Dentro de las muchas voces que se alzan, algunas acusan a la caravana de migrantes de ser un instrumento de desestabilización política. ¡Como si un fraude electoral no lo fuese!
Desde mi experiencia reciente como investigador de temas socioeconómicos en Honduras, permítanme aportar algunos datos que explican por qué han migrado nuestros hermanos hondureños.
Según cifras de la Secretaría de Finanzas, hasta antes del golpe de Estado en 2009 la tasa de ejecución del presupuesto del sector salud estaba por encima del 90.0 %. Entre 2010 y 2013, esta cayó al 72.6 %, de modo que en buena medida se privó a la población del acceso a la salud. La compra de medicamentos se vio tan afectada que en 2014 se constituyó un fideicomiso para su adquisición. Por cierto, este instrumento ha sido catalogado por la Alianza para una Sociedad Justa (ASJ, el capítulo de Transparencia Internacional en Honduras) como un instrumento que adolece de falta de planificación y de análisis de riesgo y que guarda hermetismo en la elaboración de los pliegos de condiciones. Adicionalmente, el banco fiduciario no pudo opinar sobre el diseño del contrato, pero sí tuvo que firmarlo (véanse las páginas 26 y 31 del informe de la ASJ). También hay que recordar que fue en ese período cuando sucedieron los desfalcos al seguro social y a la Secretaría de Salud.
En materia educativa, las cifras de las encuestas de propósitos múltiples de 2010 y 2013 revelan que el número de adolescentes entre 12 y 17 años de edad que estaban fuera de la escuela aumentó de 422,539 a 578,150, es decir, más de 100,000 adolescentes abandonaron la escuela en tres años.
Asimismo, las cifras de las encuestas de propósitos múltiples de 2013 y 2016 revelan que la cantidad de alumnos beneficiarios de la merienda escolar había disminuido de 1,108,748 a 684,090. En otras palabras, en tres años se privó de alimentación escolar a 424,658 niñas y niños.
Adicionalmente, según cifras del censo de infraestructura de la Secretaría de Educación, en 2014 solo una de cada cuatro aulas del departamento de Gracias a Dios tenía pizarra y solo una de cada tres escuelas tenía servicio sanitario para sus alumnos.
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En cuanto al tema migratorio, este no es nada nuevo para los hondureños. Según cifras de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, solo en 2014 fueron capturados en esa frontera un total de 18,244 adolescentes «migrantes no acompañados». Y recientemente, en el período de octubre de 2017 a agosto de 2018, van capturados 9,830 de ellos, así como 33,123 unidades familiares.
Respecto a la seguridad ciudadana, un informe de Save the Children indica que, en 2015, ¡Honduras tenía la mayor tasa de homicidios de menores de edad en el mundo! (32.8 por cada 100,000). Asimismo, dicho informe ubica a este país en la posición 142 de 172 países en el índice de peligros para los niños.
Por último, un estudio revela que, entre 2007 y 2013, Honduras únicamente incrementó la inversión per cápita en cada niña o niño en un centavo de dólar (valores constantes).
Seamos serios: la caravana de migrantes no es un instrumento desestabilizador. ¿Cómo no van a huir los hondureños de su país si en 2016, cuando yo visité la escuela Francisco Isaula, en la comunidad de La Peña, en el departamento de La Paz, la única biblioteca que tenían las niñas y los niños había sido donada en 1994? ¿No son suficientes razones para huir masivamente?
Por último, estimado lector, con base en lo anterior se puede caer en el error de considerar como único responsable de esta tragedia a los gobiernos hondureños de 2009 a la fecha. Sin embargo, no hay que olvidar el papel que ha jugado la política exterior estadounidense en el golpe de Estado de 2009 y en el fraude electoral de 2017. ¿Se acuerdan de Guatemala en 1954 y de El Salvador y Nicaragua en los años 1980?
Si Donald Trump no quiere migrantes, debería apoyar decididamente la lucha contra la corrupción en el Triángulo Norte.
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