¿Cuántos de nosotros no recordamos cómo las palabras inspiradas de un mentor —a veces un simple gesto— proyectaron el camino que debíamos seguir o las actitudes vitales que eran dignas de sostener? Mi conciencia atesora escenas cruciales en las que mis maestros centralistas Fidencio Méndez o Manuel Roldán esculpieron actitudes que intento no traicionar; no dejo de recordar al siempre añorado don Eloy Amado Herrera diciéndome que mi camino era la filosofía.
La conciencia de esta influencia adquiere un matiz peculiar cuando el maestro contribuye a la plenitud de la propia realización, a la coronación siempre íntima de la vocación. Creo que esta convicción motivó a aquéllos que acudieron al evento académico que celebró los ochenta años de Algis Mickunas, profesor emérito de filosofía en Ohio University (Athens, Ohio). El evento se realizó en su natal Lituania, en la universidad Vytautas Magnus, en la histórica ciudad de Kaunas cuna de otro gran filósofo como fue Emanuel Levinas.
El evento contó con la presencia de varias generaciones de estudiantes de Mickunas, desde profesores en edad de retiro hasta estudiantes de doctorado; muchos de los asistentes eran originarios de diversas regiones del globo. Nos reunimos con la alegría de sabernos partícipes de una experiencia humana y académica que transformó nuestras vidas en un sentido hermoso y aún más noble. Algunos de mis lectores podrán reclamar parte de esta dicha para Guatemala, dado que Algis Mickunas ha visitado varias veces nuestro país en actividades académicas memorables organizadas por la Universidad Rafael Landívar.
Nos hermanaba, pues, una conciencia de comunalidad que es más profunda en cuanto hunde sus raíces en generaciones anteriores al propio Mickunas. Nuestro maestro se formó en Alemania bajo la dirección de Ludwig Landgrebe y Eugen Fink, quienes a su vez fueron asistentes del fundador de la fenomenología, Edmund Husserl, uno de los pensadores más influyentes de la época moderna. Fink y Landgrebe no sólo desarrollaron el aparato reflexivo de la fenomenología, sino que también se pusieron del lado de su maestro cuando éste fue víctima del ostracismo académico fomentado por el nazismo.
Esta compenetración íntima de Mickunas con la herencia fenomenológica—legado que él ha reproducido creativamente en la conciencia de sus estudiantes— lo ha llevado a plantear el ideal de la rigurosidad filosófica en un ambiente cultural global que ha sido penetrado por posturas críticas que a veces no dan cuenta de sus propios compromisos conceptuales. El ejercicio reflexivo de Mickunas—que como el método socrático busca que el interlocutor pueda descubrir la verdad por sí mismo—insiste en la necesidad de evitar reduccionismos de cualquier tipo. Esta perspectiva, afincada en una crítica profunda de las construcciones ideológicas occidentales, permite avanzar en la comprensión del diálogo intercultural sin caer en posiciones relativistas. Precisamente, en la conferencia en mención tuve la oportunidad de argumentar en favor de los alcances reflexivos del mito, una posición que puede ayudar a cristalizar las contribuciones políticas de las culturas indígenas de Nuestra América.
Esta experiencia me hizo valorar la fortuna de que hubiese estado por dos años en diálogo cotidiano con un pensador que ha insistido en que nuestra relación con el mundo supone integrarse en un universo que se constituye como un cosmos expresivo. Vivir supone sumergirse en una totalidad constituida en la interacción de seres capaces de registrar la profunda música cósmica que surge de nuestra sensibilidad. Descubría maravillado cómo la filosofía amorosa de Mickunas está cristalizando en un eroticismo cósmico que se resume en la máxima “Amo; luego soy”. Una filosofía necesaria para un mundo que al perder la capacidad de maravillarse ante la experiencia de la vida, se acerca temerariamente a su propia destrucción.
Las experiencias intensísimas de este evento tuvieron una digna culminación con la intervención de la escritora estadounidense Claire Elaine McCoy, Ph.D., quien compartió con nosotros un poema que me impresionó por su precisión evocativa. Regocijado por la feliz coincidencia entre sentimiento y precisión metafórica, ofrezco ese poema en traducción libre:
El maestro
Dedicado a Algis Mickunas, maestro
En los arcos relampagueantes
que crean el espacio
Se hace presente
un hijo cósmico
de todo el mundo.
Resplandor elusivo
en forma humana,
Ser vibrante
fuego enceguecedor,
Ejecuta su canto
para almas sedientas.
La presencia
irrumpe
emergente.
Las ideas danzan /
El mundo cambia /
Lo esperado se derrumba /
La intención lo trastoca todo.
Juntos, en una comunión de todas las maneras,
cual si fuéramos luces que danzan entrelazadas,
rayos liberados de tiempo y lugar,
podemos tocarnos y gustarnos y vernos,
con pasión envolvente,
en la plenitud del éxtasis terrenal.
Somos como brasas brillantes
que se tornan en llamas,
atraídos hacia el centro de la creación
por la estela de este cometa solar.
(Claire Elaine McCoy, Ph.D., Copyright May 15, 2013)
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