Los encargados de aplicar dicha violencia legítima para protegernos de dichas fuerzas son los ejércitos y las fuerzas de orden público. El Estado es el monopolio de la violencia legítima.
Como lo dije hace tres semanas (17/05/2011), el Estado es el responsable de defendernos, de brindarnos seguridad y para eso es que le permitimos tener un dominio sobre los medios de guerra. Lo hacemos porque vivimos en un mundo en donde no existen garantías naturales o divinas para vivir en paz. Estas garantías las debemos construir y para eso es que contamos con ejércitos y fuerzas de orden público. Pero en la práctica esto nos ha llevado a un dilema de seguridad.
Apartándonos de la ya mentada analogía de Hobbes sobre el Leviatán, propongo una más actual, más pop. Hace cuatro años el comediante Chris Rock comparó al entonces precandidato presidencial republicano Rudolph Giuliani con un pitbull diciendo que mantendrá los ladrones fuera de tu casa pero si te descuidas podría devorar a tus hijos. La analogía aplica para los aparatos de seguridad. Vamos a armar al ejército y a la policía, pero qué garantías tendremos que no usarán sus armas en contra de nosotros. Este es el gran dilema de seguridad que enfrentan todas las naciones-Estado.
En varios pasajes de la historia pero recientemente a finales de los años 70 y principios de los 80 del siglo pasado en Guatemala, el Estado se convirtió en un pitbull que efectivamente devoró a aquellos que debería defender. Esto se llevó a cabo en el marco del conflicto armado nacional y la competencia ideológica bipolar internacional que conocemos como la Guerra Fría. Guatemala puso fin al conflicto con los acuerdos de paz en 1996, siete años después de la caída del comunismo y fin de la Guerra Fría. A pesar del fin de estos conflictos, en Guatemala, las diferencias ideológicas que caracterizaron los mismos siguen latiendo muy fuerte.
Las discusiones en torno al rol del ejército y de la policía se siguen llevando a cabo bajo los prejuicios ideológicos de hace 30 años. Desde puntos radicales que claman por la desaparición de las fuerzas armadas hasta aquellas que añoran el papel de estas bajo las dictaduras militares. No es que no haya puntos medios, sencillamente no existe una discusión seria y desapasionada al respecto. O se está a favor o se está en contra. O se hace así o no se hace nada. Rojo o crema.
Actualmente, Guatemala se ve amenazada tanto interna como externamente. Cada día estas amenazas se postran sobre nosotros como una nube negra que amenaza nuestra sobrevivencia individual así como nuestra sobrevivencia como nación. Sí, Guatemala necesita un ejército y necesita también una policía. Estas deben ser, como dice Rock, un pitbull feroz, pero que se encuentre con un bozal y una correa controlada por los ciudadanos. Nuestro marco legal no debe regular nuestras vidas, sino más bien el accionar de este monopolio de la violencia legítima para garantizar precisamente nuestra sobrevivencia. Aquellos que portan armas en nombre del Estado son también servidores públicos y tienen la obligación, como cualquier otro funcionario, de rendir cuentas sobre sus acciones.
En Guatemala el dilema de seguridad debe resolverse con un consenso que trascienda las manos empuñadas, los mapitas al revés, las calenturas de la derecha, la bravuconería de la izquierda, los intereses de los azucareros y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Somos todos, pero principalmente los jóvenes, quienes más involucrados deben estar en este tema. Un colega dijo que desde su independencia, Guatemala siempre ha estado en guerra, tiene razón, el problema es que es una guerra contra nosotros mismos. Sin resolver esta, nunca podremos domar al pitbull.
roberto.antonio.wagner@gmail.com
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