Las calles que para la clase media eran las arterias de la libertad, ahora también se recorren con miedo, pues las posibilidades de ser engullidos por otro agujero, lastimados en medio de una pelea, secuestrados por el Uber o desparecidos, son cada vez mayores.
Desde 2009, el año más violento de la historia contemporánea de Guatemala, no nos había tocado vivir con tanta incertidumbre. En los departamentos de Guatemala los temores son muchos, si el agua no para la siembra se pierde, y si se pierde todo, no hay otro camino más que el del norte. Ahí está el temor constante de que se imponga una minera, que llegue la policía a sacarles de sus casas y si no funciona, llegarán los grupos del crimen organizado usando su disfraz de narcos y militares a sacarles con fuego.
El primero de octubre, mientras se celebraba el día de la niñez, en el Chal, Petén se cree que más de 150 personas fuertemente armadas ingresaron a desalojar a más de 50 familias en la comunidad de Ceinup. Esas personas se encargaron de quemarlo todo, incluso algunos animales como perros y cerdos que pertenecían a estas familias. Quemaron el maíz, quemaron las chozas, quemaron todo. No imagino la desesperación, el miedo y los gritos que se escucharon. Casualmente, en el año 2021, la policía nacional civil también había intentado desalojarlos. Las fotos son crueles. Ahora, además, son pobres sin techo para refugiarse. Este es un país lleno de incertidumbre y de dolor.
Personalmente, encuentro difícil ver cualquier tipo de esperanza cuando estos panoramas nublan los ojos con dolor. A veces pienso que no hay camino, sin embargo, han sido las colegas, camaradas y amigas del movimiento de mujeres y feminista quienes constantemente nos recuerdan que, en el medio de la oscuridad encontramos luces que nos animen a continuar, a abrir paso por diversos caminos que nos lleven a la construcción del buen vivir.
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Para mí, ver esas luces aún es un ejercicio difícil, sin embargo, uno que vale mucho la pena. En este sentido, en esta columna quiero reconocer el trabajo que las y los periodistas de investigación realizan, tanto en Plaza Pública como en Agencia Ocote, Prensa Comunitaria, Ruda, Vox Populi y No ficción. Es imprescindible el trabajo que estos medios y organizaciones realizan sobretodo en un país corroído por la impunidad, la corrupción, el racismo, la misoginia y la desigualdad.
Unos días atrás, a través de las redes sociales me enteré que hay tres proyectos guatemaltecos y con alianzas en otras regiones, nominados al Premio Gabo, que se otorga a los mejores trabajos periodísticos de Iberoamérica, uno de ellos es «No fue el fuego» de Agencia Ocote, que se ha encargado de narrar la historia de las niñas que sobrevivieron y mantener en la memoria a quienes fallecieron en el incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción. En su página pueden encontrar un podcast, un memorial que nombra y detalla la vida de las niñas, la cronología del evento, así como investigaciones que develan la complejidad, el dolor y el coraje de quienes aún continúan buscando justicia.
El segundo proyecto nominado a la categoría de cobertura es el de Prensa Comunitaria, el cual lleva por nombre «Mining Secrets», que revela los secretos de la mina ruso-suiza Fénix en El Estor, Izabal, sobre todo la protección que el mismo Estado de Guatemala les ha otorgado a los mineros mientras criminaliza y amenaza la vida de los pobladores de las comunidades maya-q´eqchies, así como la de los periodistas que se han encargado de narrar los impactos ambientales y la corrupción detrás del proyecto minero. El tercer proyecto nominado es el de No-Ficción que, en alianza con otros medios de comunicación del continente americano, realizó la investigación «El negocio de la represión», donde revelan el aumento del gasto público en armas no letales para reprimir a las y los ciudadanos que se atreven a participar en marchas por justicia social. En este reportaje se mencionan las historias de las victimas de las armas no letales en Guatemala, así como el papel de los proveedores y la transformación de los equipos antimotines que, aunque porten armas no letales, las utilizan de forma tan peligrosa que incluso pueden llegar a matar.
Narrar las historias y detallar los intereses políticos y económicos de nuestra realidad son fundamentales para la conciencia crítica de la ciudadanía. Tenemos el derecho a saber lo que en realidad está sucediendo, a conocer con nombres y apellidos a tanto mequetrefe que se beneficia con un país que se cae a pedazos y prefiere que el dolor que nos nubla los ojos, también, nos deje inmóviles. Todo el reconocimiento a las y los periodistas y colegas que se atreven a narrar las realidades aterradoras, recuperar la memoria y colocar sus cuerpos en plena batalla por la información, la evidencia y la justicia.
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