¡Jallalla Bartolina Sisa!

Estas vivencias forjaron su conciencia política y la llevaron a sumarse activamente a la lucha anticolonial. Su capacidad estratégica, liderazgo y firmeza la posicionaron como comandanta política-militar, desde donde combatió por la libertad y dignidad de las comunidades indígenas. Su figura se consolidó como un símbolo de rebelión frente al poder colonial. El reconocimiento a su legado fue establecido tras el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América en Tihuanacu (Bolivia). 

Bartolina Sisa no fue una víctima, fue referencia y liderazgo político, que desafió al imperio desde su identidad indígena y su ser mujer. Su cuerpo fue torturado y expuesto como escarmiento público, pero su lucha no fue enterrada.

Su historia no es un recuerdo lejano, sino una memoria viva que interpela nuestro presente. En un mundo que sigue criminalizando y deshumanizando a las mujeres indígenas, su legado exige justicia. Bartolina nos recuerda que las resistencias han sido sostenidas por los cuerpos, las voces y la fuerza de las mujeres. Las formas de opresión han mutado, pero persisten: el racismo, el extractivismo, el colonialismo y el patriarcado siguen operando, ahora mediante nuevas estrategias de silenciamiento y criminalización.

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En contextos como el de Guatemala, se utiliza el derecho penal como herramienta de represión política y así castigar la organización comunitaria; y desmovilizar procesos emancipatorios. A causa de esto mujeres como: María Magdalena Cuc Choc ,maya Q’eqchi’,Defensora del territorio en El Estor, Izabal; Sofía Tot, maya Poqomchi’ / Q’eqchi’, Autoridad y defensora del territorio en Purulhá, Baja Verapaz; Anastasia Mejía Tiriquiz, maya Kʼicheʼ, periodista indígena y ajq’ij de Joyabaj, Quiché; Aura Lolita Chávez Ixcaquic, maya Kʼicheʼ, lideresa y activista por los recursos naturales y los derechos indígenas del Qucihé; Roselia de León y Margarita Sebastiana Mejía, defensoras de derechos en territorios mayas, ixil, quiché y san Marcos; ocho defensoras del CCDA de la comunidad Chirrix Tul,Cobán, Alta Verapaz; tres mujeres Autoridades indígenas Ch’orti’ por oponerse a minería en Chiquimula, han enfrentado en carne propia esa opresión judicial. Esta violencia no es solo legal: es simbólica, mediática y estructural.

Algunas personas dirán que «el país ya ha avanzado»  y que «las mujeres indígenas tienen más oportunidades que antes».

Eso es una ilusión institucional. Las estadísticas no borran la discriminación ni la impunidad frente a la violencia ni la brecha estructural entre lo dicho y lo vivido. La presencia no garantiza participación real ni justicia para las mujeres mayas. La resistencia no se mide en cargos públicos, se mide en dignidad, justicia, memoria y autonomía.

Conmemorar a la abuela Bartolina Sisa no es repetir su nombre, es seguir su legado. Por eso, cada 5 de septiembre debe ser un llamado político para recordar que la historia de las mujeres indígenas no es pasado: es presente, es cuerpo, es palabra, es lucha. Frente a la normalización de la violencia, nuestras voces son insumisas. La memoria no muere: resiste y se defiende.