En las marchas LGBTIQ+ destaca la alegría, que no tiene nada qué ver con la mera diversión efímera o con el exhibicionismo, como posiblemente es percibida. Las marchas son, ante todo, una celebración colectiva de una identidad todavía negada e invisibilizada.
Salir a la calle es una declaración de presencia física en el espacio público. Quien participa en una marcha LGBTIQ+ manda un mensaje claro, utilizando el idioma universal del cuerpo: se afirma la existencia.
Es como si cada persona ratificara: «Estoy aquí. Tengo el mismo derecho de existir que cualquier otra persona». Es de esta forma que la visibilidad adquiere un sentido más profundo. Peinarse, vestirse, maquillarse, ponerse varios centímetros de cejas postizas, brillantes y tacones de ocho pulgadas se vuelve un acto político y también una manifestación de valentía, sobre todo en un país como Guatemala, que, como señala Gabriell Duarte en este artículo de Diálogos: «No protege la categoría de orientación sexual, identidad y expresión de género de las personas, y tampoco tipifica los crímenes de odio y/o violencia motivada por la orientación sexual e identidad de género».
Y la falta de protección se traduce en violencia e impunidad. Para citar solo un ejemplo, según datos de Oxfam, dos de cada tres personas trans han enfrentado estigma y discriminación.
Asimismo, según un comunicado de la Otrans, el 65% de las mujeres trans ha sido víctimas de violencia física, el 50% han sufrido violencia sexual y el 40% han sido detenidas arbitrariamente por la policía. Son datos respaldados también por Human Rights Watch que en 2021 declaró que «entre los agresores de las personas trans habían agentes de seguridad pública, pandillas y ciudadanos particulares y determinó que el gobierno no había protegido adecuadamente a las personas LGBT contra estas agresiones».
Los prejuicios y la violencia que se basa en ellos, «contribuyen a la persistente discriminación que enfrentan las personas LGBTIQ en Guatemala y el mundo», según este documento de la organización Visibles. Esta violencia y discriminación afecta la vivencia plena de sus derechos, incluidos los derechos políticos.
Guatemala no es el único país que no tiene agendado el respeto de los derechos humanos de las personas LGBTIQ+ y a nivel regional la violencia se dispara. Desde 2008 hacia 2020, en Honduras murieron asesinadas 107 mujeres trans, un récord negativo que lleva este país a ser uno de los seis primeros al mundo por número de homicidio de personas transexuales excluyendo Arabia Saudí, Brunei, Irán, Mauritania, Nigeria (12 estados del norte) y Yemen, donde la pena de muerte es un castigo legalmente prescrito para las personas LGBTIQ+, según reporta Amnesty international.
En el mundo, cada 17 de mayo se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia y en ciudad de Guatemala una camiseta blanca encarnaba el mensaje «El voto LGBTIQ+ importa». Tras el lanzamiento del Observatorio Electoral de Otrans para exigir a los candidatos políticos, así como al actual gobierno, que se comprometan a incluir en sus programas acciones de respeto y protección de los derechos humanos de la comunidad LGBTIQ+, hubo una marcha y un festival. Baile y música, la calle y la Plaza Central como escenario.