Alguien en Twitter escribía que una tragedia opacaba a la otra y así sucesivamente. Ni siquiera podemos superar un desastre porque llega otro, vivimos en constante alerta y eso nos agota, nos cansa. Lo sucedido en Quetzaltenango poco a poco se ha ido silenciando, así como toda nuestra historia y dolor. Ahora, los nuevos hundimientos en Villa Nueva nos recordaron el primero, en donde expertos indicaban que el lodocreto utilizado, que fue, además de inútil, un robo descarado por parte de la municipalidad de Javier Gramajo, pondría en riesgo otras áreas por donde atraviesan los colectores. Hoy, hasta el momento en que escribo este texto, Helen Mishelle Mejía Choz junto a su madre, Olga Emilia Choz Ulin, continúan desaparecidas.
Ese accidente pudo haber sido evitado si tan solo tuviéramos autoridades competentes, y, sobre todo, realmente interesadas por la vida de las personas, por nuestra vida.
Ese panorama de agujeros, derrumbes y desastres es un augurio. No solo en la ya terrible oferta electoral de Guatemala estamos observando las más asquerosas alianzas, tal como la de Valor y los Unionistas con Zury Rios, Alvaro Arzú y Sandra Jovel, sino también acabamos de conocer cómo el Tribunal Supremo Electoral (TSE) evadió una ley de compras que les permitió adquirir el software y equipo necesario para el proceso electoral del 2023. La tecnología que adquirieron será la que contenga el registro de los electores, realizará el conteo de votos y emitirá los resultados de los postulantes que ganen o pierdan las elecciones en todos los cargos públicos, incluyendo alcaldías, diputaciones, presidencia y vicepresidencia. Es decir, acaban de comprar el sistema que puede garantizar que la participación ciudadana específicamente para las votaciones, sea o no transparente. Según el comunicado de organizaciones de sociedad civil, la empresa que se escogió para proveer estos servicios está registrada en las Islas Vírgenes y su sucursal fue inscrita en Guatemala el 16 de junio de este año y precalificada como proveedor del estado apenas el 6 de septiembre, un procedimiento acelerado que genera muchas preguntas.
Este mismo TSE suscribió un convenio de cooperación con el Ministerio de Defensa para el intercambio y transferencia de documentos, datos e información, se supone, con el objetivo de que los militares queden debidamente excluidos del padrón electoral tal y como lo garantiza la Ley electoral y de partidos políticos, sin embargo, esto no se había suscrito antes porque nunca había sido una necesidad sentida, lo cual levanta sospechas tras la ya conocida criminalidad del ejército de Guatemala.
Parece que ya no hay institución que no esté cooptada. Mientras tanto, aquí estamos todos los días resistiendo a que «la mala suerte» no nos toque a nosotros, pero la mala suerte ya nos tocó y nos seguirá tocando mientras continuemos inmóviles. La mala suerte en Guatemala tiene nombres y apellidos.
Hay hundimientos como los de Villa Nueva que impactan, porque encima del dolor y el clamor de las familias afectadas, atraviesan la vida caótica capitalina, así como es el caso de las grietas en Carretera a El Salvador o la ruta interamericana donde se movilizan tráileres cargados con mercancías. Pero el país no es solo la capital, ni mucho menos solo el comercio.
El país también es Asunción Mita, a quienes el gobierno de Alejandro Giammattei burló publicando un comunicado donde desconocía la consulta municipal a pesar de que más de 8,000 personas participaron y más de 7,000 votaron por el «no» sobre las actividades mineras en su territorio. El país también es San Andrés Sajcabajá donde el presidente llegó a entregar un bono por Q400 a una señora de 117 años y piensa que es suficiente, que ya se lavó las penas. El país también es Panzós, donde por tercera vez en el año las inundaciones destruyeron sus siembras y sus hogares. El país también es San Mateo Ixtatán que tiene el mayor porcentaje con niñez desnutrida de manera crónica.
Este es el país de la eterna condena, atravesado por el dolor que pudo ser prevenible, por la carencia, por la ineptitud e inoperancia, por la corrupción, el racismo, la desigualdad y la misoginia.
Más de este autor