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Amparo Marroquín Parducci: Bukele quiere vender una economía más «caliente» de la que existe

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Amparo Marroquín Parducci: Bukele quiere vender una economía más «caliente» de la que existe

Ilustración: Lionel Fock
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La doctora en filosofía iberoamericana, Amparo Marroquín Parducci, explica cómo el presidente Nayib Bukele, pese a sus logros en el combate a las pandillas, afronta una posible caída de popularidad debido a una creciente crisis económica.

«Creo que es la primera vez que tenemos reunido en este lugar unas 15 veces el PIB del país», bromeó el mandatario Nayib Bukele ante unos 50 de los empresarios más prominentes de América Latina, a quienes recibió en la Casa Presidencial en febrero de 2025.

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Bukele, quien modificó la ley salvadoreña para lograr su reelección y extender su mandato, entiende que la llegada de nuevas inversiones por parte de sus invitados podría transformar el país. Cada día, lo persiguen los persistentes niveles de pobreza y de migración en El Salvador.

En esta entrevista con Plaza Pública, la académica Amparo Marroquín Parducci profundiza en las tensiones entre el discurso oficial y las condiciones económicas reales de la ciudadanía salvadoreña, así como el papel que juega la élite empresarial en las estrategias discursivas de Bukele. También recalca la poca sostenibilidad del modelo económico que, hasta hoy, mantiene a flote a El Salvador.

―En sus redes sociales, Bukele vendió esta reunión como «el siguiente paso» de su plan para gobernar El Salvador. ¿A qué se refiere?

―Tenemos que situar esta reunión en el contexto del segundo mandato de Bukele, en el que el presidente ha sido muy popular gracias a un logro en seguridad. Este ha sido muy importante y ha transformado buena parte de la vida cotidiana de la sociedad salvadoreña, y creo que es lo que le permite llegar a la reelección.

Sin embargo, nunca en los últimos diez años habíamos tenido tantas personas situadas por debajo de la línea de pobreza como al cierre de la primera presidencia de Bukele. Es decir, al mismo tiempo que conseguía un logro en seguridad, la situación económica de las personas venía fragilizándose cada vez más.

Entonces, desde el inicio de su segundo mandato, Bukele tenía claro que su éxito en seguridad tiene un bono limitado en la medida en que las condiciones económicas de la gran mayoría de la población salvadoreña no se solventen. De hecho, la vida cotidiana en El Salvador se ha resuelto, para muchos, por las remesas.

Es decir, tener salud y educación en El Salvador no es algo que se consigue gracias a una preocupación del Estado, sino gracias a los altos niveles de migración que desde siempre hemos tenido, así como sucede en Guatemala y en Honduras. Ese es el punto de partida: una situación económica que es cada vez más agobiante.

―¿Tienen medido esto en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA)?

―Hay una presión económica que hemos venido identificando. La encuesta que nosotros tuvimos en diciembre de 2024 evidencia que aproximadamente ocho de cada 10 personas no tienen para terminar el mes. Es decir, piden prestado, consiguen remesas o logran el apoyo de alguna persona que no es del núcleo familiar. Además, el estudio nos revela que ocho de cada 10 personas han tenido que disminuir su ración de alimentos diarios. Eso es muy preocupante.

―En su discurso de toma de posesión, Bukele ya anunciaba que se iba a enfocar en la economía y que iba a tomar medidas duras para mejorarla.

―Sí, y él juramenta a las personas que están en la plaza para pedirles que, sin importar lo que pase, que confíen en él y no cuestionen las medidas que va a tomar. ¿Qué es lo que ha pasado en el transcurso del primer año de la segunda presidencia de Bukele? Ha habido despidos de instancias estatales y desplazamientos forzados de vendedores ambulantes. No solo del centro de la capital de San Salvador, sino de distintos centros que el presidente sostiene que se están recuperando para el turismo. Hay muchas personas que se están viendo afectadas en sus ingresos, así sean informales.

