Construido por prisioneros republicanos de la guerra civil española entre 1940 y 1958, el Valle de los Caídos está situado en la sierra madrileña de Guadarrama, a escasos 55 kilómetros de la capital. El monumento incluye una basílica católica subterránea y una abadía benedictina, además de la cruz más alta del mundo coronando la cima de un risco. Sus 150 metros hacen posible mirarla a más de 45 kilómetros de distancia, de modo que domina el paisaje circundante. Alrededor del monumento, varias esculturas de piedra ensalzan la conexión del catolicismo con el franquismo.
Todas las víctimas de la guerra civil
El valle fue planteado como conmemoración de «todas las víctimas de la Guerra Civil» a pesar de que no se encuentran indicios de esa contextualización histórica en sus instalaciones abiertas al público. Es decir, no se explica el significado del monumento o por qué es de interés nacional.
Hoy el sitio se jacta de ser la mayor fosa común de España, con alrededor de 34,000 cadáveres de combatientes de ambos bandos del conflicto. Más de un tercio de ellos permanecen sin ser identificados hasta hoy. Muchos de ellos reposan en el valle luego de que sus cuerpos fuesen trasladados sin el consentimiento o el conocimiento de sus familiares.
Aun así, dentro del valle, solo dos nombres son solemnizados. En el lugar más preeminente, frente al altar de granito de la basílica, se ubica la tumba del Generalísimo, Franco, jefe de gobierno entre 1939 y 1973 luego de su victoria en la guerra civil, y la de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, el movimiento fascista español que sigue contando con varios añadidos.
«Ninguna democracia puede permitirse monumentos que ensalcen una dictadura», comentó Sánchez durante una comparecencia frente al Congreso de los Diputados de Madrid luego de asumir su mandato el año pasado.
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La decisión de exhumar los restos del caudillo español está respaldada por parte del Congreso, el cual aprobó en mayo de 2017 la proposición de desenterrar y reubicar a Franco. Esto «propuesta no de ley» (PNL) no fue vinculante, pero sí simbólica. Todo se remonta a la Ley de Memoria Histórica del 2007, que obligó a las instituciones a deshacerse de los símbolos franquistas.
Mausoleos por el mundo
A lo largo del mundo podemos encontrar varios mausoleos que guardan los restos de personajes políticos cuyo legado histórico es altamente cuestionado. En la Plaza Roja de Moscú se puede visitar la tumba de Vladimir Lenin, cuyo cuerpo embalsamado yace expuesto desde su muerte en 1924. Lo mismo sucede en la plaza de Tiánanmen, en Pekín, donde el mausoleo de Mao Zedong exhibe los restos del canciller. En Pionyang, el Palacio del Sol de Kumsusan aloja a Kim Il-sung y a su hijo, Kim Jong-il. Todos estos nombres comparten la característica de presentar a líderes personalistas con tendencias dictatoriales que han controlado países con una reconocida trayectoria política antidemocrática y utilizando la represión como herramienta de control social.
Para muchos españoles, el Valle de los Caídos simboliza una anomalía histórica. En ningún otro país europeo se puede encontrar un homenaje de tal magnitud simbólica y cuyo funcionamiento sea financiado con el erario público. El monumento representa un centro de exaltación de un régimen del que se sabe que perpetró crímenes de lesa humanidad, que operaba campos de concentración para subversivos y que ejecutaba extrajudicialmente a sus detractores (de hecho, el general Franco sería imputado en 2008 por el juez Baltazar Garzón, el mismo jurista que le exigiría a Efraín Ríos Montt que declarara sobre sus incursiones militares en la Región Ixil durante el conflicto armado interno).
Las visitas al valle se dispararon una vez que el gobierno del PSOE anunció los planes de exhumación, ya que el mausoleo sigue siendo un punto de peregrinación para los nostálgicos de la dictadura franquista y neofascistas europeos. Anualmente, de los sitios gestionados por el Gobierno español a través Patrimonio Nacional, solo el palacio real de Madrid y el monasterio de San Lorenzo de El Escorial superan al Valle de los Caídos en visitas.
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¿Qué hacer con el monumento?
En España, los esfuerzos intergeneracionales por brindar justicia a miles de víctimas del franquismo represivo no se terminan con esta histórica iniciativa, ya por años discutida por los burócratas en Moncloa. Ahora que ya han sido exhumados los restos del dictador, el Valle de los Caídos requerirá de cambios principalmente en la funcionalidad de sus instalaciones. Se debe aprovechar esta oportunidad para educar a la población española —e incluyo aquí a todas las demás sociedades que han sido víctimas del fascismo— sobre las consecuencias de los regímenes totalitarios del siglo XX mediante una reapropiación del monumento para relatar las atrocidades del pasado.
Aunque inviable debido a la presencia conservadora, el Valle de los Caídos debería convertirse en un centro pedagógico laico. Siendo el nacionalcatolicismo una de las basas ideológicas por las cuales se distingue el dogma franquista, la necesidad de reapropiar el espacio pasa por deshacerse del culto religioso que servía como narrativa histórica del régimen. Las tumbas de Franco y Primo de Rivera ocupaban un sitio central frente al altar, reservado para obispos y altos mandatorios eclesiásticos, con lo cual violentaban el derecho canónico y cambiaban el significado religioso por uno personalista.
Resignificar el Valle de los Caídos representa la oportunidad de exorcizar los fantasmas de la guerra civil y de dignificar a las víctimas que allí se encuentran. La memoria histórica debe ser interpretada desde el foco de la autocrítica de aquellos aciagos días y de la adherencia a una empatía social a las personas —víctimas— cuya voz ha sido silenciada durante décadas. Pero, antes de ser interpretada, la memoria histórica debe ser recuperada. En España, esto pasa por exhumar al general Franco, principal artífice de la guerra civil española.
Y pensar que existen miles de fosas clandestinas dispersas por la geografía de países que estuvieron enzarzados en conflictos bélicos, como España y Guatemala, que jamás serán dignificadas.
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