Me había propuesto no escribir sobre la covid-19, entre otras razones porque ya hay exceso de información confiable en redes y en medios aparentemente serios, así como, por supuesto, también de información engañosa y falsa. Sin embargo, no me pude resistir a compartir que el consumo de azúcar guarda relación de causalidad con la mortalidad por covid-19, lo cual explicaré de forma breve.
Entre las comorbilidades más importantes que determinan el agravamiento y el fallecimiento de pacientes con covid-19 figuran la obesidad, la diabetes y la hipertensión. Asimismo, aunque no es la única substancia nociva, el azúcar es terrible para la salud, especialmente si concurre con el sedentarismo y con otras adicciones como el tabaquismo. El azúcar guarda relación directa con la obesidad, la diabetes y la hipertensión. Es una causa de enfermedad que se invisibiliza a propósito por razones de mercadeo y que ha sido ampliamente documentada.
Sin embargo, en muchos hogares se dejan los zapatos cerca de la puerta, el lavado de manos es consistente y el uso de mascarillas es obligado cuando debe salirse a la calle. Pero en las compras diarias abundan, junto con los alimentos, los productos azucarados que se consumen en parte por ignorancia, pero también porque demostramos conductas adictivas ante las aguas carbonatadas, productos de panadería y las recetas caseras que pueden ser deliciosas, pero que aumentan el riesgo de morir de covid-19 o de enfermar de forma grave.
Esta columna no habría sido del todo pertinente si se hubiera publicado en marzo de 2020. Y es que en esas fechas la mayoría pensábamos que la crisis, en una visión optimista, duraría unos meses. Hoy sabemos que posiblemente lleguemos al 2021 sin una vacuna y con el riesgo de contagio tan alto como hoy en día. Eso nos obliga a plantearnos la prevención como algo tangible, necesario, y como una decisión que afecta los hábitos de consumo de toda la familia.
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¿Usted pagaría unos miles de quetzales por perder el sobrepeso actual y mejorar su condición física? Si agregamos que ese cambio le daría un mejor pronóstico en caso de contagio de covid-19, ¿por qué entonces no actuar drásticamente desde hoy con una medida accesible y barata como suprimir el consumo de azúcar?
En unos meses, si no nos hemos contagiado, podemos ser personas con mejor salud si actuamos coherentemente hoy. Deje de comprar medicamentos de uso veterinario o humano cuya utilidad en contra de la covid-19 no está comprobada y que pueden ser perniciosos, por decir poco. Si quiere mejorar su sistema inmune, muévase. Abandone sistemáticamente el sillón y ejercítese. Si quiere ir más lejos, deje de fumar y mídase la glucosa en ayunas y la presión arterial. No pierda de vista que tan solo en México, con 129 millones de habitantes, hay 90 millones de personas con obesidad, 11 millones con diabetes y unos 38 millones con hipertensión, de los cuales la mitad no se ha enterado. De hecho, esos porcentajes han contribuido a la letalidad de la covid-19, y se puede afirmar que las cifras en Guatemala son similares.
Si le tememos a la covid-19 (y creo que es humano y racional temerle), dejemos de consumir productos nocivos que nos venden como si fueran alimentos. Movámonos y hagamos cambios para tener un cuerpo más sano. Eso sí es prevención de los efectos de la covid-19, que nos puede afectar esta semana o dentro de ocho meses.
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