Traducción de las imposiciones de Trump para Guatemala
Traducción de las imposiciones de Trump para Guatemala
En su primera gira internacional, Marco Rubio fue claro en materia de migración: garantizar la cooperación de los países centroamericanos en la recepción de personas deportadas. En Guatemala hubo diálogo con el presidente Bernardo Arévalo –hay quien dice que fueron órdenes– a cambio de proyectos de inversión en infraestructura.
En Guatemala los sismos son comunes. El de la madrugada del 5 de febrero despertó a Marco Rubio, Secretario de Estado de Estados Unidos. «Pensé que me había mareado», bromeó horas después en español con acento cubano, frente a decenas de periodistas en el Palacio Nacional de la Cultura. A su izquierda, el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, lo escuchó.
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El remezón suavizó el momento para dejar caer su mensaje, otro temblor. O eso se temía después de su amenazador comunicado. «Algunos países cooperan con nosotros con entusiasmo, otros no tanto. Los primeros serán recompensados. En cuanto a los segundos, el presidente Trump ya ha demostrado que está más que dispuesto a utilizar la considerable influencia de Estados Unidos para proteger nuestros intereses. Si no que se lo pregunten al presidente Petro de Colombia».
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, se negó a recibir vuelos con migrantes retornados mientras no se garantizara un trato digno a sus connacionales. En respuesta, Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, de un chasquido –o un tuit– aumentó los aranceles en un 25% a los productos colombianos, incluido el petróleo. Petro terminó por ceder. Un precedente para intimidar al resto de países de la región.
La primera gira por Centroamérica del Secretario de Estado comenzó en Panamá de donde salió con la promesa de no renovar el acuerdo de entendimiento que firmó con China en 2017 conocido como la Ruta de la Seda.
El otro tema que lo trajo a visitar Costa Rica, El Salvador, República Dominicana y Guatemala, fue la migración: «Tenemos que trabajar con los países de origen para detener y disuadir nuevos flujos migratorios, y que acepten el retorno de sus ciudadanos presentes ilegalmente en Estados Unidos», resumió, y así fue.
Uno por uno los países aceptaron las condiciones del enviado de Trump.
Para Guatemala, la visita de Rubio dejó saldos favorables, aunque también comprometió al país a enfrentar desafíos que por décadas no ha podido solventar, como la recepción y reintegración adecuada de personas retornadas, según analistas consultados. Como él dijo ese miércoles, «es una visita de tanto impacto, que hubo un terremoto».
Todo en un día
Estuvo 24 horas en las que se encontró con el presidente Bernardo Arévalo más de una vez. Algo que no ocurrió en Costa Rica donde permaneció horas. De los temas que trataron –migración, seguridad fronteriza y combate al crimen trasnacional– Guatemala adquirió varios compromisos con Estados Unidos: aceptar el aumento de un 40 por ciento en vuelos de personas guatemaltecas (en enero de 2025 hubo 35 vuelos) y de otras nacionalidades para su posterior repatriación e implementar una fuerza de tarea de control y protección fronteriza conformada por la Policía Nacional Civil y Ejército de Guatemala.
Recibir personas deportadas de otras nacionalidades, enfatizó el Arévalo, no implica para Guatemala convertirse en tercer país seguro. «El tema del Tercer País Seguro no existe, no fue tratado ni en título ni en contenido, lo que tenemos ahora es un nuevo arreglo migratorio que garantiza condiciones de seguridad y humanitarias para los procesos de repatriación en el caso de los guatemaltecos y para deportación de otras nacionalidades de manera que sigan a sus países de origen».
¿Fueron negociaciones o imposiciones?, se pregunta Helena Olea, vicedirectora de Alianza Américas y abogada de derecho internacional. Lo segundo, respondió. «Desafortunadamente tuvimos el viaje de un Secretario de Estado que recorrió la región imponiendo a cada país sus respectivas condiciones».
El «arreglo migratorio» entre Guatemala y Estados Unidos despierta opiniones distintas dentro y fuera del país.
