Todos los extractos de la sociedad entraban en una etapa de conformismo y fue precisamente contra ese conformismo, contra un modelo de sociedad que se sentía ajeno y no propio, que se manifestaban. Los movimientos estudiantiles del Mayo del 68 se replicaron en otros países, como Alemania, España, México y Argentina.
Desde el año pasado hemos sido espectadores de movimientos de protesta en el mundo árabe. Dichos movimientos han puesto un punto final a regímenes dictatoriales en Túnez y ...
Todos los extractos de la sociedad entraban en una etapa de conformismo y fue precisamente contra ese conformismo, contra un modelo de sociedad que se sentía ajeno y no propio, que se manifestaban. Los movimientos estudiantiles del Mayo del 68 se replicaron en otros países, como Alemania, España, México y Argentina.
Desde el año pasado hemos sido espectadores de movimientos de protesta en el mundo árabe. Dichos movimientos han puesto un punto final a regímenes dictatoriales en Túnez y Egipto, y, en mi opinión, pronto generarán cambios en otros países. Al igual que aquel Mayo del 68, los grandes protagonistas de estos movimientos han sido los jóvenes que se han atrevido a soñar con un país diferente, con una sociedad construida por ellos y no impuesta por sus gobernantes.
Desde la semana pasada estamos siendo testigos de otro movimiento conocido ya como el 15-M en España. Nuevamente, han sido los jóvenes que bajo el lema de “¡Democracia real Ya! No somos mercancía en manos de políticos y banqueros” se han dado la tarea de tomar las plazas públicas para manifestarse contra el sistema político, económico y social español. Los movimientos se iniciaron en Madrid y rápidamente se esparcieron por toda España y trascendieron fronteras cuando españoles en el extranjero se manifestaron frente a sus embajadas en diferentes ciudades alrededor del mundo.
Dos factores vemos en común en cada uno de estos movimientos: el protagonismo de los jóvenes y nuestro rol como observadores perennes, como testigos de brazos cruzados sobre los cambios en otras partes del mundo mientras que aquí todo sigue igual o cambia para mal. A pesar de los conservadores, los liberales, las dictaduras, la revolución, el conflicto armado y los acuerdos de paz, seguimos sin darnos cuenta de que el problema no son quienes nos gobiernan sino el sistema. Un sistema que poco y nada ha cambiado desde 1821.
No se trata simplemente de pronunciarse en contra, se trata de seguir los ejemplos de quienes convencidos en un cambio hicieron algo al respecto. La recuperación de los espacios públicos en Guatemala no debe ser limitada al Obelisco, al Parque Central, a la Plaza Italia. Esto no es un paseo. En Guatemala el cambio pasa por recuperar el poder. Legislativo, Judicial, Ejecutivo y Municipal. Un verdadero cambio solo será posible cuando recuperemos estos espacios públicos y decidamos que sean ocupados no por autoridades, sino por aquellos que sirvan al país, por servidores públicos. Y los que no sirvan, que se larguen.
Hasta entonces, muchá, no más cuentos. Nos vemos ahí y después hablamos.
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