El centro de la discusión es Siria y el gobierno represor de Bashar al Assad que, justo como lo hizo Gaddafi en Libia, se aferra por la fuerza bruta al poder en otro intento de impedir que la primavera árabe haga retoñar la libertad y la democracia.
El pasado fin de semana se discutió una resolución del Consejo de Seguridad que exigía entre otras cosas la dimisión de al Assad como presidente. Dicha resolución fue vetada por dos miembros permanentes del CS: la República Popular de China...
El centro de la discusión es Siria y el gobierno represor de Bashar al Assad que, justo como lo hizo Gaddafi en Libia, se aferra por la fuerza bruta al poder en otro intento de impedir que la primavera árabe haga retoñar la libertad y la democracia.
El pasado fin de semana se discutió una resolución del Consejo de Seguridad que exigía entre otras cosas la dimisión de al Assad como presidente. Dicha resolución fue vetada por dos miembros permanentes del CS: la República Popular de China y Rusia, postergando de esta manera la participación del máximo órgano del sistema internacional en cuestiones de orden y seguridad internacional. Horas después de que se hiciera pública esta noticia, las fuerzas armadas sirias atacaron diferentes puntos de resistencia en aquel país, particularmente la ciudad de Homs. El saldo de dichos ataques fue de aproximadamente 200 muertos.
Los juristas internacionales se dividen entre los intervencionistas y los no–intervencionistas. Los segundos consideran que la soberanía es el valor máximo de los Estados y solamente respetando la misma se puede garantizar la paz internacional. Su argumento tiene un carácter legal y consideran que las soluciones a los problemas que surjan a lo interno de los países dependen exclusivamente de sus ciudadanos. Los intervencionistas en cambio van más allá de lo legal y se centran en lo moral. ¿Hasta qué punto podemos permitir que se perpetren violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad sin volvernos cómplices? Todos los seres humanos gozamos de una serie de derechos y obligaciones sin importar las distinciones de sexo, raza, religión y muchísimo menos por las divisiones geográficas que un grupo de gobernantes aún de corte feudal decidió llamar fronteras hace más de tres siglos.
La historia oficial dice que la nación–Estado surge en 1648 con la Paz de Westfalia y esta se caracteriza por contar con un territorio delimitado, una población y una administración interna que hoy en día llamamos gobierno. El concepto de soberanía cuenta con dos dimensiones: a nivel internacional, esta es vista como la independencia con la que cuentan los Estados de tomar decisiones internas, a nivel nacional la soberanía radica en el pueblo quien delega poder al gobierno para que garantice su seguridad, libertad, orden y justicia.
Cada gobierno es libre de tomar decisiones sin la intervención de terceros, pero cualquier gobierno que no solo falle sino que se convierta incluso en la principal amenaza a la seguridad, libertad, orden y justicia de sus ciudadanos pierde su razón de ser y por lo tanto debe ser reemplazado. El régimen dictatorial de al Assad en Siria es claramente hoy la principal amenaza para los ciudadanos sirios. Fingiendo ser paladines de la soberanía, el Partido Comunista chino y Vladimir Putin se han convertido en los socios criminales de dicha dictadura, justificando sus acciones como soberanas. Así como sus socios justifican su brutalidad asesina en el Tíbet o en el Cáucaso.
Intervenir en un país siempre será una cuestión polémica con muchas paradojas legales, pero es la única vía para que la sangre de los inocentes no sea derramada en vano.
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