A Lizbeth Gramajo, antropóloga, politóloga e investigadora guatemalteca, no le sorprende que Guatemala aceptara las condiciones establecidas por Estados Unidos. En todo caso, matiza, es rescatable que dentro de esta conversación no se haya planteado la idea de convertir a Guatemala en un Tercer País Seguro, como sucedió en la gestión de Jimmy Morales. Un acuerdo que según Gramajo implica compromisos muy grandes para Guatemala, más allá de sus capacidades.
Pero el mayor desafío para Guatemala luego de esta visita, advirtió, será garantizar a los guatemaltecos deportados condiciones favorables para que se reintegren a la sociedad. El Plan Retorno al Hogar es la oferta del gobierno para enfrentar la promesa de deportaciones masivas desde Estados Unidos. «Al volver a las mismas condiciones de su país de origen –por las que se fueron– las personas intentarán emigrar de nuevo».
El plan supone hacer un diagnóstico de los perfiles para las personas retornadas. A través de una alianza entre ministerios y sector privado, brindar oportunidades laborales y de desarrollo para los deportados, pero no se ha previsto una reasignación presupuestaria para ejecutar dicho plan, informó la vicepresidenta Karin Herrera.
Gramajo, la investigadora, describe como «mito» que las personas deportadas traen herramientas y habilidades nuevas que facilitarán su inserción al campo laboral porque los perfiles son distintos. «Habrá personas detenidas en la frontera que no estarán en condiciones de sumarse a este plan. Serán como cualquier otro guatemalteco desempleado que piensa irse del país en busca de oportunidades». ¿Cómo hacer para que este programa llegue a los departamentos de los que salen las personas que emigran?, a lo que responde que el plan debe incluir una propuesta para descentralizar la atención a personas retornadas.
Desde que Trump asumió, Guatemala ha recibido nueve vuelos en aviones militares (más los habituales en comerciales) con 589 personas entre adultos y menores de edad acompañados y no acompañados, según el Instituto Guatemalteco de Migración (IGM). En enero de 2025, la cifra de deportaciones superó los 3,000, mientras que en 2024 fueron de 6,424.
En el primer mes de 2025 el número es inferior al del gobierno demócrata, lo diferente es el medio de transporte, aviones militares. Esta práctica tiene un mensaje peligroso implícito, opinó Helena Olea. «Tiene que ver con presentarnos como una amenaza a nivel nacional, decir que estas personas son criminales y son una invasión, es un elemento crítico».
De nuevo: Guatemala recibirá un 40% más de vuelos de retornados. Desde Estados Unidos, la población migrante observó estos acuerdos con preocupación y temor.
«Estamos conscientes de que Guatemala no puede rechazar a los connacionales, no hay manera», explica Edgar Herrarte, miembro de la organización Migrantes por Guatemala en Nueva York. Desde la llegada de Trump sus acciones provocaron temor en la población; a salir a las calles, a la iglesia, escuelas y puestos de trabajo.
Meses atrás, en vísperas de las elecciones estadounidenses buscaron acercamientos con el gobierno de Guatemala para entender cuáles serían las acciones ante las posibles deportaciones masivas. «El discurso y el papel todo lo aguantan. Este plan (Retorno al Hogar) parece una forma de reaccionar cuando ya llegó el problema… Tal vez las intenciones son buenas, pero no sabemos cómo se van a llevar a cabo», agrega.
Benjamín Monterroso, activista guatemalteco en Estados Unidos, destaca el apoyo que recibirá de parte de Estados Unidos en materia de infraestructura. «Siempre hemos querido que Guatemala prospere para darle la oportunidad a las personas en Guatemala y reintegrar a quienes van a regresar en las deportaciones», apunta. El mensaje de aceptar mayores deportaciones es preocupante. «Así no se va resolver el tema migratorio, las deportaciones están sembrando odio y miedo», señala.
¿Cómo EE. UU. compensará los efectos de las deportaciones?
