Las piezas de arriba son siempre las más visibles y las más fáciles de quitar. No requieren gran esfuerzo. Son también las que podríamos volver a poner sin mayor dificultad. No es así de simple cuando pensamos en la política guatemalteca. La Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) necesitó de muchas horas de investigación y de escucha, de armar un rompecabezas de la corrupción. Roxana Baldetti y Otto Pérez Molina eran de esas piezas. Al quitarlos, aún no se había logrado tocar la estructura. Otras piezas todavía podían llegar a escalar la estructura y beneficiarse de ella.
Sin embargo, el jueves pasado, en una conferencia de casi tres horas de duración, la Cicig y el Ministerio Público empezaron a quitar piezas más difíciles: una en medio, otra más arriba, otra más abajo, de los costados. La torre es el sistema (o la estructura) que se ha mantenido gobierno tras gobierno. Evidenciaron cómo dueños de canales de televisión invertían menos de 20 millones de quetzales y recibían del Estado, cooptado por partidos políticos y por políticos que buscaban ganar y ganar, más de 240 millones. O empresas creadas para hacer que el dinero mal habido se convirtiera en dinero para gastar en fiestas lujosas en Estados Unidos. Diputados y nombres de bancos implicados se suman a diputados que han demostrado que las plazas fantasmas son otro medio de corrupción. Esas piezas que conformaban la estructura criminal no son nuevas. Se han mantenido y se han incrustado en el Estado hasta convertirse en un poder que no tiene el aval del pueblo, que nadie lo vota y que se convierte en eso que creemos que no puede cambiar porque ha estado allí por mucho tiempo. Pero no es así. El sistema se ha fragilizado: la Cicig ha logrado quitar algunas piezas de la estructura y esta comienza a resquebrajarse.
Es cierto que la lucha contra la corrupción debe verse de manera crítica, contextualizada en nuestra región. Es también una piedra que ha agrietado un sistema y que ha permitido que muchos nos encontremos en la búsqueda de un mejor país. Sin esta serie de acciones no se puede comenzar a pensar en la posibilidad de imaginar un país que tenga un Estado a la altura de las necesidades de quienes formamos parte de él. Estas acciones para desmantelar dicho sistema deben ir de la mano de un movimiento ciudadano entre cuyas demandas también estén la depuración del Estado, las reformas al sector justicia y las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, que permitan democratizar el sistema ciudadano de participación, de tal modo que este pase de una democracia que responda al dinero a una que tenga como esencia la búsqueda del bien de la mayoría.
Por eso es importante encontrarnos de nuevo en las calles: para apoyar, exigir y, más importante, contribuir a construir organización.
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