Esta crisis ya existía y se resume en lo siguiente: un ruin sistema social y económico en el que prevalece como objetivo primordial mantener el mundo girando alrededor de la posesión del dinero, hacer poderoso al que lo tiene y dejar en tercera o cuarta posición los valores que deberían prevalecer en la humanidad: igualdad y derechos básicos como la vida y la salud para todos. Los derechos humanos, que deberían ser inalienables, forman parte nada más de letras muertas y de falaces discursos en bocas de quienes quieren llegar al poder en tiempo de proselitismo. Guatemala no es la excepción a esta decadencia de valores. Al contrario: acá se profundizan aún más las diferencias económicas y sociales, lo que resulta en un país con pobreza, pobreza extrema, altos índices de desnutrición infantil, desempleo, violencia urbana y pocas oportunidades de desarrollo.
En Guatemala, un precario sistema de salud pública que ha sido abandonado por décadas ahora debe hacer frente a un monstruo que crece y crece cada día. La falta de cobertura y la escasez de camas en hospitales especializados con unidades para cuidados intensivos, monitores, ventiladores, equipos, etcétera, sumados a un nivel primario preventivo casi inexistente, son el escenario perfecto para provocar una gran mortalidad con la llegada de esta enfermedad.
Es insensato pensar que un gobernante pueda resolver problemas de décadas en meses, aunque es notorio que se ha movido todo el aparato estatal para responder a esta crisis. El presidente se ha volcado a luchar para responder a esta pandemia. Algunas de las estrategias que el Gobierno ha tomado en el manejo de la crisis han sido acertadas: entre ellas, la construcción de centros hospitalarios destinados al manejo de pacientes infectados para concentrar a estos enfermos lejos de los hospitales generales, donde está la gente crónicamente enferma más vulnerable. Además, las medidas de alejamiento social impuestas han evitado en gran medida la propagación logarítmica de casos. Algunas de las medidas económicas de ayuda a la población más dolida por la crisis son definitivamente deseables y de plausible establecimiento.
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Sin embargo, hay decisiones y actitudes del Gobierno de turno que generan incertidumbre, inquietud y dudas en la población.
Una de ellas: el uso de pruebas diagnósticas para covid-19 limitadas en un solo lugar, totalmente centralizadas y manejadas con fuerte hermetismo, siendo sus resultados secreto de Estado y conociéndose la información no en tiempo real, sino cuando es autorizado y conviene decirlo. Ni siquiera en los centros hospitalarios grandes se ve una prueba escrita certificada por el laboratorio del Ministerio de Salud, sino que solo se dan resultados telefónicos o bases de datos en Excel. Esto causa suspicacia y deja fuertes dudas. Los resultados de laboratorio no son información política, no son solo números, no son solo imagen. Son elementos indispensables para decisiones clínicas, para análisis epidemiológicos, para establecer perfiles y girar directrices. Deben ser de manejo público, por supuesto guardando el anonimato de los pacientes para evitar estigmatizarlos o vulnerarlos. Entonces es imperativo que se libere y agilice la información de los test y que se multiplique la cantidad y los lugares donde estos se realizan.
Otra situación preocupante es la protección del personal de salud. Existen protocolos y recomendaciones internacionales sobre este asunto que deberían estar disponibles para quienes van a atender a la población. Es constante la queja del personal de salud pública, que teme por su vida ante la falta de estos materiales. Debe existir una garantía en el abastecimiento de suficiente equipo para librar esta guerra. Por supuesto, debe normarse la utilización de dicho equipo para evitar gastos innecesarios y optimizar su existencia. Se debe garantizar la seguridad y la supervivencia de quienes están en primera línea salvando la vida de la población.
También era de esperarse que, para enfrentar esta terrible situación, el país necesitaría dinero extra, endeudamiento, inversión. Muy acertado que se proyectaran recursos para salud, pero indignante que el Congreso haya aprovechado la crisis para recetarse paquetes económicos que nada tienen que ver con la protección de la población: incrementos para el mismo Congreso y el Parlacén (que no tiene oficio ni beneficio), forzando la aprobación de un presupuesto a toda velocidad, casi a hurtadillas, en la oscuridad, con alevosía, sin análisis, sin discusión técnica. Si vemos el destino de este millonario endeudamiento, notaremos con desencanto cómo el porcentaje invertido en salud es otra vez como la nutrición de nuestros niños. Así no vamos a salir nunca del hoyo.
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El retardo en la información, la falta de datos y la ausencia de una comunicación abierta con los distintos medios de prensa de manera que todas estas dudas puedan solventarse causan que la brecha de desconfianza y el ambiente de incertidumbre se conviertan en un abismo insalvable. La adecuada comunicación es un elemento esencial para reafirmar y socializar las políticas de Estado. Las conferencias de prensa con preguntas abiertas, lejos de ser un ataque al presidente, son una oportunidad para que este proyecte sus mejores intenciones.
Es un momento crucial en el que el presidente, como líder del país, debe encaminar todos los esfuerzos posibles al resguardo de la salud de su población. Debe prevalecer la vida antes que los intereses económicos empresariales o individuales. Es momento de encaminar todos los esfuerzos a un solo objetivo: el bienestar de la población, además del de doña Chonita. Debe haber un verdadero llamado a la unidad. No es momento para regaños paternales a la población, de tiradas de pelo a la prensa, de señalamientos amenazantes a quienes son críticos. Es momento de seriedad. Es momento de analizar los escenarios de otros países. Todavía podemos tener buenos resultados. Aprendamos de los errores de los vecinos.
Señor presidente, no se rodee solo de personas que lo alaben. Cuídese de las lisonjas inútiles. Rodéese de verdaderos analistas, de sociedades científicas, de críticos. Todos deseamos que usted triunfe, que sea el mejor presidente. Porque, si usted triunfa, a todos nos irá bien.
Espero que, cuando este artículo salga publicado, tengamos más semanas de aislamiento social. No es bonito. Es caótico. Es psicológica y socialmente impactante. Pero la situación epidemiológica lo exige. Esperamos que la ayuda económica llegue pronto a quienes más lo necesiten. Por favor, dé la orden de fortalecer los hospitales. Los centros de salud y su personal son ahora el ejército que va a pelear esta guerra. Deles todas las armas.
Señor presidente, deseo para usted y todos los que estamos en esta lucha que nos llenemos de sabiduría, humildad, humanidad y valentía. Todos vamos a entregarnos al país, pero hoy sus decisiones pueden salvar vidas.
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