Este es un contexto que debemos entender: la gran popularidad que ha tenido el presidente Bukele se está viendo desgastada. No voy a decir que ya no hay apoyo porque para nada es así. Pero que se está viendo desgastada de una manera mucho más acelerada de lo que los analistas pensaban. Y eso tiene que ver con una situación económica muy agobiante para la mayoría.

―Entonces, ¿por qué organizar una reunión con la élite empresarial de América Latina?

―Esa es la duda. Es decir, ¿son los empresarios los que hacen plata? Eso es lo que Bukele ha venido sosteniendo desde siempre. Uno de los grandes razonamientos de la población salvadoreña para respaldar al presidente es que es un empresario, que sabe hacer dinero. A través de la reunión, Bukele intenta lanzar una llamada privada a buscar inversión, pero también hace un gesto público de decirle a la ciudadanía que hay muchas personas que saben hacer plata y que están dispuestas a invertir en El Salvador.

―En su mensaje a los empresarios, Bukele no anunció ninguna inversión nueva para El Salvador. Como Plaza Pública, preguntamos a su equipo, pero nos respondieron que «no tenían más» que el discurso. Me pregunto si la junta buscaba un propósito más comunicacional, de imagen. Usted, ¿qué piensa?

―El presidente es particularmente discursivo, siempre ha tenido una narrativa que no necesariamente está asociada con la política pública real. Es decir, una cosa es cuando él dice que somos el país más seguro del mundo, otra cosa es la política real. Podríamos pensar que es como cuando tenemos una temperatura y una sensación térmica. Decimos que estamos a 28 grados, pero sentimos un gran calor como si fueran 32. Entonces, de alguna manera, el presidente Bukele tiene una realidad que sería la temperatura, pero la sensación térmica es lo que consigue comunicacionalmente y lo que la gente percibe.

Así, nos percibimos como un país en bonanza, pero los números reales nos dicen otra cosa. Si nosotros vemos el discurso del señor Gutiérrez, que además se retuitea y se multiplica a través de las redes oficiales del Gobierno acá, él en esa breve intervención dice que su corporación está dispuesta a seguir invirtiendo en El Salvador. Si eso se va a concretar o no, no podemos saberlo ni medirlo en este momento, pero funciona muy bien como una palmada en el hombro para el presidente.

―En sus declaraciones, Gutiérrez llama outsider a Bukele y dice que la política latinoamericana necesita más outsiders y empresarios que sepan «lo que cuesta el dinero». ¿Se puede comparar la gestión de una compañía con el manejo de un Estado como El Salvador?

―No, porque la empresa lo que busca son ganancias económicas. Eso está bien, pero las empresas necesitan tener contrapesos estatales para asegurar que esos réditos cumplen con los derechos humanos y tienen ciertos límites sociales, y que los empresarios invierten parte de su dinero en impuestos y contribuyen al bien común de la gran mayoría de la sociedad.

En general, las empresas no hacen eso voluntariamente. Tiene que haber un ente regulador que legisle para todos los ciudadanos. Es decir, no podemos tener una sociedad que se rige por las leyes de la empresa, y eso ya el Salvador lo probó durante 20 años. Salimos de esas dos décadas de gobiernos empresariales con una gran cantidad de población en condiciones de pobreza, con una gran cantidad de población emigrando porque no había manera de tener empleo en El Salvador.

―Me llama la atención que Bukele invitó a la reunión a la élite empresarial de toda América Latina. ¿Cómo se lleva con la élite salvadoreña?

―Bukele ha tenido algunos encuentros desafortunados, sobre todo con la ANEP, que es la Asociación Nacional de la Empresa Privada en El Salvador. Es el equivalente al Cacif en Guatemala. Sin embargo, también cuenta con el visto bueno de al menos cinco grandes familias muy importantes en El Salvador, como los Regalado, los Poma y los Kriete.

Entonces, yo diría que hay una élite que está apuntalando al presidente y luego hay otro grupo empresarial que, en cambio, ha sido señalado por el presidente. Pero me parece que esto tiene que ver, en buena medida, con el distanciamiento que Bukele hizo discursiva y simbólicamente en su primer período, cuando tachó a los empresarios afines al partido Arena, el que gobernó por 20 años el país, de ser parte de un grupo corrupto. La ANEP siempre trabajó muy de la mano con el partido Arena.

