En Internet uno encuentra basura para todos los colores, algo que no debería asombrarnos cuando en la Asamblea General de las Naciones Unidas cualquiera puede llegar a mentir con descaro e impunidad. Al fin y al cabo, la batalla de la razón ya la tienen perdida, pero la batalla para manipular mentes siempre está vigente para vender bebidas carbonatadas, cigarrillos, minería a cielo abierto, vida en el más allá, manitas invisibles que educan, protegen y sanan, o la ilusión de que alguien en cu...
En Internet uno encuentra basura para todos los colores, algo que no debería asombrarnos cuando en la Asamblea General de las Naciones Unidas cualquiera puede llegar a mentir con descaro e impunidad. Al fin y al cabo, la batalla de la razón ya la tienen perdida, pero la batalla para manipular mentes siempre está vigente para vender bebidas carbonatadas, cigarrillos, minería a cielo abierto, vida en el más allá, manitas invisibles que educan, protegen y sanan, o la ilusión de que alguien en cuatro años hará lo que todo mundo sabe que no puede.
El problema en un modelo de propaganda y en una crisis socioeconómica permanente es que no basta con la educación disciplinante o con el hogar religioso y castrante. Hace falta manipular el discurso público y apelar a la implantación de ideas simples, ordenadas de manera maniquea, en atención a un enemigo interno.
Así, tres son los anzuelos: libertad, vida y propiedad, que he visto ya algunas veces en las redes sociales y que en realidad me parecen efectivos porque logran simplificarles la vida a quienes no quieren pensar.
- Libertad. ¿No es acaso maravillosa la libertad? Tan útil ha sido que esa ficción esencialista llamada Guatemala sigue reproduciendo que somos libres del imperio español. Y en eso (y casi solo en eso) tienen razón, pues, aunque resulte ocioso escribirlo, la libertad tiene una dimensión económica y política, y en esos planos tienen libertad, incluso en campos de la sexualidad, quienes pueden pagarla. La libertad que reclaman las élites es para hacer lo que les venga en gana con la gente, el ambiente y, en general, el Estado del que medran. No por casualidad el pacto de corruptos incluye a las cámaras empresariales como socias fundadoras.
- Vida. Tal vez el más triste de estos tres ejemplos porque quienes se cuelgan la etiqueta de la defensa de la vida coincidentemente apoyan la pena de muerte, que sigue viva y popular, y porque cualquier destino precario después de nacer ya no entra en su imaginario. La clave en este anzuelo es el rechazo al aborto, que tiende a representarse con bebés desmembrados y fuera de contexto. De nuevo no se menciona a las niñas violadas obligadas a parir ni a las mujeres que de cualquier forma abortarán. Tampoco se discute que, con educación sexual y medidas de protección, las niñas estarían menos inseguras y las mujeres podrían evitar abortos mediante otros medios.
- Propiedad. En esencia, este es un discurso antiestatal y también la reivindicación de las élites, que proponen que todo debe ser privatizado para que haya alguien que cuide de los bienes. Por supuesto, si se terminan de privatizar la salud, la educación, el agua, la seguridad y la infraestructura, serán nuevos ricos y algunos ricos con pedigrí quienes tendrán que beneficiarse. Y por supuesto que proteger la propiedad significa no dudar ni por un segundo de su oscura procedencia. ¿Sabe quiénes reclaman la devolución de sus propiedades? Otto Pérez, Roxana Baldetti y la fauna que clama la expulsión de la Cicig.
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En suma, los tres anzuelos tienen una interpretación para la minoría que está muy bien y que cuelga su banderita de Guatemala o pega la calcomanía de su Iglesia favorita en el carro. Esa Guatemala está bien tal y como estamos ahora. Se quejan porque no pueden enriquecerse más rápido y necesitan que sus círculos inmediatos de influencia compren el discurso de la libertad, la vida y la propiedad.
La Guatemala que vive en la pobreza (que es la gran mayoría), la Guatemala que se acuesta sin cenar, incluyendo a millones de niñas y niños, esa no tiene libertad para decidir ni sobre la propia vida. No tiene acceso a la salud (o sea, a la vida) porque no se educa, no come bien y está en riesgo todo el tiempo. Y de la propiedad, sí tiene una: por un corto período productivo cada pobre es dueño o dueña de su fuerza de trabajo. Y eso es lo único que puede vender. Y la venderá formal o informalmente. Si a eso le llamamos propiedad, el chiste se cuenta solo.
Este discurso de la libertad, la vida y la propiedad es un recurso de coyuntura, con raíces históricas. Es también la manera de construir un enemigo interno que resulta efectivo porque moviliza las emociones religiosas y políticas que llevan años expuestas a un discurso hegemónico neoliberal. De esa manera, solo nos queda resistir y confiar en que las nuevas generaciones sean escépticas y digan no a la mentira que se construye para manipularlas.
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