Quienes somos esta ciudadanía, sobre todo aquellas personas de clase media, que pocas veces acudimos al IGSS porque, mal que bien, podemos pagarnos una consulta por una infección en la garganta, pero no un tratamiento que implique hospitalización, dependemos completamente del trabajo para procurarnos una vida decente, sin el cual lo perderíamos todo. Somos esa población que está incómoda con lo que sucede, que se entristece con todas las noticias dolorosas que nos arroja este país. Somos quienes en el 2015 estuvimos en la Plaza de la Constitución los sábados puntualmente y quienes regresamos a trabajar el lunes. Somos la ciudadanía que dona y junta un dinerito si a alguien le hace falta, somos esa ciudadanía que se debate entre la solidaridad y los valores neoliberales de la individualidad.
Estamos indignados, sabemos que nadie debería morir de hambre, sabemos que nadie debería de huir de su país por procurar justicia, estamos realmente conscientes que algunas personas la tienen más difícil, porque la vida ha sido más dura con unos que con otros. Estamos adoloridos y golpeados por la historia. También nacimos y crecimos con el miedo de hablar, de señalar las injusticias, nos inculcaron la idea de pasar desapercibidos, de no meternos en problemas, de no hacer política, de no involucrarnos. Y ahora somos la ciudadanía frustrada y cansada. Somos los de memoria corta, los que no recibimos clases de historia, y somos, al mismo tiempo, los que queremos salir del país porque sabemos que podemos vivir con mejores condiciones. Somos a quienes se les parte el corazón leer que en Texas más de cuarenta migrantes murieron asfixiados en un tráiler o al ver los cuerpos apilados en la frontera entre España y Marruecos.
[frasepzp1]
Pero estamos inmóviles. No sabemos qué hacer. No podemos dejar de ir al trabajo. No estamos organizados. Somos los que tenemos miedo de perder lo poco que nos queda. Somos los que estamos vigilados y los que nos auto vigilamos. No queremos ser los próximos encarcelados y perseguidos. No queremos ser los marginales. No queremos ser los nadie, mientras asumimos nuestro rol de espectadores de la muerte y el desastre que es este país. Para nosotros, los ladinos, mestizos, urbanos y de clase media, Guatemala no ha sido tan dura. Pero somos la excepción, este país es despiadado, feroz, asesino. Es una fosa clandestina, una fosa común.
Pienso en la historia de Joselin Chacon y Nelson Villatoro, la pareja de payasos que fue asesinada cuando salieron a trabajar. Pienso en su familia, en sus hijos ahora huérfanos. Pienso que en su búsqueda fueron encontrados muchos otros cuerpos. ¿Quiénes eran esas personas enterradas en barrancos y calles aisladas? ¿Qué tan despiadada es la jefa del Ministerio Público, la impresentable Consuelo Porras, que su único trabajo es exiliar fiscales y no procurar justicia? ¿Qué hace el Ministerio de Gobernación? Nada. Su interés está en su propio beneficio. Pero sepan que, en sociedades parciales y abusivas, la búsqueda de justicia ha sido gran bastión de organización social, pues para quienes ya lo perdieron todo, el miedo nunca será impedimento.
[frasepzp2]
Quienes están en las «periferias», quienes viven en los márgenes, que viven al día y con hambre, para ellos Guatemala ha sido una pesadilla. Las y los campesinos e indígenas han pagado la construcción de esta nación con sus vidas. Las y los migrantes internos que formaron los barrios alrededor de la capital, las y los hijos de las zonas rojas, las trabajadoras domésticas, las trabajadoras sexuales, los albañiles, los choferes de bus, ellos se levantan a sobrevivir a un país que les maltrata. Nosotros que, seguimos de pie, solamente observamos cómo esta Guatemala dirigida por criminales pasa matando a los otros, esos quienes no somos y no queremos ser (porque en un país tan desigual, el privilegio también está en el azar de haber nacido donde nacimos).
En estos últimos días, leía las noticias de Ecuador y, cada día que las protestas continuaban, yo me hacía muchas preguntas. ¿Cómo pueden tomar un país y no hacerlo solo el fin de semana? ¿Cómo pueden salir a las calles, rotar los turnos y organizarse a pesar de las balas? ¿Cómo siguen en las carreteras cuando muchos ya se los llevaron a la cárcel? ¿Por qué pueden continuar? ¿Qué los hace tan valientes, tan aguerridos? ¿Tendrán miedo? Y es que la población indígena y campesina de Ecuador tomó el país por 18 días, soportó la tirria racista y fascista que ha surgido con mayor fuerza en Latinoamérica en estos últimos años, además puso el cuerpo y el corazón a una lucha con la que estudiantes universitarios, algunas universidades públicas y privadas, activistas de derechos humanos y organizaciones sociales también se solidarizaron. Lucharon y obtuvieron algunos beneficios, a pesar que el gobierno de Lasso salió a matar.
Por otro lado, la esperanza. En estos últimos días, las y los dignos estudiantes, docentes y otras personas de las áreas administrativas y de servicios pararon labores en muchas de las facultades y escuelas de la Universidad de San Carlos de Guatemala, asumiendo con resistencia y valentía la lucha por la única universidad pública del país. El mensaje es claro, no se reconocerá un rector que asumió ese cargo a través de las mafias y la ayuda de compinches sucios y descarados como el pusilánime de Pablo Oliva. Walter Mazariegos, el rector de Zoom, continúa con el berrinche de ocupar un puesto para el que no fue electo, para el cual no es apto y para el cual no es querido. Acuerpar la lucha universitaria es nuestro deber y hay varias formas de hacerlo. Para empezar, las y los estudiantes tienen listados de insumos que necesitan, además de otros voluntarios para rotar en las tomas y de otros estudiantes para continuar con la lucha organizada e informada, sobretodo en sedes departamentales. La Universidad ha sido el espacio clave para garantizar cambios en Latinoamérica. La Usac puede ser el empujón que nos anime a luchar por un país donde la mayoría de personas pueda vivir dignamente. Admirables aquellas personas que no han dejado de manifestarse y de salir a las calles. Admirables los pueblos organizados. Que su fuerza y su esperanza se esparza a todos nosotros.
Más de este autor