Luego, las razones “religiosas” dieron lugar a las “nacionales” y fue entonces que estas se perpetraron en nombre de la patria, el pueblo o para ser más específicos, en nombre de la seguridad nacional o la revolución. Más allá de las aristas ideológicas que pueden motivar la defensa a ultranza de estas abstracciones, existe una visión particular de quien o quienes ostentan el poder político sobre lo que es bueno para todos en una nación – Estado.
En la historia reciente, en el marco de...
Luego, las razones “religiosas” dieron lugar a las “nacionales” y fue entonces que estas se perpetraron en nombre de la patria, el pueblo o para ser más específicos, en nombre de la seguridad nacional o la revolución. Más allá de las aristas ideológicas que pueden motivar la defensa a ultranza de estas abstracciones, existe una visión particular de quien o quienes ostentan el poder político sobre lo que es bueno para todos en una nación – Estado.
En la historia reciente, en el marco de lo que fue el conflicto bipolar internacional entre los Estados Unidos y la Unión Soviética que conocemos como Guerra Fría, diferentes gobiernos alrededor del mundo justificaron sus violentas políticas represivas en nombre de la seguridad nacional o la revolución. Pasaba en América Latina como en Europa del Este a través de los mal llamados conflictos de baja intensidad.
Muchos aún consideran que el contexto de la Guerra Fría se prestaba para que se dieran este tipo de conflictos. Surgía la paradoja de los gobiernos autoritarios de derecha que luchaban por la libertad y los de izquierda que luchaban por la igualdad pero al final ambos autoritarios, represivos y asesinos que solamente fomentaban esclavitud y desigualdad. ¿Quiénes eran los principales enemigos de estos gobiernos autoritarios? En América Latina lo era la Iglesia católica, los movimientos estudiantiles y los sindicatos mientras que en Europa del Este eran ¡oh sorpresa! La Iglesia católica, los movimientos estudiantiles y los sindicatos. Al final del día, cuando los cañones de las armas se enfriaban por las ráfagas disparadas, Pinochet y Jaruzelski eran lo mismo.
La Guerra Fría no significó la victoria de una ideología sobre otra, como muchos lo creen. Al contrario, fue el ejemplo de una competencia de poder en donde se impuso el pragmatismo al estilo más fiel de lo que es la realpolitik. El conservadurismo republicano de Reagan, que llegó a odiar tanto a Nixon como al comunismo, no fue un impedimento para traficar armas con los iraníes y financiar a los contras. El comunismo ortodoxo de Brezhnev fue ignorado cuando se invadió Afganistán para distraer la atención del estancamiento económico. La competencia ideológica de la Guerra Fría terminó mucho antes de 1989, pero los intereses que motivaron la represión y violencia sistemática características de esta, aún prevalecen.
En Guatemala hay muchas personas que aún no salen de este caparazón ideológico y lo utilizan para justificar todo aquello que se hizo dizque en nombre de la patria o el pueblo. No cabe duda que el conflicto armado dejó heridas graves que aún no han sanado pero la historia nos ha alcanzado y debemos confrontar la misma con firmeza. Más allá de mis convicciones ideológicas y opinión personal sobre los 36 años de conflicto armado, el genocidio, los magnicidios, los desaparecidos, las víctimas y los victimarios, lo importante hoy es nuestro sistema de justicia.
Quisiera ver vencida esa realpolitik bajo la cual el fin justifica los medios y que se rescate la imagen de esa dama con toga con los ojos vendados y que sostiene una balanza en la mano izquierda y una espada en la derecha. Quiero tener fe en el sistema de justicia que se guiará por hechos, evidencias y procesos científicos y no por cuestiones ideológicas o agendas ocultas. Por esta razón, el juicio a Ríos Montt es una prueba de fuego para todos nosotros.
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