Aquella noche iba de regreso a mi casa, después de correr en una banda sin fin. Habrán sido unos siete kilómetros y no llegué a ninguna parte. Sí, me cansé, eso es seguro. Con un pachón en la mano y en la otra, otra mano, caminábamos por la sexta avenida. Los ojos de aquella persona, me atrapan. También me atrapa la del viejo con una tela abrazando su frente. Los vivos morados se parecen a esas florecitas que estos días aún sin lluvia, los barrenderos rescatan del borde de los tragantes. Cuando viene la lluvia, todo se va. También me atrapan el resto de miradas que ocupan tres cuadras de esta avenida.
No todos los días uno puede ver en gran formato, impresiones de muchísima calidad y más aún, retratos con miradas tan intensas y distintas. Pero lo enorme de las fotografías también permite observar muchísimos detalles.
Los frostys y santacloses por ejemplo, que la niña indígena vendedora de artesanías, lleva colgando de la muñeca. O la blusa desgastada con una imagen muy parecida a una barbie. Bella, dice en una línea de color amarillo como su cabello. La niña que la lleva puesta, morena como solo el sol más abrasador puede lograr. Las uñas con pintura que de a poco se le va cayendo. Los labios rojos pintados apresuradamente. O el bebé de brazos, o de espalda para mejor decir; con su camisa de tela típica con un logo que asemeja una gaviota en el pecho. No estoy seguro, pero me parece que alguna vez he visto el mismo logo en alguna vitrina de centro comercial. O en revistas.
La exposición es una muestra de un trabajo que Oliveiro Toscani realizó para las Naciones Unidas. El trabajo pretende mostrar la diversidad cultural y social de un país fragmentado, un aporte que busca provocar una reflexión acerca de lo terrible y absurdo de la discriminación. Además de mostrar lo diverso, social y culturalmente que es este país. Guatemala Diversa se llama.
Lo que es fácil ver o imaginar son las historias de las personas retratadas. No sé si logra su objetivo. Aquella noche, a un par de días de estar expuesta, algunas fotografías ya presentaban pequeños daños. Nada novedoso. Un rayón por acá, un intento de bigote por allá. Restos de goma de mascar en alguna nariz. Lo novedoso es que permanecieran intactas en un espacio público. Pero no.
De esas "intervenciones" hay una que particularmente me llama la atención. Una hoja tamaño carta colocada sobre una de las fotos grandes, en la misma de la persona con las manos en su angosta cadera. La hoja tamaño carta tiene una foto solamente del rostro. En blanco y negro. En sus ojos no hay brillo alguno y menos la sombra del fotógrafo. O tal vez sí, pero quien las habrá reproducido seguramente no contaba con muchos fondos. Fotos grandes y con tanto detalle, lo requieren. La hoja la habrá colgado alguien preocupado por la integridad de esa persona. "PERSONA DESAPARECIDA" dice el título. Datos de las ropas que llevaba la última vez que la vieron. Algunos teléfonos y la necia esperanza: "Cualquier información a los teléfonos..." No recuerdo los números.
La exposición me ha llevado por muchos rincones de este país. Menos de dos cuadras y uno llega a demasiadas partes. A bastantes historias. Ojalá y la exposición también llegue a muchísimos lugares. Sé que va a ir a un par de departamentos más. Debería ir a todos. Y ojalá alguien haya tomado nota de los teléfonos de aquella hoja y no simplemente tomarlo como una nota trágica más. Después de todo, esas pequeñas hojas, generalmente colgadas de paredes y postes, también expresan y esconden muchísimas otras cosas más.
Días después, leyendo este medio, me entero que la persona en cuestión se llama Vivi y que era activista de una organización de transexuales. La nota y la foto de Sandra Sebastián seguramente también ya la habrán visto.
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