La acción de medir es reflejo de una manera de ordenar numéricamente la realidad bajo unos supuestos hipotéticos que, como bien se menciona en el ejercicio de proyección, de ser correctamente formulados, harán que nuestras estimaciones reflejen de manera fiel situaciones que ocurren en la realidad. En la medida en que la modelización de una hipótesis sea lo más apegada posible a los supuestos que de hecho ocurren en el mundo real, los números que producen adquieren sentido o no.
Con relación a los números presentados, habría que matizar que, si asumimos en efecto que los números de referencia con los que estamos estimando nuestro número reproductivo básico (R0) del covid-19 con base en el valor de R0 observado en otros países, si bien es un recurso válido, las dinámicas sociales endógenas de Guatemala pueden diferir y eso explicar las velocidades de expansión de la enfermedad y, sobre todo, que el hecho de que exista o vaya existir un impacto generalizado en la población no quiere decir que la capacidad de mitigación y respuesta sea la misma en todos los estratos sociales.
En la teoría de redes existe un principio conocido como asortatividad. Este indica la preferencia o tendencia de relacionarnos con quienes comparten similares características a las nuestras (raza, clase social, creencias religiosas, preferencias sexuales, etcétera). También ayuda a entender, en epidemiología, ciertas dinámicas de propagación de una enfermedad, por qué se estanca y por qué algunas poblaciones salen relativamente bien libradas o, por el contrario, más castigadas ante una misma enfermedad.
Si pasáramos por alto este principio de asortatividad a la hora de comprender la expansión del covid-19, estaríamos asumiendo la hipótesis de la distribución uniforme de los nuevos casos entre todos los estratos sociales y todas las áreas rurales y urbanas y, por consiguiente, una misma oportunidad de exposición y contagio entre toda la población. Es decir, todas las personas tendrían la misma oportunidad de exponerse a la enfermedad y de exponer a otros a esta, pero también de informarse y, por tanto, de contener la expansión. Toda la población sería capaz de responder de una manera más o menos uniforme a la directriz de la autoridad, es decir, poseería teóricamente una misma habilidad para acatar las disposiciones y emplear los medios eficientes para su cumplimiento (distanciamiento social, medidas de higiene, etcétera).
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Huelga decir que la capacidad de reducir el riesgo es un atributo construido socialmente y, por ende, poco probable de encontrarse distribuido de manera homogénea en una sociedad con grandes desigualdades sociales: estas se traducen en asimetrías de información y, evidentemente, de capacidades y oportunidades para enfrentar la propagación de una enfermedad como el covid-19.
Sin políticas de contención focalizadas y sensibles a las necesidades de los diferentes estratos socioeconómicos, el techo de la contención hará aguas por todos lados por una razón obvia: las directrices las cumplirán quienes tengan las características para informarse y actuar conforme a ella. Es decir, la política funcionará bien para todos los que sean capaces de ajustarse a ella, en tanto que, en la red o el grupo de referencia de todos los que carezcan de los atributos para adaptarse a ella, la propagación de la enfermedad correrá con mayor libertad, aunque los casos positivos tenderán a extinguirse en ciertos segmentos de la población, los preparados. En los demás tenderá a multiplicarse y avanzar de una manera acelerada a medida que se expanda de manera vertical: es decir, de los estratos sociales medio-altos que se infectaron inicialmente (por ser quienes tienen la posibilidad de desplazarse por vía aérea) y que, por principio de asortatividad, serán los que enfermarán primero. Pero también serán los que podrán acatar la directriz de contención. Eso explicaría parcialmente los pocos casos reportados al momento, pero es probable que la enfermedad siga corriendo hacia abajo y que, por el contrario, se observe una expansión horizontal tardía, pero mucho más agresiva cuando llegue a estratos socioeconómicos más bajos.
Si esto llegara a suceder, habrá que ver si la epidemia seguirá generando suficiente interés mediático y político para aplanar una curva que tenderá a pronunciarse a medida que la enfermedad se expanda hacia sectores sociales altamente vulnerables. Si el subregistro actual del covid-19 no es lo suficientemente alto, quizá aún estemos a tiempo de actuar.
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