―¿Diría que la invitación a la élite económica latinoamericana también es un intento de decir: «No necesito a los empresarios salvadoreños»?

―Yo creo que no. Más bien, me parece que la intención es decir: «Necesito capital de fuera». El Salvador no es un país de recursos ilimitados, no hay demasiado capital. No es Brasil, pero tampoco Guatemala u Honduras. El territorio de El Salvador es muy pequeño.

Y, en el fondo, si nosotros lo pensamos de manera más pragmática, el modelo económico que ha venido funcionando en los últimos 20 años es un modelo de exportación de personas. Nosotros no tenemos grandes cultivos, terrenos, no tenemos grandes espacios para ganadería. No hay recursos naturales. Las remesas aportan más al PIB de El Salvador de lo que el canal de Panamá aporta a Panamá. La economía de El Salvador dependía del café y pasó a depender de las remesas. Entonces, si en este momento tenemos a un presidente estadounidense como Donald Trump que puede cerrar la posibilidad de las remesas, hay que buscar otras alternativas.

―¿Y qué pasó con el bitcoin como medida para atraer inversión? Bukele lo promovió en 2021 y los diputados incluso lo aprobaron como moneda oficial.

―Las criptomonedas no terminan de ser una alternativa estable. Son demasiado volátiles. Además, para conseguir un préstamo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), Bukele tuvo que limitar muchísimo la posibilidad de hacer negocios y transacciones a través de bitcoin.

―¿Esta es una de esas muestras de que la temperatura para Bukele es en realidad más baja de la sensación térmica que quiere vender?

―Sí, en efecto. El presidente Bukele y sus aliados en la Asamblea Legislativa ya revirtieron la ley que convirtió al bitcoin como moneda obligatoria para las transacciones. Se fue para atrás.

―Regresando a la élite económica local, ¿estos empresarios suponen un obstáculo para el plan económico de Bukele? ¿Son aliados hoy?

―Es una relación llevadera en este momento y ya no se mira en ningún momento ningún tipo de cuestionamiento, ni siquiera de parte de la ANEP, hacia las distintas medidas que está tomando el presidente.

El candidato que fue opositor de Bukele en su primera elección fue Carlos Callejas, quien es un empresario muy importante de una cadena de supermercados. Él estuvo ahorita en esta reunión, y la familia Callejas es otra de las que han mostrado su apoyo y que han dicho que el país va por buen camino.

Entonces, yo miro que la relación de Bukele en este momento con el empresariado salvadoreño es cordial. Es lo que se nos muestra, al menos.

―A pesar de las acciones antidemocráticas que muchos identifican en el gobierno bukelista, ¿no?

―Lo que nos tocaría es preguntarnos si realmente la clase empresarial centroamericana es democrática o no. Creo que hay empresarios que lo son, pero podemos vernos en el espejo de Nicaragua: mientras a los empresarios la ganancia se les mantiene, pues no pasa mucho si estás en un Estado totalitario o en un Estado democrático.

De hecho, un Estado totalitario a veces te facilita el asunto porque las decisiones se toman de una manera muy vertical y mucho más rápida de lo que puede suceder en un país democrático, en donde la burocracia tiende a crecer. Por ejemplo, con procesos que controlan la manera de asignar las licitaciones. En el caso de El Salvador, se quitaron las cortapisas que antes existían para garantizar que los negocios fueran públicos y transparentes.

―¿Qué podemos esperar que Bukele haga para mejorar la economía de El Salvador en los años que le quedan como presidente, si no intenta perpetuarse en el poder?

―En este momento, no miro claridad en el plan económico de Bukele. Hay mucha claridad en términos comunicacionales, simbólicos, eso sí. Pareciera que, en este momento, hay una apuesta importante por el turismo, pero tampoco termina de levantar la economía, que sigue siendo el gran dolor de cabeza del presidente. La reunión con empresarios fue bastante positiva, pero para la evaluación comunicacional de Bukele.

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