El presidente Arévalo no ha sacado a la Fiscal General de su búnker como haría cualquier gobernante autoritario, mediante el uso de la fuerza. No ha ido a besarle la mano a los pastores que cobijaron a los gobiernos más corruptos de la historia reciente. No ha organizado pagos millonarios para legislar a la medida, moviendo efectivo de caletas a los diputados y otros funcionarios. No ha postergado acciones ineludibles como la clasificación de desechos o el proceso para que tengamos una ley de aguas y un ambiente protegido. No se ha peleado con los Estados Unidos y ha mantenido una política exterior coherente con la coyuntura y acorde, nos guste o no, con administraciones anteriores.
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No ha fabricado enemigos imaginarios para que la gente más religiosa acuda a acuerparlo y las miradas se distraigan de lo más importante. No ha abandonado las escuelas y los hospitales como desean los sectores más reaccionarios, porque dependen de que este gobierno fracase. No se ha hecho de la vista gorda evitando que las cárceles estén en manos de delincuentes. No frenó el aumento al salario mínimo para quedar bien con sectores económicos a los que, dicho sea de paso, les importa un carajo el bienestar de la gente. No se ha atrincherado simulando conferencias de prensa donde solo pueden participar sus corifeos.
No tiene idea de cómo robar y salir impune porque su sistema de creencias lo bloquea. No se esconde y recibe críticas, aunque algunos de sus funcionarios no hayan aprendido a escuchar. Se niega a crear nuevas instancias estatales para hacer lo que le interesa, porque está empeñado en que la estructura burocrática produzca resultados y eso provoca error tras error. No está siguiendo el proceso de desfinanciar y debilitar instituciones para justificar su privatización y eso le duele muchísimo a quienes todavía viven de esquilmar al Estado.
No ha utilizado el poder del Ejecutivo que, no es poca cosa, para imponer agendas en los medios, pagando por propaganda disfrazada de noticias. No se ha peleado con los poderes económicos pese a que, desde allí grupos empresariales apoyaron el golpe de estado que se frustró por el respaldo de los pueblos originarios y otros sectores. No le ha dado la espalda a quienes lo apoyaron y salvaron su presidencia; desde las autoridades ancestrales hasta la combativa colonia Bethania. Y aún así, se comunica con alcaldes, opositores y hasta con la mujer más corrupta del país. No, no tiene las taras de gobernantes anteriores que no podían hablar con quienes percibían como enemigos.
No presume tener el poder para resolverlo todo. Eso lo hace vulnerable, pero escucharlo no es para nada repetir los discursos vacíos de administraciones anteriores. Eso sí, tiene garrapatas y alacranes subidos en el traje y errores que asoman a cada poco. Pero no se ha afanado en que todo se oculte y ha tenido que tomar decisiones, algunas acertadas, algunas no, pero desde la institucionalidad.
Bernardo y su equipo, porque se trata de muchas personas, no van a resolver problemas que se han construido durante décadas. No van a revertir en 4 años el desmantelamiento del Estado. Pero tampoco van a darles gusto a quienes viven de esquilmar a la gente más pobre, sabiendo que la pobreza, la pobreza extrema y la desnutrición son ahora y seguirán siendo problemas importantes por resolver. Tampoco van a solucionar los problemas judiciales más indignantes porque, en primer lugar, las cortes están todavía en manos del gremio más corrupto, aunque haya honrosas excepciones.
Así las cosas, Bernardo y su gente no van a resolver todo, tampoco ejecutaron el presupuesto con la eficiencia esperada en 2024. No creo tampoco que el Presidente se quite el cincho para corregir barbaridades y no va a despedir a toda la gente que no merece estar en el Gobierno, pero votaría de nuevo por él y su equipo hoy mismo si fuera necesario.
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