Este año no ha sido así. Mientras conduzco a mi trabajo, hoy lunes escucho un programa de radio donde hablan de lo desastroso que estuvo el tráfico el viernes pasado –aunque quizás no mucho más que el resto de la semana. Yo estoy de acuerdo. ¿Será por culpa del Black Friday? ¿Serán las aglomeraciones navideñas en torno al Árbol Gallo y similares? ¿O tendrán algo que ver los bajos precios de la gasolina?
Lo cierto es que entre una cosa y otra, quienes conducimos a diario en esta ciudad no hemos podido disfrutar de ese tradicional relajamiento del tránsito entre los meses de octubre y noviembre, cuando los escolares salen de vacaciones. Y ya se nos vienen encima los días de Navidad que se anuncian como los más congestionados del año.
Como el núcleo de un país centralizado, la ciudad de Guatemala ocupa cada año un lugar más brilloso entre las metrópolis latinoamericanas. Pero debajo del colchón siguen los problemas de siempre, afectando la calidad de vida del capitalino.
La Municipalidad de Guatemala está consciente de estos problemas y hace un esfuerzo sincero por atenderlos. La actual administración –después de todo– ha sido reelecta en varias ocasiones, además de estar bastante bien calificada en los ránquines oficiales de gestión. El problema es otro, más estructural.
La Municipalidad invirtió en el año 2013 al menos Q113.7 millones en obras relacionadas con la infraestructura vial del Municipio, además de otros Q106.4 millones en la operación del Transmetro. Un archipiélago de nuevos viaductos y pasos a desnivel da testimonio de ello. Pero a la luz de los trabajos más recientes sobre movilidad urbana, toda esta inversión no estaría ayudando a resolver el problema.
Como resume bien Joseph Stromberg en un artículo para Vox, invertir en ampliar la capacidad vial es una estrategia contraproducente. Circular por las calles es gratis y –si hay más espacio disponible– los automovilistas simplemente transitaremos más. Por eso es que dura tan poco el alivio del tránsito con cada nueva obra de infraestructura vial. La oferta de espacio vial trae bajo el brazo su propia demanda adicional.
En Singapur han probado una alternativa: cobran a los automóviles por cada milla recorrida. La tecnología para hacerlo ya existe y les ha ido muy bien pues cuentan con el mejor sistema de transporte público del mundo. ¿Por qué no ser vanguardistas e intentarlo en la Capital Iberomericana de la Cultura 2015?
Es bien cierto que la ciudad actualmente no cuenta con un buen sistema de transporte público como alternativa, pero la realidad es que nunca lo tendremos si colectivamente no aportamos para ello. Construir sistemas públicos de transporte es caro: un sistema subterráneo fácilmente puede rondar los cientos de millones de dólares por kilómetro. El sistema de Transmetro es bastante menos oneroso, pero aun así las finanzas de nuestro ayuntamiento simplemente no dan.
A manera de ejemplo, compare los ingresos y egresos municipales[fn]Año 2010 para los gastos municipales, excepto Barcelona (2011) , Guatemala y Sevilla (2013) y año 2010 para el PIB municipal, excepto Guayaquil y Guatemala (2012).[/fn] como % del PIB de cada una de estas ciudades:

Fuente: OECD, América Economía y páginas web de los ayuntamientos
La ciudad de Guatemala aparece en último lugar y es además la de menor PIB de esta muestra. Si queremos dejar de arrastrar los problemas de siempre, tendremos que cerrar la brecha que nos separa de esas otras metrópolis. Tenemos que pagar más y gastar bien, pensando en el largo plazo. Entonces, ¿qué mejor alternativa que plantearnos que lo que nos hace falta lo recaudemos gravando lo que nos causa daño –la circulación automotriz, por ejemplo?
Algunas municipalidades del interior han comenzado a marcarnos el camino. En Zaragoza, Chimaltenango, por ejemplo, decretaron un impuesto al expendio de alcohol. Ahora, les toca defenderlo en la Corte de Constitucionalidad.
El próximo año nos tocará elegir autoridades municipales en unos comicios que se vislumbran mucho más interesantes que la carrera presidencial. Sueño con que aquí gane algo como un alcalde kamikaze: uno cuya falta de ambiciones políticas ulteriores lo haga no tener la próxima elección por obstáculo para hacer lo que se tiene qué hacer.
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