Cruzamos la frontera y entramos en el departamento de Valle. A tres o cuatro kilómetros, junto a un basurero ilegal y el cadáver de un ternero en proceso de ser devorado por los zopilotes, nos encontramos con un memorial de la guerra entre Honduras y El Salvador de 1969. Nunca antes habíamos visto un monumento a esta guerra perdida en la historia. Por lo visto, por aquí, en las montañas del municipio de La Arada, los salvadoreños iniciaron su ofensiva y los hondureños no pudieron hacer nada p...
Cruzamos la frontera y entramos en el departamento de Valle. A tres o cuatro kilómetros, junto a un basurero ilegal y el cadáver de un ternero en proceso de ser devorado por los zopilotes, nos encontramos con un memorial de la guerra entre Honduras y El Salvador de 1969. Nunca antes habíamos visto un monumento a esta guerra perdida en la historia. Por lo visto, por aquí, en las montañas del municipio de La Arada, los salvadoreños iniciaron su ofensiva y los hondureños no pudieron hacer nada para impedir el avance.
Pilar recordó ese pasaje del libro La Guerra del Fútbol, de Kapuscinski, en el que se habla de un soldado que enterraba las botas de sus compañeros muertos para ir a buscarlas cuando acabase la guerra y repartirlas entre sus hermanos.
Pero en este memorial no hay ni recuerdo de que los hondureños perdieron, ni de las miserias de aquel conflicto.
Seguimos camino y entramos en Nacaome, la cabecera departamental. Pasamos por San Lorenzo. Atravesamos uno tras otro puentes bajo los que corren cauces de ríos totalmente secos. Son ríos anchos y rectos que fluyen hacia el Golfo de Fonseca. Entramos en Choluteca, la principal ciudad del sur hondureño. Nos sorprende una ciudad bonita y amable, con un centro colonial. Algunos hombres llevan guayaberas, los niños uniformes escolares impolutos y las mujeres pasean con sombrillas para protegerse del sol. Choluteca no parece lo que es, una de las ciudades más pobres de unos de los países más pobres de Latinoamérica.
Al caer la tarde, descansamos. Hoy pedaleamos más de 80 kilómetros. Fueron casi siempre llanos, pero bajo un sol poderoso. Vimos granjas camaroneras y salinas. Vimos a lo lejos grandes buques en el Golfo de Fonseca sin sentir ni una brizna de la brisa marina. Pedaleamos por hectáreas y hectáreas de melones de exportación y atravesamos el imperio del azúcar que el Grupo Pantaleón, de Guatemala, ha construido en Choluteca. Es fácil reconocer su presencia. Su nombre está en cada parada de bus que construyeron y en cada miserable escuela primaria que pintaron con su logotipo.
Pedalear por Honduras es lo más parecido que hemos hecho a participar en el Tour de Francia. Tanta gente nos saluda y nos anima que Pilar hoy parecía la Reina de Inglaterra.
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