Se sabe que la legión de la antigua Roma las usaba para diferenciar cada uno de los grupos que la componían. Antes de ella, 5,000 años antes de Cristo, también los líderes de las tribus en Persia o los reyes egipcios tenían las propias. Así lo demuestran los pocos vexilólogos que existen, los eruditos de esa ciencia que aparece en 1957 para estudiar las banderas. Con el paso del tiempo, las banderas representaron a reyes y sus reinos y luego a los cruzados y las invasiones musulmanas en territorio europeo. Hoy por hoy, la bandera más antigua, en su preámbulo moderno, es aquella que representa a Dinamarca desde el siglo XVI, y cada uno de los países del mundo tiene una.
Algunas banderas tienen una raíz común, como las de Centroamérica. Esa historia se remonta a ese pedacito de historia que se llamó Provincias Unidas del Centro de América, ocurrido entre 1823 y 1824. Al independizarnos de España fuimos un solo Estado, con una sola bandera. Esa bandera es similar a las actuales de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala: consistía en tres franjas horizontales, dos celestes divididas por una blanca, y en medio de esta última, como en varias de las actuales, había un escudo. Si usted observa esa bandera con detenimiento (al final de este texto), verá que en el centro del escudo hay un arcoíris —rojo, amarillo, verde, azul y morado— sobre las montañas o volcanes, que son también un símbolo poderoso de nuestro territorio. No es la primera vez que el arcoíris y tampoco será la última.
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Es hermoso ese puente histórico. Al ver la bandera de Guatemala con los colores de la bandera del arcoíris, me parece que es una resignificación —entre varias posibles— de un horizonte al que muchos aspiramos. Nos desplazamos de una bandera que hablaba de dos océanos, del color del cielo, de la albura de las nubes, a también hablar de una sociedad que respeta la diversidad, que antepone el amor y que con la misma ciega locura defiende la dignidad de cualquier persona. Ojalá.
Así es la humanidad: necesitamos de símbolos para sentirnos parte de una comunidad, de un sentir común. ¿Qué representa la bandera de Guatemala? ¿Un sentimiento patriótico? ¿A qué nos referimos con patria? ¿En que se asienta nuestra identidad? Supongo que es difícil explicarlo, y el tema parece estar más vacío de lo que algunos están en disposición de aceptar. Si la bandera nos llama a defenderla con insultos y con odio, atacando la dignidad de la persona, esa bandera no nos representa a todos y todas.
Cuando nuestra bandera —esa del color del cielo— realmente represente igualdad, respeto, tolerancia, dignidad, ese día nos daremos cuenta de que no difiere mucho de la bandera que hace unos días vimos en el balcón en el centro. Cuando dejemos de ser serviles a un conservadurismo útil al poder y rompamos las cadenas de las fronteras que nos imponen para nunca encontrarnos, escucharnos y reconocernos, la bandera también será un símbolo que deberá volverse a pensar. Hasta ese día, ¡libre al viento tu hermosa bandera, que ya viene una nueva era!
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