Esto es problemático porque se trata de un fondo documental que muestra la evolución de la Policía desde el siglo XIX, por lo que este cambio implica cortar de tajo una labor especializada de técnicos que se han preparado por más de 15 años para saber cómo albergar estas fichas y hacer que perduren en el tiempo. Acá pueden revisar si ustedes o sus parientes aparecen en alguno de los documentos.
Parte de la falta de identidad del país se da porque se niega deliberadamente el pasado. Hace años, el periodista Oswaldo J. Hernández escribió un reportaje en el cual comprueba que ni siquiera libros de historia hay en las escuelas. No se pretende evocar las raíces, sino al contrario: se le apuesta al olvido. Toda esa parafernalia nacionalista es un chantaje más.
Esta jugada de Degenhart en compañía de Jimmy Morales y de los criminales detrás de él, que se inventan una comisión técnica que evalúa las «ilegalidades» del AHPN, apunta a desbaratar los casos de violaciones de derechos humanos en los cuales han sido condenados muchos de los amigos de Jimmy y otros que tienen proceso. Tal es el caso del mentor del presidente, Édgar Ovalle, quien se encuentra prófugo. Se le acusa de financiamiento ilícito, así como de desaparición. Es decir, muestra el vínculo entre la corrupción del presente y la impunidad del pasado.
Hace años tuve alguna relación con el AHPN porque trabajé con unos periodistas internacionales, liderados por el tallerista Roberto Herrscher, en redactar la revista El Retrovisor. Dicho trabajo contó con el apoyo de la Deutsche Welle y fue parte de unos encuentros periodísticos sobre memoria histórica. Estuvimos algunas semanas en el AHPN indagando los enfoques de las notas y revisando las fichas que nos servirían para la publicación.
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Notamos que en estos documentos hay de todo: desde detalles sobre personas vinculadas a las estructuras guerrilleras hasta informes puramente administrativos, sobre cuentas de gasolina, robos denunciados, etc. Es un esqueleto de toda la institución policial, que fue clave en la dinámica contrainsurgente. Salió una revista interesante y, tras días de estar en las instalaciones, el frío de los papeles empezó a penetrar en los huesos. Uno imagina a los policías dedicados a teclear en las máquinas de escribir los datos de cada uno de los que el Gobierno consideraba sus adversarios y que había que fichar. Pienso cómo será ese trabajo ahora, con espionajes telefónicos y perfilando a la gente en las redes sociales, como lo hacen Polo y los netcenters del Gobierno.
Este gobierno se ha caracterizado por promover acciones a favor de los militares, sobre todo en estos últimos meses electorales. La semana pasada el Congreso aprobó millonarios pagos a expatrulleros por resarcimiento por el conflicto armado, y los diputados siguen empujando la idea de una amnistía con el fin de aprobarla después de la primera vuelta.
El 31 de mayo se venció el plazo para que el Mingob prorrogara el convenio para que el AHPN siguiera a cargo de la cartera de cultura, lo cual no se ha hecho, de modo que el PDH planteó un amparo ante la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, como acostumbran hacer los integrantes de esta en asuntos que van contra sus intereses, lo metieron en el congelador y después de más de 15 días no lo han conocido.
Esta medida regresiva se suma a la ola que se ha venido dando en varios niveles para que el país se estanque en un paraíso de impunidad, donde no se juzgue a financistas de campañas ilegales ni se persigan los desmanes del conflicto armado interno.
Que el archivo cambie de manos supone un somatón a la historia. Es impedir que se indague en los hechos. Es negarle al pueblo la posibilidad de autoconocerse, de entender por qué estamos como estamos. Es quitar del quirófano las vísceras atrofiadas. Es robarnos el pasado y, por lo tanto, al desconocerlo, robarnos también buena parte del futuro.
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