Tengo claros sentimientos bipolares hacia el embajador Robinson y sus constantes apariciones y declaraciones, muchas de ellas totalmente heterodoxas para la diplomacia a usanza. Los intereses de Estados Unidos en el eje El Salvador-Guatemala-Honduras y su campo de acción policial, político, migratorio, militar y financiero fuerzan sin oposición a estos países a plegarse a los designios de política exterior y de seguridad nacional de nuestro poderoso vecino del norte. Pero también es claro que, sin la sombra del castigo ejemplar a través de la Cicig o de la extradición, las reformas a leyes, la promulgación de estas y la purga como consecuencia de una orgía de robo y excesos que con el gobierno del PP llegó a su clímax habrían sido imposibles.
Las noticias sobre juicios, pruebas, testigos protegidos, jueces sentenciados, políticos fugados, lujos incautados, amores despechados tras las rejas y viejos militares de tierra arrasada se mezclan y aparecen en una Guatemala inexistente de 30 años de guerra y de privilegios, donde lo mismo hablamos de masacres que de expolio, de desapariciones o de suicidios, de fosas o de banderas en iglesias. ¿Cómo diferenciar lo urgente de lo necesario? ¿Cómo poner cordura en este desenlace trágico de un país que nunca fue nuestro?
La historia nos alcanzó. Todos los problemas que no se enfrentaron nos reventaron en la cara. La templanza y la mesura no son actitudes de ninguno de los actores. Por una parte, los reclamos justos, necesarios e impostergables de los sectores populares se mezclan con muchas asociaciones, nombres, siglas, peticiones, acciones y proclamas que se pierden en referencias de media página en los medios tradicionales y que alejan a la ciudadanía de la comprensión de las demandas. Por otra parte, los grupos paralelos se recomponen y sacan nuevamente la cabeza en las instituciones a menos de un año de haberse escondido como cucarachas al olor del Baygon.
Así pues, al 28 de octubre de 2016 tenemos 1) a Estados Unidos en una recomposición estratégica de su política exterior sumamente agresiva por los retos debidos a la presencia de Rusia y China en Centroamérica, 2) un Estado débil y golpeado por la corrupción en la escasa institucionalidad que nos quedaba, 3) un presidente que no tiene idea de los retos a los que se enfrenta y que tiene su propia guerra interna con los escándalos familiares propios y del vicepresidente, 4) una recomposición de las estructuras paralelas para dar batalla en la defensa de sus negocios y privilegios, 5) unas demandas sociales históricamente insatisfechas y el aparecimiento de muchos actores sociales de afiliación desconocida, 6) un sindicalismo estatal corrupto y clientelar, 7) un Ministerio Público sosteniendo la institucionalidad del país, 8) una Cicig en etapa de transición y 9) las reformas constitucionales del sector justicia, que marcan un cambio importante en la concepción de las funciones del Estado. Todo esto, aderezado con las anécdotas diarias en que discurrimos entre huevos de parlama, manifestaciones de caficultores, paros nacionales que no son tales y capturas de personajes más o menos conocidos que nos distraen y atraen la atención a memes y chistes.
Creo que es hora de que vayamos marcando nuestra propia agenda y de que no aceptemos sin reflexión y crítica las leyes que llegan al Congreso redactadas en inglés.
Los vaqueros de las películas de los años 1940, cuando se encontraban con un mexicano amistoso y sumiso, siempre le decían: «Mi casa es tu casa, amigo». ¿Qué debemos contestar cuando el embajador Robinson nos diga: «Mi agenda es tu agenda, amigo»?
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