Todo comenzó el año pasado con dolores articulares que atribuí al síndrome del túnel carpiano y luego a un efecto secundario de la vacuna antirrábica que recibí gratuitamente del Ministerio de Salud. Pero no eran simples dolorcitos o molestias. Los exámenes clínicos y de laboratorio casi me garantizan que estoy en esa parte de la población que sufre de artritis reumatoide.
Como se suele hacer en estos casos, comencé a leer sobre la enfermedad y he tropezado varias veces con terapias alternativas para el dolor que incluyen el uso de la marihuana. Esas opciones no se exploran o utilizan adecuadamente, toda vez que la sola posesión de la marihuana es un ilícito penal.
Ya hace algunos años les consulté a unos amigos cómo acceder a hojas frescas de cannabis para colocarlas en alcohol y utilizarlas para el dolor articular de mi abuela. De inmediato me ofrecieron no solo las hojas, sino también la raíz, que supuestamente tiene mayor concentración de ingredientes activos. Sin embargo, yo estaba en el Petén y era impensable abordar un avión hacia la capital con semejante encargo.
En ese contexto no puede realizarse ninguna investigación farmacológica rigurosa que involucre el cannabis, ya que existen tabús sociales y barreras jurídicas serias que dejan el uso de esa planta en el ámbito marginal recreativo.
Al respecto, diversas voces han expresado su apoyo a la despenalización y a la regulación del cultivo, la producción, la distribución, la comercialización y el consumo medicinal y recreativo del cannabis y sus derivados. Fernando Carrera expuso no solo las razones históricas de una guerra fracasada, sino la necesidad de transitar del paradigma penal al de salud pública y de los derechos civiles. Elizabeth Ugalde, unos días atrás, abogó por fortalecer la institucionalidad para que la norma sea viable. En esos y otros casos hay consenso sobre la necesidad de abordar jurídicamente el tema y la ruta a seguir para el caso del cannabis.
Personalmente, no consumo sustancias para fines recreativos, salvo una ocasional copa de vino o una cerveza. Pero cualquier persona puede necesitar un tranquilizante, un barbitúrico o un narcótico de uso controlado. Y así como no se vende morfina sin receta y sin control estricto, de la misma forma el cannabis debería utilizarse en el marco regulatorio que le corresponde.
De esa cuenta, la despenalización y la regulación del uso del cannabis son para mí un asunto personal. Estoy interesado en que haya investigación sobre sus propiedades medicinales y en acceder a opciones analgésicas que posiblemente necesitaré en el futuro. Del mismo modo, estoy seguro de que hay personas con condiciones mucho más serias que también esperan acción del Congreso. Por ejemplo, las personas que luchan contra el cáncer y que podrían explorar el uso del cannabis para aminorar los terribles efectos secundarios de la quimioterapia.
Debemos apoyar la iniciativa 5053 del diputado Álvaro Velásquez, que se identifica con el título Ley para regular el cultivo, producción, distribución, comercialización y consumo medicinal y recreativo del cannabis y sus derivados. Para lograr su aprobación no se requiere solo el razonamiento jurídico o la crítica constructiva para garantizar la adecuada institucionalidad. También hay que vencer barreras y prejuicios construidos durante décadas. Y por eso es preciso pronunciarnos al respecto.
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