pero ahora está más expuesto a expresarse en inglés. De los 19 mil agentes de la Patrulla Fronteriza en todo el país, más de la mitad son de origen hispano.
En el año fiscal 2024 (octubre 2023 a septiembre 2024), reportó 996,000 hallazgos de personas muertas, según datos oficiales de CBP. De ellos, 76,000 eran guatemaltecos. En los últimos 20 años la cifra aumentó, en especial en la época de verano. En lo que va del año fiscal 2025, han encontrado a más de 118,000.
A más de 400 millas al este de Nogales, Arizona, los agentes de la Patrulla Fronteriza de San Diego, California, confirman el aumento en sus cifras. «Este ha sido uno de los años con más encuentros de personas, cruzando la frontera, en 20 años. De octubre de 2023 a septiembre de 2024, tuvimos 324,360, de más de 140 países», asegura Alfonso Martínez, portavoz de la patrulla fronteriza de San Diego.
Grupos de hasta 200 personas pueden volver hostil el trabajo de la patrulla, explica el agente Jeremías Castillo, con 18 años de trabajo. Dificulta el proceso de detención, procesamiento, transporte y examen médico a cada persona. «Es difícil controlar a tantos», añade, porque no hablan inglés. La mayoría tienen entre 18 y 35 años, de distintos países. «Queremos hacer un trabajo humano, (pero) también quiero ir a casa con mi familia al final del día».
En 2021, la organización Human Rights Watch tuvo acceso a informes internos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) sobre 160 casos de abusos por parte de agentes fronterizos de Estados Unidos. Abusos físicos y sexuales. «En 2017, un agente de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza forzó a una niña a desvestirse y la tocó de forma inapropiada. En 2018, un agente de la CBP golpeó a otro solicitante de asilo con tanta fuerza que lo dejó inconsciente y le provocó edema cerebra», registra el informe publicado.
Existe un proceso interno contra quienes incurren en estas prácticas que no son casos aislados, enfatiza Roberto Ortiz. «No queremos trabajar con personas así».
Reconoce entre los migrantes esas miradas de reproche. «Al fin del día sé quién soy, mi familia sabe quién soy y, con mis compañeros, vamos a hacer lo que podamos para regresar a nuestras casas y sentir que hicimos lo que pudimos por nuestra nación».
En San Diego, además de la frontera, la patrulla vigila el ingreso de personas por el mar, una travesía tan peligrosa como la del desierto. Jaime Ruiz, portavoz del CBP en el lugar, cuenta que al menos una vez al día interceptan un bote. Cifra que aumenta en verano en lanchas de pesca o «pangas» hasta con 25 en un solo bote. El costo por persona es de hasta 18 mil dólares, pese a las condiciones. «Subirse a estos botes no es seguro; sobrecargados, sin chaleco salvavidas muchas veces, con la marea alta, el frío de California que llega a los 50°F (10 centígrados)... es una sentencia de muerte», resume Ruiz. Otros cruzan en lanchas acuáticas igual de peligrosas.
Por tierra o por agua, es arriesgado. Siempre hay un Edvin Ronaldo Molina Felipe que no podrá ser identificado con certeza, mientras su familia espera noticias.
Las muertes que no aparecen en los noticieros
Edvin Ronaldo Molina Felipe (o no) murió en el desierto de Arizona en febrero de 2024, la causa no ha sido determinada. Su cuerpo no tenía heridas visibles. «Probablemente murió debido a la sobreexposición al sol, pero no hay forma de demostrarlo con certeza», dice Gregory Hess, médico forense del condado. Más de la mitad de las muertes en el desierto se registran como causa no determinada porque los encuentran en estado de descomposición. O nunca los encuentran… con el paso del tiempo desaparecen.
Los últimos 11 años, Álvaro Enciso, artista y activista, originario de Colombia, recorre el desierto para ubicar donde localizaron cuerpos de migrantes. Fabrica y coloca cruces en cada uno de estos lugares. Lleva 1,700 cruces para hacer visibles esas muertes, como la del supuesto Edvin Ronaldo Molina Felipe.
Samaritanos de Tucson es otro grupo de personas dedicado a colocar bebida y comida no perecedera en el desierto. Distribuyen filtros de agua para que las personas no beban el agua contaminada de pequeñas pozas utilizadas para ganado. Pero hay quienes están en contra de estas acciones. «Rompen las botellas a propósito, destruyen a balazos las cruces, las arrancan y las venden», denuncia Enciso.
También Humane Borders coloca estaciones de agua en los puntos más transitados del desierto para evitar muertes por deshidratación. Cada tanque de agua tiene una bandera azul que lo identifica a la distancia. En ocasiones, las vacían a balazos. «(Quiénes hacen eso) no son patriotas sino racistas. Cruzar así la frontera es ilegal, pero nadie tiene que pagar con su vida por eso», dice Bob Feinman, miembro de la organización.
Una mañana de noviembre, Enciso y un grupo de voluntarios salieron rumbo a Arivaca y se desviaron hacia el desierto para regresar al lugar donde murió Edvin Ronaldo Molina Felipe (o no).
