El político era aquel que ponía a un lado sus intereses personales por el bien de una comunidad política. Era un sacrificio, puesto que dejaba de invertir su tiempo en actividades de lucro personal, de orden familiar y de ocio para atender las necesidades de personas desconocidas. Salvo algunas excepciones, como en todo, el político era un servidor por excelencia que tenía que identificar y balancear las prioridades entre los diferentes reclamos de la población que llegan a su despacho.
Lejos han quedado esos días en que la corrupción era una excepción, en que los políticos ocupaban puestos públicos para servir y no enriquecerse, para atender las necesidades ajenas y no las propias. Este, tristemente, es el caso de Guatemala en el que la norma es primero ganar las elecciones a como dé lugar y después “darle riata” al cargo público visto como una piñata. Para corroborar esto no es necesario esperar a ver qué hacen los políticos una vez electos o nombrados para ocupar un cargo. Esto puede verse desde ya con las declaraciones que hacen.
Repito que no son todos, hay mujeres y hombres que son consecuentes con lo que ofrecen, con los planes de gobierno de sus partidos y con los principios ideológicos que pregonan, pero lamentablemente son la excepción. La norma son una serie de personajes cuyas declaraciones solo nos permiten catalogarlos como ineptos o sinvergüenzas.
Posterior a la decisión de Sandra Torres de divorciarse del presidente Álvaro Colom, el ex secretario de la Sepaz y “mano derecha” de Torres, Orlando Blanco, dijo en una entrevista que “la moral en la política hay que separarla” después de llamar “moralista” a la entrevistadora cuando esta le cuestiona sobre el divorcio de la entonces pareja presidencial. Eso contrasta con lo dicho por el secretario general del partido oficial, Jairo Flores, quien la semana pasada declaró sobre el millón 137 mil firmas que apoyan la candidatura de Torres aduciendo que estás “más que un valor legal, tienen un valor moral, un valor humano y de respaldo”. ¿Qué papel desempeña la moral entonces? Si no les favorece hay que “apartarla” de la política, pero cuando sí les favorece entonces sí tiene “valor”. ¿A qué se deben estás declaraciones? A un lapsus de ambos dirigentes que los contradice sobre el tema de la moral en la política, reflejando así una ineptitud para tratar el mismo. O no es un lapsus, sino una simple sinvergüenzada.
Lo mismo pasa con todos los candidatos que buscan reelegirse en su cargo como diputados o alcaldes ofreciendo una serie de cosas que fueron incapaces de realizar en sus cuatro años de “servicio”. Señores, ¿ustedes son ineptos o sinvergüenzas? Entiendo que se necesita cierta dosis de populismo para ganar unas elecciones, pero a ustedes se les va la mano. El señor Alejando Sinibaldi, por ejemplo, ofrece una ciudad más “segura y humana”. ¿Cómo?, no sé. Lo que si sé es que como diputado en estos últimos cuatro años no propuso nada para lograr ni una Guatemala, ni una ciudad capital, ni siquiera un Congreso más “seguro y humano”. De ganar la alcaldía espero que cumpla con lo que ofrece y no se ponga a ofrecer “dibujitos”.
Legalizar las drogas, aplicar la pena de muerte, llevar a “la Sele” al mundial. Las ofertas políticas son tan descaradas que el resultado solo puede ser que “el que mucho abarca poco aprieta” para después justificar los pobres resultados de su gestión con excusas que los pintan como ineptos o sinvergüenzas como decir que después de tres años “siguen acarreando los problemas de los gobiernos anteriores”. Quise mantener el beneficio de la duda al interrogarme si muchos de nuestros funcionarios son ineptos o sinvergüenzas evitando la calamitosa combinación de ambas, caso que me temo, es el más común de todos.
roberto.antonio.wagner@gmail.com
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