Al atardecer, descendiendo por la nueva carretera de León, nos encontramos de frente con Managua. La realidad urbana caótica apareció esta vez como algo lógico. Con prisa para escapar de la oscuridad, buscando una de esas direcciones nicaragüenses (del BDF de Altamira una cuadra al Este y otra al Sur) recorrimos las rotondas de Managua, en la actualidad sus verdaderos centros. Al día siguiente nos adentramos en el mercado Roberto Huembes (en Managua todo tiene nombre de muerto) buscando unos repuestos para las bicicletas. En Managua hay cuatro o cinco mercados enormes y en ellos está el corazón de la ciudad. Aquí los mercados son también terminales de buses y tienen cantinas, casinos, peluquerías y librerías. No es casualidad que los diarios populares, tengan secciones dedicadas a lo que pasa en los mercados. Si algo pasa en la ciudad, ocurre en lugares como el Huembes.
El antiguo centro, el que quedó destruido por el terremoto de la Navidad de 1972, sí está cambiando. Se han levantado nuevos edificios de gobierno. También un gran parque con instalaciones deportivas. Los asentamientos se han convertido en colonias construidas por el gobierno. En el viejo Parque Central ahora hay más actividad. Antes a un costado de la catedral en ruinas vivía gente. Pilar recordaba un armario ropero allí plantado. Ya no estaba. Frente a la catedral se ha construido un mausoleo para Tomás Borge, fundador del Frente Sandinista, que falleció el año pasado. Su tumba está colocada junta a la de Carlos Fonseca, otro fundador del Frente. Ondean banderas del partido y de Nicaragua. El viento que sopla del lago hace oscilar la llama permanente que corona ambas tumbas. En la fachada del antiguo Palacio Nacional, han colgado retratos gigantes de Sandino y Carlos Fonseca. Este es el concepto que tiene el FSLN sobre la separación entre el Estado y el partido. La vieja plaza en ruinas parece hoy un kremlin centroamericano.
Pero lo que resulta evidente es que el antiguo centro nunca reconstruido resulta más agradable ahora. Con más vida y servicios públicos. El gobierno sandinista hasta ha colocado en un predio un avión para que la gente que nunca ha visto uno de cerca pueda visitarlo.
Los siete años de gobierno sandinista se sienten. El drama de Nicaragua no es tener una izquierda que solo sabe ser partido único, sino una derecha tan incapaz de hacer nada por la gente corriente. Por ejemplo, hacer de Managua un lugar más agradable. Tuvieron 15 años para hacer algo por la ciudad y no lo hicieron.
Dicen los que saben, que la estructura urbana de Managua ha sido siempre un reflejo de los consensos políticos en el país. Durante los años dorados del somocismo, cuando el boom del algodón hizo más ricos a los ricos, y todos veían bien la dictadura, Managua floreció. En la Managua de los 60 las mansiones del malecón miraban a ese pequeño mar que es el lago Xolotlán. Entonces llegó el terremoto del 72, la defunción oficial de la ciudad. Y con el temblor acabó el consensó social entorno a los Somoza. Comenzó a gestarse la insurrección. Y la ciudad nunca se reconstruyó. Con los sandinistas en el poder aplicando su programa socialista, de nuevo faltó el consenso. Se gestó una nueva guerra, y la ciudad siguió como estaba. Con la derecha en el poder, tras la caída del sandinismo, se aplicó el libre mercado con más fanatismo de lo que nunca se aplicó el socialismo. La gente votó por Violeta Chamorro pero no por su programa económico. La ciudad siguió intacta. Hoy, con el sandinismo convertido en danielismo de vuelta en el poder y dispuesto a quedarse muchos años más, parece que vuelven los tiempos del consenso social. La ciudad se reconstruye.
El partido del presidente Daniel se ha estabilizado en el poder. Mantiene divididos a los liberales pactando con un parte de ellos. A los ricos de siempre los despojó de sus vehículos electorales y no tienen más opción que negociar con el sandinismo y seguir haciendo dinero. A la mayor parte de la gente, el gobierno de Daniel les parece bien. Los otros son peores.
La estabilidad se percibe en la ciudad y en el país. Y por lo menos, Managua no ha seguido un modelo de desarrollo basado en los centros comerciales y los condominios. Managua sigue siendo popular. Demasiado pobre para llenarse de McDonalds. Demasiado extraña para parecer una ciudad convencional.
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