En aquella década inició operaciones en Guatemala la empresa nacional Cuentas, S. A., la cual cobraba el crédito otorgado por medio de un descuento directo al sueldo del acreedor. En esa época, además, el Banco Inmobiliario, S. A., comenzó a vender a plazos vivienda construida en serie a través de la emisión de cédulas hipotecarias. Sin embargo, el impulso a la venta de vivienda seriada se logró a través de la creación del Instituto de Fomento de Hipotecas Aseguradas (FHA), el cual, emulando ...
En aquella década inició operaciones en Guatemala la empresa nacional Cuentas, S. A., la cual cobraba el crédito otorgado por medio de un descuento directo al sueldo del acreedor. En esa época, además, el Banco Inmobiliario, S. A., comenzó a vender a plazos vivienda construida en serie a través de la emisión de cédulas hipotecarias. Sin embargo, el impulso a la venta de vivienda seriada se logró a través de la creación del Instituto de Fomento de Hipotecas Aseguradas (FHA), el cual, emulando a la Federal Housing Administration de Estados Unidos, garantiza los préstamos otorgados por los bancos para la construcción y compra de vivienda. Las ventajas del sistema impulsaron la creación de más empresas constructoras, y el mercado de vivienda se dinamizó. El sistema de ventas se volvió más agresivo, y vendedores visitaban a jefes de familia en sus lugares de trabajo con el fin de ofrecerles este novedoso sistema para adquirir su vivienda. Jardines de la Asunción, en la zona 5 de la ciudad de Guatemala, fue una de las primeras colonias vendidas utilizando este sistema.
Jardines de la Asunción se construyó en los antiguos campos del club Mayan Golf. La Limonada ya existía, y era inevitable pasar por allí para ir al centro de la ciudad. El cuartel de Matamoros se encontraba del otro lado de la colonia, pero no estaba construido el puente La Asunción, que podía permitir el acceso directo a la zona 1. Aun así, con todos estos inconvenientes, muchos jóvenes jefes de familia, al igual que trabajadores del Estado y, principalmente, de la incipiente banca, decidieron arriesgarse. La mayoría de ellos o sus esposas eran originarios del interior de la república. Habían vivido en casas de huéspedes, alquilaban cuartos o subarrendaban alguna casa en el hoy llamado Centro Histórico. Comprar una vivienda significó para estas familias afianzar su estadía en la ciudad, un símbolo del éxito alcanzado después de tantos sacrificios: dejar a su familia y el pueblo donde habían nacido para salir en busca de un empleo y una nueva vida en la ciudad. «A mí no me importó que fuera la zona 5 o La Limonada. Yo lo que quería era casa». Así se manifiesta una mujer mayor originaria del oriente del país y una de las primeras vecinas de esta colonia. Apostaron y ganaron, pues entonces asumir un compromiso de tantos años se percibía como un gran riesgo. ¿Por qué los capitalinos no se arriesgaron de igual forma entonces? Porque tenían una red familiar de apoyo que los migrantes tuvieron que conformar nuevamente una vez que se asentaron en su nuevo lugar de habitación y entablaron amistad con personas en la misma situación que ellos. Viejas amistades vueltas a encontrarse, paisanos y amigos de la niñez y la adolescencia ayudaron a conformar el sentido de pertenencia y arraigo no solo a su área de habitación, sino también a la ciudad de Guatemala.
Más de este autor