La exvicepresidenta Roxana Baldetti fue llevada a prisión y en un dramático y turbulento acto las rejas del cuartel de Matamoros se cerraron. Luego, ese mismo viernes 21 de agosto, cuando Iván Velásquez y Thelma Aldana, en ese tono tan neutro, tan reposado que los dos comparten, avisan que el presidente Otto Pérez Molina también está acusado de pertenecer a la estructura criminal “La Línea”, y solicitaban que se retire su inmunidad: Las puertas de Palacio Nacional y de la Casa Presidencial, se cerraron. No hubo batucada, ni prensa insistente que lograra convencer al tambaleante Presidente que abriera un poco la puerta al menos para saber que aún estaba allí.
Después del domingo 30, en que Pérez Molina apareció en la televisión diciendo, firme, “No renuncio”, la idea de un paro nacional empezó a tomar forma.
Por medio de las redes sociales, como ocurría desde hace 18 semanas, se empezó a invitar a los ciudadanos a tomar las calles para exigir la renuncia del mandatario. Pero esta vez, no un sábado. Ahora el plan era otro. Hacerlo en jueves. Detener todo. Nadie hablaba de empresas. “Eso en Guatemala no pasa”. Quedaba como único y vago recuerdo aquel paro convocado por el CACIF hace 14 años, un miércoles 1 de agosto de 2001 (en que se protestaba contra el alza del Impuesto al Valor Agregado (IVA) que pasó del 10% al 12%). No había vuelto a pasar. Así pues, los llamados a parar el sector de industria y comercio no era demasiado entusiasta.
Pero, entonces la estatal Universidad de San Carlos avisa que cerrará sus puertas y se unirá al paro, la jesuita y privada Universidad Rafael Landívar hace otro tanto, el colegio Liceo Javier y el Belga se unen. Los comunicados anunciando puertas cerradas empezaron a circular por las redes sociales como estampas de futbolistas en mundial. Otros colegios anunciaban su cierre por motivos de seguridad, esos, claro valían menos puntos. Pero hasta el miércoles las empresas no decían nada. El CACIF publicaba, el 25, un comunicado en el que afirmaba: “…no somos parte de convocatoria alguna a realizar un paro nacional o de manifestaciones que se desarrollen en ese sentido”, y exigía al gobierno a dar cumplimiento al amparo provisional que interpusieron ante la Corte de Constitucionalidad para que se velara por el derecho constitucional a la libre locomoción. Es decir, exigía al Presidente su renuncia, pero no pretendía detener sus actividades.
Pero el miércoles en la tarde empieza el Facebook a dar aviso de negocios cerrados, de “nos unimos al paro”, la legendaria librería Sophos, y otros cafés, restaurantes y cafeterías, y otras pequeñas y medianas empresas daban aviso de que cerraban sus discretas puertas; los parroquianos habituales se entusiasmaron; de pronto, la Megapaca, el emporio de la ropa de segunda mano, también su antónimo el emporio fashion de Saúl Méndez (el que al inicio del gobierno organizó junto al Presidente aquel tour de los jóvenes urbanos por las regiones pobres y rurales) y la descomunal McDonalds. #JusticiaYa contaba más de 100 negocios unidos al paro. Y, en efecto, así lo hicieron.
El jueves 27 de agosto varios negocios amanecieron cerrados a piedra y lodo. No todos, algunos. Otros abrieron en su horario habitual. Pero, conforme pasaba el día, mientras en las redes se iba dando aplaudiendo las empresas cerradas, conforme las riadas de personas caminaban por las principales calles y avenidas de la ciudad capital y de las zonas urbanas: las puertas se fueron cerrando.
Y el CACIF, cambió de opinión. Por la mañana del jueves emitió un comunicado instando a los patronos a dar facilidades a sus empleados para poder manifestar. Al filo del mediodía los directivos de la patronal estaban en la Plaza de la Constitución, apoyando el paro nacional.
Este 27 de agosto el Centro Histórico era un barullo, mientras las calles de la empresarial y comercial zona 10 semejaban a la del atardecer de un domingo tristísimo. En Quetzaltenango y en Cobán muchos negocios se unieron al paro. Aún no hay un conteo de cuántos fueron.
Todo lo que pasa en este agosto, una Vicepresidenta en la cárcel, un Presidente atrincherado en Palacio, miles de guatemaltecos en las calles (solo en la capital se calculan más de 70 mil) talvez opaquen la dimensión de lo que significó ese inocente acto de hacer mover unas bisagras y cerrar una puerta.
*Esta galería es una construcción colectiva del equipo de Plaza Pública y de sus amigos, y de amigos de sus amigos, y aportes de lectores de las redes sociales.
**El texto es de Alejandra Gutiérrez.