Me hubiese encantado que leyeras el 14 de junio estas palabras que hoy te escribo. Cumpliste ocho años y ya podés leer por vos misma, sin la ayuda de tus papás. Te he escrito por varios años, Paula, una columna por tu santo. Porque, si la esperanza tuviera una sonrisa, sería tan grande como la tuya. Y si pudiera hablar, diría cosas tan amables como las que nos decís siempre que nos vemos. Sería tan alegre, tan noble y tan preocupada por los demás como la niña que has decidido ser, aun sin darte cuenta.
Quiero hablarte de lo mismo que te he hablado siempre, de Guatemala. Este país tan pequeñito y con problemas tan grandotes. De nuestras luchas, que es cuando buscamos que las cosas cambien. Tenemos muchas luchas. Todas buscan la dignidad, que es reconocer que la vida debe ser respetada y cuidada siempre. Hay una que se llama La Puya y hay otra que tiene un corazón de flores en el que viven hombres y mujeres en San Juan Sacatepéquez. Todas estas luchas tienen un solo nombre. Lo aprendí de Carmen. Todas se llaman Guatemala y todos queremos ver un país más bonito, en el que vos y nosotros vivamos mejor.
El país en el que vivimos es un país que tiene muchos problemas: hay personas que no tienen donde dormir o que no tienen trabajo para poder cenar. Hay muchas familias que sufren todos los días. Hay niños de tu edad que se paran en los semáforos mientras llueve y que hacen malabares para sobrevivir. Sé que lo sabés porque recuerdo que una noche, en la oración que hicimos juntas antes de dormir, le pediste a Dios que estuvieran bien. En Guatemala hay personas que piensan que son mejores que otras porque somos diferentes, nos vestimos diferente, hablamos idiomas diferentes, vemos el mundo diferente. Aquí se piensa que sufrir es normal y que eso no puede cambiar. Yo creo todo lo contrario. En nuestro país se prefiere ver morir árboles, bosques enteros, ríos y montañas por dinero. Y no hay dinero posible que los haga regresar. Debería haber hospitales y escuelas para todos porque deberíamos ayudarnos entre nosotros, pero hay quien debe cuidar ese dinero que damos para todos y no lo hace, sino que se lo queda y compra casas y carros caros y mansiones y deja que otros sufran mucho.
Si algún día te dicen que la política es fea, que no vale la pena, recordá que, en tu cumpleaños número ocho, tu tía te dijo que no era cierto. La política es como los libros de cuentos que te he regalado: nos cuentan una historia, la que alguien quiere escribir y que desea que vivás vos. La política es como una historia que escribimos muchos para que tengás un lindo cuento para dormir tranquila y que lo tengan otros —¡todos!—. Es donde decidimos todos cómo es el país que queremos, cómo queremos que sean nuestras colonias, que haya parques gratis para todos, que podás ser quien querás ser, que sepamos decir de dónde venimos y se nos permita tener memoria, que no haya niños que no hablan con otros porque son diferentes, que nadie se quede con hambre y que no tengamos miedo. Miedo de nada.
Cuando seas más grande te hablarán de la plaza, que ha sido la lucha de algunos de nosotros por estos días. Te dirán que se hicieron cosas importantes, y otros te dirán que no. Tuvimos errores (y muchos), pero también nos reímos mucho allí cuando cayeron los chaparrones o cuando nos dimos cuenta de la cantidad de personas que éramos. Hablamos de Guatemala siempre. Tal vez eso sea lo más importante: que hablamos de Guatemala y buscamos —seguimos buscando— formas de hacer política para que al final la historia del país sea diferente a la que te describí aquí. No podré responder por todos, Paula. No sé la razón por la que fueron aquellos que estuvieron sábado tras sábado en la plaza a la que tú y tu hermano fueron alguna vez, donde se asustaron por la bulla. Ni siquiera tu papá y yo estamos de acuerdo en lo que allí sucedió y sucede. Para mí, la plaza es importante. Él me explica con cariño por qué cree que no. En lo que sí estamos de acuerdo él y yo, y es lo que les da sentido a nuestras búsquedas, es que queremos soñar y escribir para vos el cuento más bonito que pueda existir en todo el mundo. Ese cuento que se pueda hacer realidad con el trabajo de muchos que en este país queremos contar una historia diferente, aunque escribirla y hacerla realidad nos haga estar cansados y no podamos escribir una carta de cumpleaños puntual.
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