Estos eran fervientes anticomunistas influenciados por el macartismo de los años 50 y opositores a los movimientos sociales que se dieron desde finales de los 60: el movimiento de derechos civiles, el sindical, el feminista, el homosexual y el hippie. El último de estos fue un blanco para el establishment en Washington DC no solo por sus posiciones liberales (en el concepto anglosajón), sino también por su uso y promoción de drogas.
En aquel entonces la guerra c...
Estos eran fervientes anticomunistas influenciados por el macartismo de los años 50 y opositores a los movimientos sociales que se dieron desde finales de los 60: el movimiento de derechos civiles, el sindical, el feminista, el homosexual y el hippie. El último de estos fue un blanco para el establishment en Washington DC no solo por sus posiciones liberales (en el concepto anglosajón), sino también por su uso y promoción de drogas.
En aquel entonces la guerra contra las drogas promovida por la administración Nixon se basaba en el fortalecimiento de políticas internas que habían sido creadas a inicios del siglo pasado. Su meta era tratar de “poner en orden” a los grupos de jóvenes que profesaban amor y paz al ritmo de la música de Joplin, Hendrix y The Doors y fumaban marihuana y consumían LSD. Esta fue una de las principales razones para fundar en 1973 la Agencia para el Cumplimiento de Leyes anti-Drogas (DEA, por sus siglas en inglés).
Mientras que la DEA y las fuerzas de orden público tenían como principal objetivo frenar el consumo público de alucinógenos y marihuana, ignoraban otro problema más serio. Para mediados de los 70, muchos soldados estaban regresando de la Vietnam con una adicción más peligrosa: la heroína. Se calcula que para inicios de 1971, aproximadamente un 15% de los soldados en Vietnam tenía una adicción a la heroína. Este fue un serio problema para el Gobierno de los Estados Unidos que no podía dar de baja a tan considerable número de efectivos. Se trató de implementar programas de rehabilitación que, según algunos expertos, pudieron haber sido muy efectivos en situaciones normales pero no en una situación de guerra.
Los primeros en identificar un nicho de mercado compuesto por los veteranos adictos a la heroína más jóvenes dispuestos a experimentar con nuevas drogas fueron los grupos del crimen organizado. Las mafias italiana e irlandesa fueron los primeros grupos en pelearse territorios para comercializar heroína en las grandes ciudades de los Estados Unidos, particularmente en los puertos. Los narcóticos ilegales se convirtieron en un atractivo negocio que les generaba fuertes ganancias gracias a tres elementos fundamentales: la demanda, la ilegalidad y el riesgo.
La demanda cumplía con un efecto de bola de nieve, o sea iba en aumento. Esto debido a los compuestos químicos que generan una adicción en los usuarios, en particular la heroína. El adicto siempre iba a regresar por más. La ilegalidad del producto implicaba un transporte más seguro y, por lo tanto, más costoso. La inversión en formas originales e innovadoras de tráfico de drogas tenía que por un porcentaje del precio de venta del producto. Si bien existe en lo ilegal un factor considerable de riesgo, al principio la principal amenaza para los traficantes no era la policía sino su propia competencia, o sea, los grupos rivales del crimen organizado.
roberto.antonio.wagner@gmail.com
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