El Gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), acordaron conformar el 23 de junio de 1994, la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de las violaciones a los derechos humanos y los hechos de violencia contra la población durante la guerra.
Cuatro años después, el 25 de febrero de 1999, la Comisión hizo público el informe "Guatemala, Memoria del Silencio", en el cual presenta lo ocurrido durante el conflicto armado interno. El informe dio continuidad a un proceso de búsqueda de la verdad. Las víctimas y sus familiares rompieron el silencio y dieron sus testimonios.
También se han pronunciado testigos, y expertos han elaborado investigaciones históricas. Contaron lo ocurrido a sus familiares y a sus comunidades, y lo repitieron en los tribunales de justicia. El contenido del informe de la CEH se utilizó como medio de prueba en varios juicios contra autores materiales e intelectuales de ejecuciones y masacres.
Ese proceso de búsqueda de la verdad y el abandono del silencio sumó 15 años el último 25 de febrero. En esta misma fecha se conmemoran a las miles de víctimas. Se declaró esa fecha como el Día de la Dignificación de las Víctimas del Conflicto Armado Interno.
Este año, como los anteriores, los altares con fotografías, nombres, claveles rojos, velas y oraciones recordaron y conmemoraron a los que físicamente ya no están. A lo largo de esos 15 años salieron a las calles los retratos de las víctimas. Pegados en paredes, en grupos o aislados. En ese tiempo se ha preservado la memoria de las víctimas. Sus fotografías permanecen obstinadas en las afueras de casas y edificios. Sus rostros en blanco y negro, pegados, superpuestos, en los muros, pareciera que corresponden con la mirada a aquellos desconocidos que voltean a verles.
También sus nombres, que aparecieron en el informe, fueron escritos en las columnas del patio de la Catedral Metropolitana y en otros monumentos. Se crearon museos en la capital y en otros departamentos. En la ciudad capital están el Museo de la Memoria (2014) y el Museo de los Mártires del Movimiento Sindical Estudiantil y Popular (2012). En este último están los restos del dirigente sindical Amancio Samuel Villatoro, además el nombre de las 183 personas desaparecidas que quedaron archivadas por el ejército en el Diario militar (presentado en 1999).
Villatoro fue desaparecido y posteriormente encontrado en una fosa común en el antiguo destacamento militar de Comalapa. Gracias a las pruebas de ADN que realiza la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), él y otros cinco, que estaban registrados en el Diario militar, y que fueron encontrados con él, fueron identificados.
Otro hallazgo importante fueron los 80 millones de folios, aproximadamente, que equivale a 8 mil metros linéales de documentos, del Archivo de la Policía Nacional. Lo que ahora se conoce como el Archivo Histórico de la Policía Nacional fue recuperardo en el 2005. Algunos de los documentos encontrados en el lugar han sido utilizados para informar sobre las operaciones de la policía en ese tiempo, y para iniciar procesos judiciales.
En estos 15 años sigue la búsqueda constante de los desaparecidos, y la política activa de exhumaciones. Varias famlias se encontraron con los huesos, o con lo que quedó, de sus muertos. Les rezaron, les rociaron incienso y los inhumaron. Otros miles los siguen buscando.
La CEH registró un total de 42,275 víctimas, incluyendo hombres, mujeres y niños. De ellas, 23,671 son víctimas de ejecuciones arbitrarias y 6,159 víctimas de desaparición forzada. El 93 por ciento de violaciones registradas por la CEH es atribuible a agentes del Estado, en particular al ejército. De un 3 por ciento es responsable la guerrilla. De las que fueron identificadas, el 83 por ciento eran indígenas y el 17 eran ladinos. Al combinar estos datos con otros estudios realizados sobre la violencia política en el país, la CEH estima que más de 200 mil personas es el saldo de muertos y desaparecidos durante la guerra.
"Es muy doloroso recordar a tanta gente perdida. Este país resiente la ausencia de tanta gente asesinada y desaparecida", manifestó a EFE Julio Solórzano Foppa, hijo de la periodista y poetisa Alaíde Foppa, secuestrada en diciembre de 1980. Solórzano también recordó a sus dos hermanos, Juan Pablo y Mario, que también fueron víctimas del conflicto armado en 1980 y 1981, respectivamente. Previo a colocar tres claveles rojos en memoria de sus familiares desaparecidos, Solórzano comentó que los logros que ha habido tras la finalización de la guerra en 1996, "han sido pocos, insuficientes y superficiales". Mientras se realizaba esa ceremonia para las víctimas en la Casa de la Memoria, a unas cuadras, en el Palacio Nacional de la Cultura, se llevaba a cabo el acto del cambio de la rosa de la Paz.
"Estamos aquí para conmemorar el Día Nacional de la Dignidad de las Víctimas del enfrentamiento armado interno", dijo el presidente de la Comisión Nacional de Resarcimiento, Jorge Herrera. En el acto participaron elementos de la sexta brigada del ejército de el Ixcán, y representantes de víctimas de la comunidad Mayalan. Posterior al acto, Herrera impuso pines de acreditación de Embajadores de la Paz a los participantes. "Seguimos buscando los cuerpos de mi madre y mis hermanos, queremos saber quiénes fueron los responsables y llevarlos a la justicia, queremos saber qué sucedió, queremos conocer la verdad", expresó Solórzano.
La verdad, esa que se define como la confirmación de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. Los testimonios de las víctimas (las presentes y las ausentes), además de los documentos, en estos 15 años, han expuesto parte de una verdad que ha ido, poco a poco, del silencio a la memoria.
*Con información de Agencia EFE y el informe de la CEH.