Puede resultar un poco cínico de mi parte hacer ese tipo de pregunta cuando los últimos meses me he dedicado a pregonar lo importante que es conocer las posturas de quienes aspiran a la presidencia para tener un voto informado. No significa que haya cambiado de parecer. Aún creo en la relevancia de saber qué proponen cada partido y su representante, pero cada vez empiezo a dudar de si eso en verdad tiene algún efecto en las condiciones en que nos encontramos.
Está clarísimo que las propuestas nos ayudan —o al menos deberían ayudarnos— a determinar qué tipo de ideología tiene el candidato. Pero acá, aunque a simple vista podríamos decir que uno es de derecha y la otra de izquierda, cuando escuchamos lo que dicen, esa idea de que todos son populistas parece un poco cierta.
Tenemos a un aspirante a la presidencia recitando el himno nacional como propuesta principal de cambio para el país. Y a otra que se presenta como socialdemócrata, pero lo único que tiene de centroizquierda son los programas sociales, que también hace cuatro años eran parte de la oferta electoral del Partido Patriota, un partido de derechas.
Entonces descartemos que las propuestas nos ayuden a determinar el tipo de ideología que tienen los candidatos. Al final, eso no importa tanto. Lo qué importa son las propuestas que tienen para solucionar los principales problemas del país.
Supongamos que lo del himno fue un incidente de una sola vez, que Sandra también tiene otras propuestas además de los programas sociales y que en realidad nuestros candidatos tienen propuestas innovadoras y políticas que nos ayudarán a transformar nuestra realidad.
Pero lo más probable es que, como ha pasado en otros gobiernos, el plan que nos ofrecieron durante la campaña nunca llegue a ejecutarse una vez que estén en el poder. Las excusas podrán ser verdaderas: que no sabían cómo se encontraba el Estado, que no hay forma de financiar las propuestas que ellos nos ofrecieron, que tendrán que trabajar con lo que se tiene y que en el camino se estarán inventando nuevos pactos, nuevas políticas y nuevas alianzas para cambiar el país.
Y la verdad es que eso puede pasarle a cualquiera, hasta al más experimentado.
Entonces tenemos que las propuestas no nos sirven para saber qué tipo de ideología tiene cada candidato. Porque en Guatemala no tenemos ideologías, solo la paranoia de ellas. Tampoco podemos tener la certeza de que lo que proponen vayan a cumplirlo porque la historia nos ha demostrado, en palabras de nuestra exvicepresidenta, que «no es lo mismo verla venir que bailar con ella». Así, en realidad, conocer las propuestas no diferencia tanto a uno de otro. Porque ninguno de los dos tiene ideología y porque los dos —por las condiciones actuales— están sujetos a la posibilidad de que cuando lleguen les sea imposible aplicar sus programas.
En este punto tal vez me entiendan a qué me refería con mi pregunta inicial. Tal vez lo que yo quiero expresar es que las propuestas no deberían ser nuestro único valor para decidir por quién votar.
Tal vez deberíamos regresar unos meses atrás y recordar que nuestro mayor interés era reformar el Estado. Está claro que nos interesa cómo van a reducir la pobreza y los índices de violencia y cómo van a aumentar el empleo. Pero creo que todos sabemos también que los programas que en verdad pueden cambiar las condiciones sociales y económicas del país ya están en funcionamiento y que lo que falta es voluntad y transparencia para ejecutarlos.
Entonces, lo que sí debería ser un valor determinante para decidir por quién votar es la voluntad política que tendrá cada uno de ellos para hacer las cosas. Aunque, para no dejar al azar una decisión tan importante, más que la voluntad deberíamos ver quién de ellos podría tener la capacidad de reformar el Estado para que las cosas ya no dependan de las personas, sino del sistema. Ya no deberíamos preocuparnos tanto de lo nuevo que ofrecen, sino de cómo cumplen lo que ya existe.
Así pues, en estos últimos días, las preguntas que deberíamos hacerles a nuestros candidatos son qué reformas planean hacer en materia de partidos políticos, de compras y contrataciones y de servicio civil; cómo planean aprobar esas leyes considerando que ninguno tiene mayoría en el Congreso; con quién deberían aliarse, y si sería esa su primera acción de gobierno.
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