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El presidente Bernardo Arévalo recibió a Marco Rubio, secretario de Estado de los EE.UU. en su primera gira internacional./ Foto: Emmanuel Andrés

McFarland: «Estados Unidos, bajo Trump, confía en el presidente Arévalo»

«(...) me llamó la atención algo: yo no esperaba el espaldarazo que el secretario Rubio le dio al Gobierno y a las instituciones democráticas de Guatemala»
«Aplicarían no solo a los integrantes mismos de los carteles, sino a la gente que los apoya. Por ejemplo, los bancos que les permiten usar sus cuentas»
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McFarland: «Estados Unidos, bajo Trump, confía en el presidente Arévalo»

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Guatemala se alineó con la polémica política migratoria de la Casa Blanca republicana. A cambio, recibe la promesa de apoyo estadounidense para proyectos de infraestructura. En esta entrevista, el exembajador Stephen McFarland revisa la visita de Marco Rubio y los acuerdos logrados; considera que Donald Trump ve en Bernardo Arévalo un aliado «fiable» para avanzar intereses compartidos.

Los gobiernos de Bernardo Arévalo y Donald Trump se estrecharon la mano. Este 5 de febrero, en la primera gira de Marco Rubio como secretario de Estado, ambos países anunciaron en el Palacio Nacional de la Cultura los compromisos que hicieron para mantener una relación diplomática.

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En la conferencia de prensa, Arévalo informó que Guatemala acogerá más vuelos de migrantes deportados de EE. UU. en el territorio nacional (alrededor de seis adicionales a los 14 que suelen entrar cada semana). Además de connacionales, recibirá a extranjeros que serían repatriados a sus países de origen. En paralelo, Rubió ofreció el respaldo del ejército estadounidense para expandir dos puertos y construir otros proyectos de movilidad en el país, incluyendo el metro capitalino.

En el evento, el secretario estadounidense dejó entrever su apreciación del gobierno semillista. En sus intervenciones, felicitó a Arévalo por «su compromiso con la democracia» y mencionó que EE. UU. aún no ha discutido ni contemplado cambiar las sanciones impuestas a personas «corruptas» en Guatemala, heredadas por la gestión de Joe Biden. La fiscal general Consuelo Porras, quien intentó anular los resultados de las elecciones que ganó Arévalo en 2023, figura en esa lista.

Para el diplomático estadounidense Stephen McFarland, embajador en Guatemala de 2008 a 2011, el encuentro entre ambos funcionarios deja bien parado al Ejecutivo, que recibe la oposición de otros poderes estatales en el país.

Esta es la conversación que sostuvo con Plaza Pública después de la visita de Rubio:

―Ante la prensa, Arévalo afirmó que los migrantes extranjeros que vendrán a Guatemala en los vuelos de deportados serán trasladados a sus países natales, aunque no detalló cómo. ¿Es esa una buena negociación, considerando que en 2019 Jimmy Morales sí permitió que estos migrantes se quedaran en nuestro territorio para tramitar solicitudes de asilo en EE. UU.?

―Yo creo que es bastante razonable porque el gobierno de Arévalo comenzó hace un año con EE. UU. aumentando el número de deportados a todos los países. Eso no comenzó hace dos semanas. Eso comenzó hace diez o 12 meses.

Si las negociaciones son concesiones, creo que estamos hablando de países que tienen diferentes posiciones de poder. Este resultado es el proceso de una conversación. Todo indica que se condujo bajo el concepto del respeto mutuo y de buscar apoyar a los intereses de los dos países, no solamente de uno.

―Biden, el antecesor de Trump, ve la corrupción en la esfera pública como una de las causas de la migración guatemalteca hacia EE. UU., ¿cómo diría que la percibe Trump?

―Todavía estamos en un período temprano, pero me llamó la atención algo: yo no esperaba el espaldarazo que el secretario Rubio le dio al Gobierno y a las instituciones democráticas de Guatemala. En la conferencia de prensa, tanto el presidente como el secretario enfatizaron la importancia de la democracia y la suprema dificultad de sostenerla.

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Me pareció que eso fue mucho más que un saludo a la bandera por parte del secretario Rubio. Él conoce la región, entonces no creo que le sorprenda que la corrupción haya sido un factor determinante y desestabilizador en la política guatemalteca. Si EE. UU. efectivamente se pone a cooperar en estos proyectos de puertos, el factor corrupción va a ser un factor limitante. Por eso, yo creo que hay otro tono, pero el mensaje [sobre la corrupción] no es tan distinto como algunas personas en Guatemala y en EE. UU. decían que iba a ser después de la victoria de Trump.

―¿De quiénes habla en Guatemala?

―Personas que son no solamente adversas al gobierno de Arévalo (porque la oposición es un derecho), sino también las que insisten que ganó por fraude, que todos sabemos que no fue así. También las personas que no desean que el presidente pueda escoger a una persona que no sea afín a la actual fiscal general cuando termine su período en 2026.

―Antes usted decía que el espaldarazo que Rubio dio a la democracia fue «más que un saludo a la bandera». ¿Qué quiso decir el secretario entonces?

―No sé hasta qué punto lo podamos interpretar, pero esto indica que él tiene buena inteligencia sobre la situación política actual en Guatemala. Recuerde que es hijo de emigrantes cubanos, así que no es amigo del autoritarismo. Y no todos los autoritarismos son de izquierda. Me parece que refleja que él piensa que el presidente Arévalo es una persona con la cual EE. UU. puede tener una excelente relación diplomática. Por eso resalta el vínculo con los principios democráticos. Es importante, no es casual y es un mensaje bastante fuerte para distintos operadores políticos.

