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Ilustraciones: JERE

La receta al autoritarismo: arca abierta, gasto sin control y jueces incondicionales

El último índice de medición de la democracia a nivel global de The Economist muestra cómo se están multiplicando los regímenes autoritarios en el mundo. Y la más reciente edición del Índice V-Dem de la Universidad de Gotemburgo sostiene que, por primera vez desde la caída del Muro de Berlín, hay más autoritarismos que democracias.
El último índice de medición de la democracia a nivel global de The Economist muestra cómo se están multiplicando los regímenes autoritarios en el mundo. Y la más reciente edición del Índice V-Dem de la Universidad de Gotemburgo sostiene que, por primera vez desde la caída del Muro de Berlín, hay más autoritarismos que democracias.
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La receta al autoritarismo: arca abierta, gasto sin control y jueces incondicionales

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No lucen saco y corbata o boina y bigote: su estética puede incluir jeans y zapatos deportivos para proyectarse como personajes modernos. Y no necesariamente su liderazgo se proyecta a escala nacional. Los personajes autoritarios pueden surgir en los gobiernos municipales, desde donde desgastan a las instituciones democráticas.

Por: María José Longo, Mariely Franco, Johnny Anona y Mirna Alvarado 
Introducción: María José Longo
Editora: Claudia Méndez Arriaza
Trabajo de datos: Eduardo Sam Chun
Ilustraciones: Jere
Programación: Javier Castillo | Royale Studios

Esta serie presenta rasgos y fases de involución de líderes que, paso a paso, tejen redes que les permiten ser electos en las alcaldías desde las que concentran poder y evaden la fiscalización. Antes de continuar, repasemos la descripción y los rasgos de los autoritarismos.

Todo el poder

El totalitario es una persona que concentra todo el poder. Luis Mack, doctor y profesor en Ciencia Política, en entrevista para este reportaje, recurre a un personaje histórico para explicarlo: el Rey Sol, Luis XIV y su frase «El Estado soy yo».   

Era juez, contralor, policía y congresista. Luis XIV podía decir: «ella es culpable con base a esta ley que acabo de crear. ¿Cuál es la sentencia? Que le corten la cabeza».

«Todo el Estado constitucional de derecho se diseñó para que no aparecieran más Luises XIV; pero la tendencia a la concentración del poder sigue vigente a lo largo de la historia y siempre surgen personajes autoritarios como Donald Trump y Nayib Bukele o líderes locales como Netro Bran», explica Mack.

Mandar de manera absoluta no se logra de forma instantánea, pero sí puede ocurrir a pasos acelerados.

Fabián Villalobos Machuca, cientista político e investigador del Laboratorio de  Radicalización Política en América Latina en la Universidad Diego Portales de Chile, describe los primeros pasos: la aprobación de reformas aisladas que modifican la estructura democrática. Un día, dice Villalobos en entrevista con los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP), esas reformas unidas son un Frankenstein que borra el Estado democrático preexistente.

«Estos procesos son cada vez más rápidos», señala Villalobos. Hoy, en América Latina, hay regímenes autocráticos de izquierda acompañados de otros de ultraderecha que desarrollan autocracias dentro de las democracias.

Guatemala no es la excepción y, aunque la mirada se concentra en líderes nacionales, la lupa de esta serie se fija en los líderes locales.

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El camino al poder  

Hoy el gobernante autoritario llega al poder mediante mecanismos democráticos: rara vez lo alcanza a través de golpes de Estado como los de los años 60 y 70. Los autoritarios asumen el poder en elecciones libres y competitivas, al menos, por primera vez.

Pero ¿cómo lo logran? Los cientistas políticos han identificado la principal herramienta, una retórica populista: «Usan un discurso que confronta a la élite política vigente con el pueblo, una posición anti-establishment. Se basan en una crisis real o creada que aumenta los réditos al candidato: se posicionan como salvadores del mundo, hablan a favor de los marginados, de los silenciados y en contra de la élite corrupta», explica Villalobos.

