La derecha que existe actualmente presenta una agenda delusoria y un discurso populista. El ultra conservadurismo de la propuesta de partidos de derecha no promete cambios estructurales ni modificaciones a una ecuación productiva que favorece a unos pocos en detrimento del individuo.
Pero no nos engañemos. La izquierda moderada o centro izquierda en Guatemala tuvo su oportunidad y, al acomodarse al statu quo, evidencia ser no más que una pantomima de lo que una agenda de cambios estructurales pudo haber logrado. El único movimiento político en Guatemala que presenta una apuesta de transformación estructural es (o fue en su momento) el MLP. No hay más.
De ahí la necesidad de renovar la conversación en cuanto a rebalancear las estructuras de poder desde la institucionalidad y la democracia. Si la izquierda radical no tiene apoyo de la población, el centro izquierda se diluye en políticas tibias que desvirtúan lo que alguna vez fue la fundación ideológica del (hoy disuelto partido Semilla). Por su parte, la derecha conservadora solo muestra ser un retroceso a un Estado cooptado por mafias criminales, grupos económicos que concentran poder y personajes corruptos, es entonces necesaria una contraparte de la derecha que pueda continuar con una agenda de cambios y transformaciones para el desarrollo integral de la ciudadanía. El péndulo podría oscilar menos, pero seguir un objetivo importante: Desconcentrar el poder de los grupos que históricamente lo mantienen cooptado de facto como de iure.
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Una agenda económica de derecha progresista es posible: Procurar que el individuo sea quien acceda a factores productivos —como capital financiero, tierra y acceso a mercados— es factible al romper con la burocracia estatal. Misma que busca evitar el surgimiento de competencia a conglomerados que se han acomodado a través de privilegios estatales y endógenos. Una reestructuración de ciertas funciones del Estado que hoy solo evidencia incompetencia y mediocridad. La desregulación de trámites y reducción de barreras que impiden a las micro, pequeñas y medianas empresas florecer. El fomento a la Inversión Extranjera Directa, intensiva en capital humano y que promueva la productividad nacional a través de alianzas público-privadas para mejorar la infraestructura productiva pública. La dotación de y acceso a herramientas, entrenamiento y préstamos blandos a artesanos y trabajos hoy manuales para expandir su productividad, la facilitación para formalizar pymes y el fomento a la complejidad económica de actividades que hoy son primarias, son algunas de las políticas económicas que una agenda de derecha debe proponer. La regulación de monopolios y oligopolios de conglomerados que influyen desproporcionadamente en la política económica, fiscal, monetaria y cambiaria del país es fundamental. La agenda de esa derecha fresca y oxigenada puede comprender la diversificación en el comercio global y la aceleración de tratados de libre comercio y una integración sólida con Centroamérica.
En cuanto a agendas de desarrollo social, la inversión en salud universal y en educación de calidad son políticas que permitirán al individuo empoderarse de su propio proyecto de vida, sin depender de lo que sindicatos y gobiernos corruptos no han podido dotar. Promover la libertad del individuo dentro de un marco de responsabilidad hacia el entorno ambiental, social y cultural es posible.
Como corolario, la derecha en Guatemala puede ser diferente a lo que hoy se pinta como neofascista a la Trump, que busca proteger a toda costa los privilegios que mantienen a mafias criminales, personajes corruptos y grupos de poder que han mantenido concentrada su influencia y dominio en el país.
La «vieja derecha» ya huele a rancio. Una derecha joven, renovada, oxigenada y con ideas frescas, sin corrupción ni vínculos con las mafias es necesaria en Guatemala.
Esa nueva derecha es posible y necesaria, no digamos en muchas otras partes del mundo hoy polarizado en extremos radicales.
Sin embargo, esa derecha renovada, oxigenada y novedosa será catalogada como Izquierda.
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