Aunque Guatemala aceptó las condiciones, también pidió.
Los proyectos dirigidos por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) se suspendieron a inicios de año, por órdenes de Trump; sin embargo, recientemente un juez federal ordenó restablecer estas ayudas a países extranjeros. Se trata de programas de crecimiento económico, asistencia humanitaria, seguridad y gobernanza en países latinoamericanos. En palabras de Rubio se encuentran bajo análisis. El mandatario guatemalteco le solicitó restablecerlos.
En conferencia, horas después del sismo que lo despertó, Arévalo tocó el tema: «Agradecemos al secretario Rubio su anuencia para considerar programas prioritarios para el combate al crimen transnacional incluyendo narcotráfico, combate al tráfico de fentanilo, tráfico de personas y seguridad fronteriza».
En compensación a los compromisos adquiridos por Guatemala, Rubio firmó una carta de compromiso para que el Departamento de Estado y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos desarrollen planes para la expansión de dos puertos en Guatemala, además de proyectos para la construcción de carreteras y vías férreas. También le ofreció respaldo político a Arévalo en su lucha por defender la democracia y las instituciones.
«Lo felicito por su compromiso de defender las instituciones de una república y seguiremos trabajando junto a usted para que pueda lograr lo que busca en ese camino», le dijo. Un espaldarazo, según Olea, un gesto insuficiente en materia de migración. La pregunta que se hace es: ¿Cómo Estados Unidos va a compensar los efectos que tendrán las deportaciones? «Cada persona que emigra y envía remesas están ayudando a que el resto de la familia se quede en Guatemala», recuerda.
En vísperas de esta visita oficial, Mauricio Claver, encargado del Departamento de Estado de Estados Unidos para América Latina, explicó la importancia de este viaje. «No hay región del mundo que en temas de migración, seguridad y comercio, afecte más las vidas individuales de cada americano que Latinoamérica, por eso se le está dando prioridad por primera vez en la historia de Estados Unidos», anunció.
Durante la gestión de Joe Biden también hubo un emisor. «Me gustaría ser clara con quienes piensan hacer ese peligroso viaje hacia la frontera de Estados Unidos con México. No vengan, no vengan. Los Estados Unidos seguirá reforzando las leyes y la seguridad en la frontera. Hay métodos legales mediante los cuales la migración puede ocurrir. Una de nuestras prioridades es desalentar la inmigración ilegal. Yo creo que si vienen a nuestra frontera serán devueltos. Desalentemos a nuestros amigos y familiares de embarcarse en un viaje extremadamente peligroso». Textual, el mensaje de Kamala Harris desde el Palacio Nacional de la Cultura, después de reunirse con el entonces presidente Alejandro Giammattei, en junio de 2021.
Ese fue el primer viaje de Harris, con un mensaje similar para México.
El objetivo entonces y ahora siempre ha sido detener la migración irregular. Según Rubio, la propuesta es hacerlo a través de la cooperación de Estados Unidos.
El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Panamá y la República Dominicana pueden verse beneficiadas. «Estas naciones fueron desatendidas por administraciones anteriores que dieron prioridad a lo global sobre lo local y aplicaron políticas que aceleraron el desarrollo económico de China, a menudo a expensas de nuestros vecinos. Podemos revertir esta situación», advirtió.
En una publicación previa a su gira, Rubio anunció: Cuando Donald Trump obtuvo su arrolladora victoria en noviembre, recibió el mandato de poner a Estados Unidos primero, «America First». La gira deja el mensaje de un gobierno que cree tener las condiciones para imponer las reglas del juego. Aunque hubo conversaciones. más fueron imposición.
Desde la segunda llegada de Trump no ha parado de temblar –digamos–, ha habido réplicas: en Groenlandia, en Canadá, en Colombia, en «el Golfo de América», en nuevas órdenes ejecutivas que afectan a la región. Pero como se percata Olea: «Vamos a ver cuantos años le toma a la administración Trump entender que América Primero no funciona si no incluye a todos los habitantes del continente americano».
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