Las fallas de administraciones anteriores los catapultan. Y entonces crean un enemigo del cual buscan distinguirse: «Voy a sacar a estos corruptos a patadas del municipio; yo soy la diferencia; vamos a recortar el gasto público porque se está gastando mal», ejemplifica Villalobos.

Un paso a la vez, pero a gran velocidad

Un político autoritario no es como un grano de maíz que en segundos se infla para convertirse en poporopo. Se toma su tiempo, lleva adelante acciones progresivas y, muchas veces, inadvertidas para la población.

Una vez en el poder, recurre al clientelismo y a la corrupción.

«No necesariamente un líder tiene que ser autoritario para que exista corrupción o para que exista clientelismo. Pero, generalmente, los líderes autoritarios tienden a ser corruptos y clientelares», describe Villalobos.  

Los fondos públicos son la clave para fortalecerse: se conectan con las necesidades de las personas y encaminan sus acciones para hacer creer que las satisfacen. Es común ver en los municipios a alcaldes que promueven y explotan los programas sociales —reparten desde víveres hasta pipas de agua—; llegan a patrocinar ferias o fiestas específicas para congraciarse con sus electores.

Y lo logran porque «manejan el presupuesto a su antojo». Un alcalde autoritario empieza a ser, cada vez, menos transparente con el gasto público, añade Villalobos.

¿Qué logran con estos eventos como ferias o repartición de víveres que parecen inocuos? «Amplían la base electoral, su base de apoyo y empiezan a generar una lógica de prestaciones y de prebendas a todos los que están con él», dice Mack.

En la conferencia «El autoritarismo no es nada nuevo» de los CAP, el historiador salvadoreño Héctor Lindo explica que «la corrupción es utilizada por los gobernantes autoritarios no solamente para enriquecerse ellos mismos, sino como una herramienta para obtener lealtad».

Además, para evitar rendir cuentas deben eliminar sus contrapesos: en el caso de los alcaldes, empiezan por neutralizar la figura corporativa del gobierno municipal: «La persona se convierte en dominante: los vecinos se dirigen al alcalde y no al Concejo, porque (el jefe edil) es quien tiene el poder», explica Mack.

La oposición política no es la única contrabalanza: otras herramientas democráticas que resultan anuladas o inefectivas son la auditoría social y rigurosa del gasto; la investigación penal ante indicios de corrupción; o la aplicación de la justicia para sancionar los abusos y garantizar que no se repitan.

Allí es cuando el alcalde autoritario muestra dos caras: la amable para los amigos; la tirana, para sus críticos y disidentes. A los adversarios les «pega» y a los amigos les premia. Las críticas dejan de ser una opción: construye un imaginario entre los “buenos» y los «malos», los «malos», claro, son sus opositores. «Dice que lo atacan, que él es muy bueno, que quien lo critica es perverso, es corrupto», señala Mack.

La consolidación de su imagen pasa por crear una estrategia de comunicación y una red de «medios» para consolidar y difundir sus mensajes. Una investigación publicada por la Red Centroamericana de Periodistas reflejó cómo a lo largo y ancho del mapa, muchos alcaldes guatemaltecos mediante sobornos, contratos de publicidad y, en algunos casos, amenazas y campañas de desprestigio hacia periodistas, garantizan la cobertura favorable y silencian voces críticas.

Las alianzas de los autoritarios alcanzan, además, a grupos sociales, pues se nutren del apoyo popular: «Empieza a tener todo un círculo de hierro de personas que los defienden, que son incondicionales. Incluso organizaciones de sociedad civil que se convierten en grupos de choque, que trabajan a su favor», advierte Mack.