―Conversemos sobre esos operadores, empezando por la oposición. Esta perspectiva de la Casa Blanca, ¿en qué posición deja a la fiscal general Consuelo Porras en el tablero político? Arévalo la acusa de socavar la democracia y proteger a corruptos, pero ella lo niega.

―Hay que reconocer que, en su mensaje, Rubio no mencionó a la fiscal. Ni para apoyarla ni para criticarla. Pero, en el contexto guatemalteco, hay que examinar lo que el secretario dijo y no dijo. Entonces, lo que no dijo fueron elogios hacia ella. Tampoco repitió las críticas en cuanto a la elección de Arévalo. En realidad, habló muy bien del presidente. Yo creo que ese es un mensaje de confianza tanto en el sistema democrático como en el actual mandatario. ¿Podría EE. UU. cambiar de posición sobre algunas de las visas canceladas? Podría ser. Pero yo creo que lo más importante de la visita de Rubio es que EE. UU., bajo Trump, confía en el presidente Arévalo.

―Porras fue invitada por las bases del Partido Republicano en Florida a las actividades de la toma de posesión de Trump en enero. Dos representantes del Ministerio Público viajaron, pero no pasaron de tomarse fotografías con funcionarios. ¿Qué se puede inferir sobre la relación entre Trump y Porras?

―El presidente Trump, como todos, tiene tantos temas compitiendo por su atención que probablemente no está pensando demasiado en Guatemala. Pero sí va a prestar atención a lo que diga Marco Rubio cuando regrese, que creo que va a ser un un mensaje muy positivo [sobre el Gobierno].

Todos sabemos que los aliados de la fiscal general están tratando de acercarse a la nueva Casa Blanca. Así que no me sorprende que hayan conseguido esas invitaciones. Pero la institución del gobierno norteamericano más importante en términos de enmarcar la realidad política externa es el Departamento de Estado. Eso pasa por la gente de Marco Rubio.

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Hay que recordar que Trump tiene mucho de conservador, pero es un conservador selectivo. No es tan ideológico como algunos piensan. Entonces, yo creo que, para él, prima cierto pragmatismo. De ahí su capacidad, por ejemplo, de llegar a un acuerdo con Nicolás Maduro para liberar a los estadounidenses detenidos en Venezuela. Lo logró a pesar de que Maduro es un dictador de izquierda. De ahí también viene la capacidad de Trump de entablar una relación respetuosa, pragmática y productiva con una democracia liderada por Arévalo. Si bien todo puede pasar en la política, creo que por ahora el balance tiende hacia el presidente.

―¿Por qué Marco Rubio incluyó a Guatemala en su primera gira en el extranjero como secretario de Estado?

―El mero hecho de visitar algunos países señala la importancia de esos territorios o de los temas asociados con ellos. Aquí hablamos de migración, China y el crimen transnacional. También creo que, en estos países, EE. UU. tiene la posibilidad de llegar a acuerdos bastante cómodos. No es el caso de países como Honduras, que en el último año ha sido relativamente difícil.

―En enero, Arévalo dijo a la agencia de noticias AP que Guatemala es «uno de los pocos socios fiables de EE. UU.» en Centroamérica. ¿Por qué afirmaría eso cuando Rubio también viajó a Costa Rica, Panamá y El Salvador? ¿Qué tiene de particular Guatemala?

―Lo que sucede es que hay una mayor migración de Guatemala hacia EE. UU en comparación con El Salvador o Costa Rica. Aparte, por su ubicación geográfica, Guatemala es más importante para los migrantes de otros países porque está más cerca de la frontera con México. En cuanto al narcotráfico, hay mayor presencia de cárteles mexicanos en Guatemala que en El Salvador.

De esto último surge una cuestión interesante con la orden ejecutiva de Trump para declarar a los carteles de narcotraficantes como grupos terroristas. En EE. UU., eso abre el abanico de condenas y persecución. Aplicarían no solo a los integrantes mismos de los carteles, sino a la gente que los apoya. Por ejemplo, los bancos que les permiten usar sus cuentas. No es poca cosa. Va a ser interesante cómo implementan eso más allá de México.

―Los primeros días de la gestión de Trump provocaron reacciones fuertes por parte de gobiernos latinoamericanos. Honduras amenaza con cerrar una base militar estadounidense, México quiso imponer aranceles de vuelta a EE. UU. y Brasil y Colombia condenaron la forma en la que sus migrantes han sido deportados. ¿Por qué Guatemala no tomó una posición confrontativa y pareció más bien callada ante la nueva Casa Blanca?

―Es una combinación entre las situaciones de esos países y las personalidades de sus presidentes. Pienso que no es que Arévalo no quiera defender a Guatemala, sino que más bien es el que quizás mejor se ha preparado para responder al triunfo de Trump. Semilla tenía contactos con el Partido Demócrata y el Partido Republicano. Vamos a ver qué más pueden conseguir. Arévalo también tiene a su favor la relación con Taiwán e Israel. Quizás sea una sorpresa para los guatemaltecos, pero es una posición bastante sólida.

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―¿Qué estaría en juego para la población guatemalteca si la relación Trump le pierde confianza a Arévalo o su relación se vuelve tensa?

―Si EE. UU. descubriera que el presidente es socio de los grupos de la corrupción o no es sincero, es difícil construir un escenario. Yo creo que un escenario donde sí hay que hacerse preguntas es qué pasaría si hubiera un intento más serio para derrocar al presidente.

―¿Qué pasaría?

―Me parece que en la medida que el gobierno norteamericano confíe en el compromiso de Arévalo, van a querer apoyar a un socio. Honestamente, yo no esperaba el elogio que Rubio le dio acerca de la democracia. Es un mensaje importante cuando un secretario de Estado habla tan detenidamente sobre algo. Por ahora, EE. UU. tendría una fuerte preferencia por mantener las instituciones democráticas.

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