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Escuela Rafael Rosales, en Jocotenango, Sacatepéquez.

Cáncer acecha en centros educativos: 518 podrían tener techos de asbesto

«No nos han informado de problemas cancerígenos. De haber sabido, hubiéramos cambiado (el techo) cuando se dio la oportunidad con el remozamiento», subraya Gustavo Hurtarte, profesor de la escuela Rafael Rosales.
«Incluso, exposiciones breves pueden provocar daños a la salud. Los daños son acumulados... Hay un cáncer que es extremadamente agresivo y no tiene corrección», advierte Gustavo Estrada, experto del IARNA.
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Cáncer acecha en centros educativos: 518 podrían tener techos de asbesto

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El Ministerio de Educación proporcionó, vía información pública, un listado de establecimientos que tienen techo de asbesto, en al menos uno de sus ambientes. Este material, según la OMS, puede desarrollar cáncer y afecciones pulmonares en la población expuesta.

A tan solo metros de Antigua Guatemala, uno de los destinos turísticos más frecuentados del país, se encuentra la escuela Rafael Rosales, en la Plazuela Jocotenango. Recibe a diario a 464 niños y niñas que asisten a clases en salones recubiertos con techos de asbesto, un material que, según la Organización Mundial de Salud (OMS), puede provocar diferentes tipos de cáncer y enfermedades respiratorias a largo plazo.

Los menores se distribuyen en 12 salones, de primero a sexto primaria. Juegan, gritan y reciben clases con la inocencia que les caracteriza pero, en medio de la euforia, sus sistemas respiratorios podrían estar siendo gravemente afectados.

«Tenemos más de 12 salones, cuatro mini bodegas y una cocina. (El techo) no se puede cambiar por limitantes del consejo de conservación de Antigua Guatemala, y porque estamos a la par de la iglesia católica. Lo que sí se hizo fue el cambio de algunas láminas en la mayor parte de ese sector y, en los salones, se instaló cielo falso para minimizar el calor, que es demasiado», detalla el profesor de cuarto primaria, Gustavo Adolfo Hurtarte.

El Ministerio de Educación (Mineduc) incluyó a esta escuela como uno de los 518 establecimientos que, a nivel nacional, tienen algún ambiente con techo de asbesto, en respuesta a una solicitud de información pública realizada por Plaza Pública. La OMS define a este material como «un grupo de minerales fibrosos de origen natural que han tenido y siguen teniendo un uso comercial, pero que pueden causar enfermedades graves y la muerte, tanto a los trabajadores como a otras personas expuestas».

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El profesor Hurtarte asegura que en el pasado no ha tenido conocimiento de algún estudiante que desarrolle problemas de salud derivado de la exposición al techo, pero espera que pronto pueda darse un remozamiento.

«No nos han informado de problemas cancerígenos, lamentablemente. De haber sabido, hubiéramos cambiado (el techo) cuando se dio la oportunidad con el remozamiento», subraya.
Este medio, por escrito, buscó la opinión del consejo conservacionista citado, pero al cierre del reportaje no había recibido una respuesta.

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Un problema nacional

A nivel nacional, el departamento con mayor número de escuelas con asbesto (en al menos uno de sus ambientes) es Baja Verapaz, con 85 centros educativos. Le sigue Quiché, con 75; Chiquimula, 79; Jalapa, 62, y Totonicapán, 44.

Esta información fue reportada por las Direcciones Departamentales de Educación, como parte de la solicitud de información pública presentada  al Mineduc.

El uso de este material para escuelas primarias y secundarias es de preocupación global. En Estados Unidos, por ejemplo, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) informó que el asbesto se ha usado, en centros educativos, en baldosas para pisos y cielorrasos, tuberías de cemento-asbesto, papel corrugado para envolver, en aislamiento acústico y decorativo, y en aislamiento de tuberías y calderas.

En estos establecimientos, la EPA recomienda inspeccionar cada edificio en busca de materiales de construcción que contengan asbesto desmenuzable o no desmenuzable; preparar un plan de manejo y controlar la exposición en cada escuela. Así como consultar con profesionales acreditados para tomar medidas que protejan la salud y el ambiente.