Gerardo Monterrosa Cubías, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que los gobernantes autoritarios también requieren de alianzas para ejercer el poder. Se trata de «coaliciones dominantes» que sostienen a los regímenes autoritarios y que están conformadas por actores institucionales relevantes como el ejército o los burócratas y/o actores sociales y económicos como las iglesias, empresarios y terratenientes e, incluso, algunos sindicatos que se alían para mantener el sistema”, dijo el historiador en la conferencia «Centroamérica: historia de los autoritarismos» impartida en los CAP.

La justicia a sus pies

El poder judicial es pieza fundamental para los líderes autoritarios: en un juzgado o en una corte está la clave para frenar o permitir los abusos.

La manipulación del sistema de justicia les permite anular adversarios políticos o fiscalizadores: «Provoca que no haya un contrapeso o lo veta», explica Anny Puac, politóloga Kʼicheʼ a los CAP.

Lograr el control de jueces asegura su continuidad: «Las cortes pueden ser importantes porque pueden utilizar las leyes para que se le apliquen de manera diferente a sus oponentes políticos o pueden utilizar las leyes para protegerse a sí mismos», explica Marielos Chang, también politóloga, entrevistada para esta serie.

Villalobos coincide con sus colegas y explica que un gobernante autoritario necesita un poder judicial que no lo enjuicie a él ni a sus aliados, pero que sí lo haga con la oposición.

Mack señala que el juego del autoritario no es suprimir las cortes, sino cooptarlas. Consultado para este reportaje, Aníbal Argüello, investigador y analista criminal, explica esta cooptación de la justicia: un personaje autoritario se puede valer de diferentes redes políticas, familiares, económicas, sociales e, incluso, del crimen organizado.

Argüello apunta a que en esta fase, el autoritarismo se convierte en macrocriminal. En el entorno del tirano se identifican operadores abiertamente ilícitos –como narcotraficantes o criminales conocidos– mezclados con funcionarios y empleados públicos.

«Cuando nos encontramos en un contexto de este tipo, los actores políticos necesitan tener dentro de su red un alcance hacia operadores de justicia para poder cumplir con sus fines, para que les sirvan de salvación», dice Argüello.

Y en esta etapa, las redes criminales avanzan, se perpetúan y se hacen más profundas para capitalizar el poder económico, social y político. En ese perfeccionamiento pueden expandirse hasta lograr posiciones en el Congreso y consolidar un control territorial, mayor que el poder local.

Argüello amplía la mirada y la enfoca en dos aspectos: no solo la manipulación de las cortes y del Ministerio Público; sino también el uso indebido de la justicia para asuntos más allá del circuito penal: "El alcalde necesita generar incidencia sobre el órgano jurisdiccional, pues su poder está sujeto también al control administrativo, económico, coactivo y civil", explica.

El analista añade que el control de las cortes se logra de forma directa o a través de las redes que consolidó en fases tempranas.

Ningún líder autoritario debe subestimarse, pues aunque su alcance sea local o limitado geográficamente, el impacto es de gran calado: desgastan el valor de la democracia frente a los votantes.

La encuesta de opinión pública en Guatemala, realizada por la consultora Cid Gallup en septiembre de 2025, reveló que a 7 de cada 10 guatemaltecos no les importaría tener un gobierno no democrático, siempre y cuando resuelva los problemas económicos y de seguridad ciudadana del país. 

El mismo estudio de opinión reveló que aunque una minoría (14%) cree que un gobierno autoritario es mejor, a un alto porcentaje (47%) le da lo mismo una administración democrática que una no democrática, si ésta «resuelve» los problemas.

Las siguientes historias sobre los alcaldes de Guanagazapa, Quetzaltenango y Antigua Guatemala muestran cómo la opacidad, el manejo arbitrario de los fondos, la neutralización de opositores y la persecución a sus críticos son herramientas utilizadas para concentrar el poder y desgastar la democracia en sus municipios.

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Este reportaje se realizó como parte del Ciclo de Actualización para Periodistas (CAP) sobre Justicia y Lucha contra la Impunidad en Guatemala.

 

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