Es evidente que sería necesario hacer muchos encuentros más para reflejar el pensamiento de los 22 pueblos indígenas que habitan este territorio.
El guía espiritual achí, Alberto Acetun, dijo de entrada que sus palabras reflejaban una cultura colonizada y revuelta, que ya no puede considerarse maya pues no provienen de una forma de vida pura. La misma espiritualidad ya no es consecuente con el buen vivir, pues se queda en lo superficial; en la teoría más que en la práctica.
Dijo que la conexión con los espíritus se inicia desde la concepción del ser humano. Algunas parejas, o a veces los abuelos, se ponen en contacto con las comadronas para conocer los nawales de concepción y nacimiento del futuro hijo y planifican sobre estas bases la engendración misma. Durante la gestación, se pide a dioses como Xpiacoc, Xmukane, Ixchel y otros que ayuden a formar al niño, en todos sus componentes. Cuando nace, se le debe presentar al cerro para afirmar su conexión con la naturaleza y esta le permita gozar de sus dones.
Habló del maíz como un elemento de la naturaleza que sirve para vivir, no para comercializar. Dijo que las plantas también tienen un espíritu y que al conectarse con él se puede recibir sus energías, lo cual se traducirá en bienestar. En cada uno de los puntos cardinales habría grupos de espíritus con los que también es importante conectarse para disfrutar de los dones naturales que representan.
El buen vivir se deriva de conocer y seguir estas prácticas.
El guía espiritual q’eqchi’, Jorge Adán Poou, dijo que nacemos luchando, vivimos luchando y morimos luchando, una perspectiva con ecos budistas. El buen vivir es una ciencia en la que es necesario centrarse. Lo que uno comparte con los demás también es parte de ello, o sea que no es una experiencia personal sino colectiva, que incluye a la familia y a la comunidad.
Dijo que ya suficiente daño se ha hecho a la Tierra y es necesario rescatarla. Parte del buen vivir consiste en no tirar más basura, no usar más plásticos, ni más desechables. Este cuidado es parte de la espiritualidad que caracteriza al buen vivir y al agradecer al creador, al Ajaw, todos los días se puede ver lo sagrado en todas las cosas.
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«El tiempo no alcanza para reaprender todo lo que se ha perdido y poder defendernos del imperialismo que nos sigue pisoteando. Vivimos entre energías positivas y negativas. A nosotros nos toca afirmar las positivas. Nuestra palabra tiene poder y nosotros decidimos qué afirmar. Si afirmamos lo positivo, es más probable que se logre; si nuestras afirmaciones son medias tintas, es probable que no se dé». Estas afirmaciones deben basarse en la sabiduría y no ser arbitrarias.
El buen vivir es algo colectivo, un agradecimiento y un reconocimiento a la naturaleza y al creador, y lo podemos elegir con firme determinación para hacerlo realidad.
El guía espiritual poqomchi’, Luis Cuc Güe, dijo que el buen vivir es una sabiduría que se trae desde la concepción; desde que nuestros padres nos engendran traemos el don de luchar por construir. Este concepto trae a la mente la memoria colectiva de Maurice Halbwachs y el inconsciente colectivo de Carl Jung, nociones que pueden ser discutibles. Sin embargo, estar convencido de que existen, y buscarlas dentro de uno mismo, obligaría a reflexionar sobre las creencias propias y no lo que se ha aprendido por adoctrinamiento o propaganda.
Esta sabiduría incluye nuestra dualidad existencial con la tierra, el conocimiento que encierran los nawales y el que existe en todos los elementos: la tierra, el aire, los animales y el universo mismo. Es un don que otorga una misión de vida.
«Los ricos y su desarrollo son destrucción y muerte; la ideología del sistema, lo que nos imponen, es lo contrario [al buen vivir]. Ya no respetamos nuestra vida, nuestro cuerpo, sino que pensamos en un carro, en una casa. El buen vivir es el cuidado de lo que sembramos, de lo que comemos, la protección de los animales. El pensamiento occidental nos hace pensar más en lo material que en lo espiritual. Vivimos una vida que no es la nuestra. Nosotros [los indígenas] somos cuidadores, guardianes de la madre naturaleza, algo que debemos comprender como parte del buen vivir».
«No pedimos riquezas ni carros, pedimos sabiduría. Debemos rescatar las conexiones con la naturaleza, con el bosque y con todos los seres. Como pueblo, vamos perdiendo la sabiduría que desarrollaron nuestros abuelos, pues nuestros antepasados pedían permiso antes de cazar un animal».
«El buen vivir también es política. Recordamos a nuestros mártires, a quienes dieron sus vidas por nosotros. No es tarde. Empecemos a practicar ese buen vivir. No es suficiente con pensarlo, sino hay que llevarlo a la práctica. Organicémonos».
Lo expresado por estos guías pone de manifiesto una dimensión filosófica y no una práctica en el día a día. Se intuye que al seguir esta filosofía uno viviría la cotidianeidad de manera consecuente. En la práctica, esto dependerá de la coherencia de cada quien.
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