Además de preservar y difundir el conocimiento creado en otras partes del mundo, las universidades deben generar nuevos conocimientos en las disciplinas que enseñan. Si bien se realizan diversos esfuerzos, las universidades de Guatemala han tenido limitaciones y dificultades para cumplir este papel de aportar a la construcción de nuevo conocimiento.
En el caso de la USAC, existen centros de investigación en cada unidad académica y una institución central: la Dirección General de Investigación (DIGI). Entre sus funciones, la DIGI gestiona y administra fondos para investigaciones, coordina y trabaja con los distintos centros de investigación y busca contribuir a resolver problemas nacionales con la generación de nuevo conocimiento.
Una de las formas en que la DIGI cumple sus funciones es a través de una convocatoria anual a un concurso de investigaciones para que los centros de las unidades académicas presenten proyectos de investigación y se financien las mejores propuestas. Para ello ha contado con un fondo de alrededor de siete millones de quetzales anuales, cantidad que, aunque es insuficiente, sirve para desarrollar unos 40 proyectos cuyos financiamientos oscilan entre 75,000, 150,000 y 300,000 quetzales, sumados a un monto que cada centro de investigación aporta (usualmente como pago de personal). Cada proyecto genera informes, artículos científicos, libros y textos (que pueden consultarse en la página de la DIGI).
En cada convocatoria anual, los centros de investigación presentan más de 100 proyectos que compiten por los fondos existentes. Usualmente, algunas unidades académicas (como Farmacia y Agronomía) logran la mayor cantidad de proyectos aprobados. La explicación es que los centros de investigación de estas unidades académicas tienen una tradición en la elaboración y ejecución de proyectos de investigación en sus áreas respectivas, mientras que los centros de ciencias sociales o de centros regionales no la tienen (o no tanto) y, aunque siempre logran conseguir algunos proyectos, estos son un porcentaje reducido del total.
Ha sido una forma racional de asignar recursos en función de la calidad de los proyectos de investigación. Es un criterio meritocrático que genera consenso entre académicos e investigadores en cuanto a financiar los proyectos mejor elaborados.
El caso es que este año, sin presentar ningún criterio que avale la decisión, el Consejo Coordinador e Impulsor de la Investigación de la USAC (Conciusac) fue informado de que, en reuniones de trabajo con Murphy Paiz, este manifestó que «el proceso de convocatoria en la DIGI debe cambiar», que ahora cada centro de investigación presentará dos proyectos de investigación y que el mejor de ellos será financiado.
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¿Qué implica esta forma de asignación? Que centros de investigación como los de Farmacia y Agronomía, que logran financiamiento para varios proyectos anuales (por puntear alto según los criterios de calidad de la DIGI), deban elaborar dos proyectos y reciban el financiamiento para uno solo. Asimismo, que centros que no logran recibir financiamiento por proyectos (por no cumplir con los criterios evaluados) o siquiera elaborarlos no puedan recibir financiamiento para un proyecto.
Esto constituye a todas luces un despropósito académico. Si se quiere que todos los centros de investigación realicen investigación de calidad, lo que se tiene que hacer es fortalecerlos técnica, administrativa y financieramente y darles recursos para que puedan competir en mejores condiciones con centros de investigación que ya han desarrollado destrezas para elaborar y ejecutar proyectos de investigación.
Lo que busca esta política antiacadémica que viene directamente de la administración de Murphy Paiz es distribuir los fondos de investigación con un criterio aparentemente democrático, pero que en realidad va en detrimento de ciertos criterios de calidad que la convocatoria de la DIGI ha ido generando para la distribución de los fondos de investigación.
Sin otro criterio que la aparente ocurrencia del rector, el financiamiento a la investigación en la USAC corre peligro de politizarse y de perder su orientación académica, que es la que debería privar en cualquier universidad.
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