Muchos comentarios que recibí fueron escritos por personas con pésima ortografía y con horrores semánticos y sintácticos que no había visto desde mi paso por el nivel primario del colegio. Esos comentarios fueron una fotografía de nuestra sociedad y de la ausencia de educación en este país que hoy me llevan a discutir cómo la corrupción es un producto indirecto de una población ignorante y sin educación.
Por supuesto, la falta de educación no es un problema solo de los guatemaltecos. Es un problema global. Más de dos tercios de los países del mundo tienen una puntuación inferior a 50 en una escala de 0 (el nivel más alto de corrupción) a 100 (el más bajo de dicho rubro), según el índice de corrupción que elaboró la agencia Transparencia Internacional para el año 2016. En este índice, Guatemala ocupó el puesto 136 de 176 países con una puntuación de 28 puntos.
La situación es alarmante si tomamos en cuenta todas las consecuencias indirectas de la corrupción que generan riqueza y poder para pocos y la subsecuente pobreza para el resto de la población. Para el caso de Guatemala, me pareció sumamente importante la correlación existente entre la educación o la falta de esta en el informe.
Un alto nivel de corrupción no solo obstaculiza el crecimiento económico desestimulando las inversiones y la actividad empresarial y promoviendo la desigualdad de ingresos, sino que afecta directamente la gobernabilidad del país de manera proporcional al déficit educativo de las personas que viven en el segmento más pobre de la población guatemalteca. De hecho, un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) identificó que Guatemala retrocedió en su intento de disminuir la pobreza más que el resto de los países de América Latina en los últimos 15 años.
Es un hecho económico que los países más pobres tienden a tener sistemas de impuestos ineficaces y no cuentan con los fondos necesarios para infraestructuras de educación pública y oferta de servicios mínimos de educación básica en las condiciones idóneas. Es un hecho también que, en los países más corruptos, el sector público (que debería ser responsable de regular la educación pública y de asegurar el bienestar de la sociedad) se convierte en la causa principal de un ciclo de pobreza e ignorancia que se perpetúa a sí mismo.
Dependiendo de la escuela de pensamiento con la que nos sintamos más cómodos, podríamos discutir sobre el rol del sector privado en esta situación. Sin embargo, independientemente de la ideología, considero que podemos argumentar que el sector privado tiene la obligación moral de tomar la iniciativa en la lucha contra la corrupción, ya que las empresas también suelen quedar atrapadas en las estructuras y prácticas corruptas del sector público. Las fuerzas de los corruptos son poderosas: mantienen el statu quo en su lugar. Y la educación podría ser la herramienta más poderosa para luchar contra ella.
Tomemos el ejemplo de países de Asia y África que han utilizado la educación como una forma de salir de la trampa de la corrupción y la pobreza luego de un lento pero continuo trabajo en pro de la educación por más de 20 años. Estudiando los informes de Transparencia Internacional y del PNUD en conjunto encontraremos que los países que han proporcionado a niñas y niños mejor y más alimentos, refugio, atención médica y educación hasta el nivel profesional en los últimos 20 años están hoy en mejores condiciones de certeza jurídica y de lucha contra la corrupción que aquellos países que, como nosotros, no solo siguen fallando en la lucha contra este mal, sino que son más desiguales y pobres.
En última instancia, dar más y mejor educación pública y privada ofrecerá una forma de salir de la pobreza a cientos de miles de guatemaltecos a la vez que se desafían las estructuras y los sistemas corruptos dentro de los sectores público y privado que hoy nos aterrorizan. Ciertamente las organizaciones transnacionales y el sector privado seguirán luchando en el país para hacer frente con éxito a la corrupción si así lo deseamos. Pero está en manos del sector privado organizado y de otras instituciones el desempeñar un papel en la lucha contra la corrupción mucho más importante que el que actualmente están realizando: empezando con poner mayor énfasis en temas como la ética empresarial y la corrupción y con apadrinar escuelas y hogares donde seamos actores y partícipes del mejoramiento del sistema educativo nacional.
En lugar de pensar que la educación pública y la privada son tesis y antítesis, quizá sea hora de pensar en que una y otra deben unirse en alianza para construir un mejor país. ¿Qué opinan de tan simple y loca idea?
Más de este autor