«La posibilidad de que un material que contiene asbesto deje escapar sus fibras depende principalmente de su condición. Si el material en estado seco puede romperse con la mano—condición denominada como «desmenuzable» —es probable que suelte fibras, sobre todo cuando sufre daño», señala la EPA.

Gustavo Estrada, coordinador de salud del Instituto de Investigación en Ciencias Naturales y Tecnología (IARNA), de la Universidad Rafael Landívar, explica que la exposición al asbesto puede ser más riesgosa cuando el material tiene más de 20 años de instalación, cuando ha sido expuesto a lluvias o en lugares donde hay mucho tráfico.  

«Incluso, exposiciones breves pueden provocar daños a la salud. Los daños son acumulados. Por ejemplo, en el caso de un niño en una escuela donde hay asbesto, las consecuencias son acumulativas y pueden tardar entre 10, 20 y 40 años en manifestarse. Hay un cáncer que es extremadamente agresivo y no tiene corrección. Es muy serio que niños y adultos se expongan al inhalar», advirtió. 

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El profesional de la salud agrega que, en estos casos, la niñez tiene un grado de vulnerabilidad mayor.

«Los niños respiran más rápido que un adulto, entonces su inhalación de partículas es mayor. Y, como las lesiones son a largo plazo, el techo no solo debería sustituirse, sino evaluar a quienes han estado ahí. Deberían ser evaluados físicamente para descartar fibrosis pulmonar y que sus radiografías estén normales», advierte Estrada.

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Consultado al respecto, el Mineduc respondió, por medio de su oficina de Comunicación Social que, entre las prioridades del programa de recuperación de la infraestructura educativa, se encuentra «la sustitución de techos de asbesto en los ambientes que continúan con esta tipología de techo, por lo que se continuará con los procesos de intervención de centros educativos oficiales mediante el Programa de Mantenimiento de Edificios Escolares Públicos durante el ejercicio fiscal 2026».

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Informaron que algunos centros educativos no cuentan con certeza jurídica. Ello dificulta poder intervenirlos. Sin embargo, «el programa permite hacer una intervención de hasta 75,000 quetzales por establecimiento educativo anualmente».

Remozamientos

Actualmente, el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, a través de la Unidad de Construcción de Edificios del Estado, dispone de 320 millones de quetzales para construir, ampliar y hacer trabajos de reposición y mantenimiento de infraestructura educativa. 

Hasta octubre, se había erogado el 58 por ciento de los recursos y la mayor parte se ha destinado a las escuelas integrales y a las denominadas Escuelas Bicentenario.

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Dentro del listado proporcionado de 518 escuelas que, según el Mineduc, aún tienen techo de asbesto, hay centros educativos cuyo personal refirió que ya se retiró este material años atrás, gracias a aportes privados. 

Entre estos se encuentra la Escuela Ramona Gil, de nivel preprimario en la zona 1 de la ciudad capital, cuya directora, Gabriela Castro, refiere que el techo se cambió hace nueve años con el financiamiento de la Fundación Tigo. 

Otro caso similar es el de la Escuela República de Costa Rica, también en la zona 1 de la ciudad, donde maestros aseguraron que se cambió el asbesto por lámina en los últimos cinco años. 

Por medio de un recurso de revisión, se requirió al Mineduc que depurara el listado, pero indicó que el listado de establecimientos educativos fue proporcionado por las Direcciones Departamentales de Educación y que la información se debe proporcionar en el estado en que se encuentre en posesión de los sujetos obligados.

Por otro lado, establecimientos como la Escuela Rafael Rosales, que aún cuentan con asbesto, esperan que las promesas de remozamiento se cumplan.

«Tenemos una propuesta de construir un segundo nivel por parte de la municipalidad, pero no sabemos si es una promesa de campaña o si realmente se va a realizar. Sería genial, porque necesitamos una ampliación, hay salones que están saturados y el material es muy viejo», afirma.

Mientras tanto, este material reconocido internacionalmente como un cancerígeno de alto riesgo sigue al acecho en más de 500 escuelas del país, según los registros del Mineduc. En algunas, los maestros aseguran que ya no queda; en otras, la comunidad escolar espera desde hace años un remozamiento que demora en llegar. 
 

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