En 30 minutos de caminata por un sendero lleno de cactus, arbustos y botellas tiradas. Hay una laguna de agua sucia para bebederos de animales, y filtros de agua para los migrantes de paso.
«Estamos aquí honrando la memoria de alguien que tuvo el coraje de dejarlo todo y hacer un viaje peligroso, lleno de incertidumbre», dice Encisco, de 79 años, frente al arbusto seco donde Edvin Ronaldo Molina Felipe (o no), murió muy cerca de la laguna. El médico forense del condado le informa la ubicación exacta de cada cuerpo hallado. Cada martes, el artista vuelve a esos puntos «llueva, truene o relampaguee». Coloca un rosario sobre la cruz de tantos que han muerto en el desierto, tirados entre los arbustos con sus mochilas todavía en hombros.
«La idea es cambiar el paisaje para decirle a la gente: aquí murió uno y otro, gente que no debió morir», es una de sus convicciones. Continuará en su labor porque sabe que las muertes no cesarán. «La gente va a cruzar la frontera pase lo que pase porque es la única opción que tiene. La política migratoria no funciona, no es práctica. Ayuda a que se muera la gente por el desierto», denuncia.
«Me molesta que estas muertes no aparezcan en el noticiero de las 6:00 de la tarde, en los diarios, en los periódicos y que nadie se entere… para muchos esa persona es insignificante», lamenta una vez colocada la cruz. Ni Enciso ni los médicos forenses conocen la identidad real de aquel cuerpo del supuesto guatemalteco. No importa: es una persona que tenía nombre, una familia, planes y sueños, dice. «Seguramente hay una familia que, en cada bautizo o fiesta, tendrá una silla vacía».
La desinformación cobra miles de vidas
La frontera de Estados Unidos no está abierta para la gente indocumentada, insisten una y otra vez los miembros de la Patrulla Fronteriza. Sin embargo, los mensajes que llegan a México y Centroamérica son distintos. Las autoridades estadounidenses, a través de sus consulados, desmienten publicaciones en redes sociales en las que se ofrecen «viajes seguros», temporadas de fronteras abiertas y el paso garantizado hacia Estados Unidos, en fechas cercanas al cambio de poder en ese país.
Pero el cambio de gobiernos no transforma la labor de los agentes en la frontera. «Nuestro trabajo ha sido el mismo desde 1924 cuando empezó la Patrulla Fronteriza: no importa quién esté de presidente, nosotros seguimos las leyes de Estados Unidos», aclara Roberto Ortiz, desde Tucson.
La desinformación provocó la tragedia de 1982 cuando murieron 13 salvadoreños en el desierto de Sonora. Dora Rodríguez sobrevivió al hecho cuando tenía 19 años. Hoy tiene 61. La promesa del coyote para ella y las 35 personas que pretendían llegar a Estados Unidos era de viajar en avión sin problema. Pero los abandonaron en el desierto. «Los guías nos dijeron que, en una hora, el avión que aguardaba por nosotros nos llevaría. Mis compañeras, que venían a Estados Unidos a ver a sus esposos, traían una zapatillas de tacón alto, el cabello peinado… Ninguno de nosotros estaba preparado, éramos muy ignorantes de la tragedia por ocurrir», relata. Rodríguez lleva 45 años en Tucson.
Las autoridades de San Diego, California, también señalan estos patrones de desinformación en las personas que viajan en lanchas, sometidos a bajas temperaturas en las que una persona en promedio puede permanecer con vida apenas 45 minutos. Los traficantes prometen un viaje cómodo en barcos. Grupos de personas han muerto en el mar, al volcarse las lanchas.
Los cuerpos que buscan a su familia
El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), entidad con la que las autoridades en Pima trabajan para identificar cuerpos en estado de descomposición, desarrolló un perfil de ADN para Edvin Ronaldo Molina Felipe (o no), aún buscan a sus posibles familiares en Guatemala. Los cuerpos sin rasgos visibles para ser identificados son sometidos a pruebas de ADN para comparar sus datos con los de potenciales familiares.
De 2018 a la fecha, unos 550 cuerpos permanecen bajo el resguardo de la Oficina del Médico Forense de Pima sin ser identificados. Los familiares en Estados Unidos temen comunicarse con las autoridades forenses por su situación migratoria irregular. Establecer su identidad tiene distintos niveles de dificultad, explica Gregory Hess.
La mayoría eran personas de entre los 20 y 40 años; ocho de cada diez eran hombres. Casi siempre los encuentra en estado de descomposición, lo que dificulta precisar la causa de muerte. Otros cuerpos son hallados en estado de momificación; se endurecen y toman un color oscuro debido a la exposición al sol y frío. De otros, solo encuentran sus huesos, como Edvin Ronaldo Molina Felipe (o no).
Examinan su ropa y demás pertenencias que puedan aportar información; números de teléfono, fotografías, identificaciones, algunos los llevan cosidos entre la ropa. Al supuesto guatemalteco nadie lo reclama. Su ADN y una cruz dan fe de uno de tantos intentos fallidos por llegar a Estados Unidos de manera irregular: el de Edvin Ronaldo Molina Felipe (o no).
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