Los descalificativos entre ambos iniciaron mucho antes de la mentada campaña, años atrás. Pero esto no es de sorprendernos de los políticos en campaña que siempre acuden a extremas prácticas maquiavélicas con tal de ganar la elección. Pasa en Venezuela, pasa en Estados Unidos. La clave del opositor Capriles será ganar el voto “anti Chávez”, un voto disperso que nunca se ha podido aglutinar detrás de una figura sólida de oposición al chavismo. Capriles no es esa figura, él lo sabe y también los chavistas, pero el deseo de muchos venezolanos por poner fin al experimento petrolero-revolucionario-bolivariano de Chávez es fuerte y va en alza. Por otro lado, Chávez y compañía harán uso de la maquinaria político–electoral que han construido después de aquel fallido intento de golpe de abril del 2002.
Da para mucho que escribir esta elección que será de suma importancia para la región tomando en cuenta que ha sido Venezuela el país que ha tomado la batuta del socialismo del siglo XXI, el que ha generado una nueva dinámica geopolítica en la región. Pero lo destacado es la antesala a la elección, específicamente dos elementos que no han estado presentes en las elecciones pasadas: la baja popularidad de Chávez en regiones específicas de aquel país y el hermetismo en torno a su enfermedad que generó la interrogante entre las élites políticas de aquel país ¿quién sucederá al comandante?
Primero hay que ser escépticos de las encuestas (¡Descubrí el agua azucarada!). Pero en el caso de Venezuela, desde el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, las intenciones de voto siempre se han basado en las tendencias que a los medios les alimenta la sede de gobierno desde el Palacio de Miraflores. A esto hay que sumar los reveses que ha sufrido el régimen en los últimos dos años, particularmente el fallido intento por reformar la Constitución rechazado por el 50.7% de los venezolanos (49.3 dieron el sí) reflejando un país políticamente partido en dos.
Segundo, y más preocupante, es la posibilidad de que Chávez, ya sea por las urnas o por salud tenga que hacerse a un lado en la dirección de aquel país. Es aquí en donde se han dado tensiones en cuanto a qué podría pasar. No tanto si Chávez aceptaría o no una derrota en los comicios sino más bien si lo harían aquellos que lo rodean.
Dos facciones fuertes se vislumbran dentro del chavismo. Dos facciones lideradas por personajes que ansían el puesto de Chávez con mucha fuerza. Primero, el canciller Nicolás Maduro, que ha sido el artífice de muchos de los ideales detrás de la Alternativa Bolivariana para las Américas y que es uno de los personajes más activos en la creación y promoción de las instancias regionales como UNASUR y CELAC. Por otro lado, el ministro de Defensa Henry Rangel Silva, quien está al mando de la fuerza militar más grande que aquel país jamás haya visto y que está consciente de la importancia política y estratégica alrededor de su Ministerio. Como veremos más adelante, las verdaderas amenazas para el proyecto de gobierno chavista y la estabilidad de aquel país no se encuentran en la oposición ni en el extranjero, sino dentro de su propio gobierno.
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